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Roberto Canessa, sobreviviente de los Andes: "La vida es como una llama caliente"

Por Krupskaia Alís

(CNN Español) -- "Me olvidé de decirte que la vida empieza más allá de los miedos", apura Pablo Vierci, este escritor uruguayo que emprendió hace 10 años la tarea de contar verticalmente, dice, la historia de su amigo de siempre, Roberto Canessa, uno de los 16 sobrevivientes del accidente aéreo en la cordillera de los Andes, el 13 de octubre de 1972 y quién hoy es un reconocido médico en su natal Uruguay dedicado no sólo a diagnosticar, sino a buscar ayuda para niños con cardiopatías congénitas complejas.

Una historia a dos manos, titulada "Tenía que sobrevivir", hecha con lágrimas de desafío y no con tinta, como asegura Canessa en entrevista con CNN en Español.

“Como cuando salí parecía imposible, empecé a dar los pasos y cuando siento que estoy agotado y que no vale la pena, porque la montaña es gigantesca y miro hacia el fuselaje y digo: '¡Ah! todo lo que hice, quiere decir que voy bien'.

El uruguayo Roberto Canessa, sobreviviente de los Andes, en una fotografía de 2012. (MARTIN BERNETTI/AFP/GettyImages)

"Es más importante que tener triunfos en la vida ir yendo bien, porque el éxito y el fracaso son relativos, pero si vas dando pasos, te vas a asombrar porque vas a tener logros inesperados".

¿Pero cómo llegar hasta ahí, cómo salir de una situación límite?

“Roberto siempre dice que la principal palanca fue el hecho de que su madre le había dicho que si se le moría un hijo, ella también moría, entonces Roberto tuvo que salir para decirle a la madre, acá estoy, hiciste bien en esperarme, porque la madre lo esperaba”, dice Pablo Vierci.

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Cuando estás al filo de la navaja esa palanca también puede venir desde lo más primario, como un cielo estrellado, recuerda Roberto.

“Estábamos metidos adentro del fuselaje, todos apretaditos, todos con las frazadas que te contaba y teníamos miedo de los aludes, de que vinieran las tormentas, que viniera la noche, de que se viera a través de la ventana correr el viento, sentir el frío terrible, pero de repente ves salir la Luna y dice Carlitos Páez : mirá que estrellor que hay ... Toda la Luna llena de estrellas, eso te da una paz, que es la que busco en las noches que hace frío, salir afuera y sentir el frío y mirar la Luna. La Luna realmente te comunica. Con que estés ahí, un ratito nomás, ya tu alma se recicla”.

Reciclar el alma es como un antídoto para cuando se pierde la esperanza, dice, cuando se piensa que ya no queda nada, que mejor morirse.

“Las personas que dicen: 'más fácil ahora que como estoy es morirme'. Que es lo que sentí yo cuando tenía que comerme un pedazo de carne de un muerto y decía, esto no es digno, yo me dejo morir y ya está”.

En las interminables charlas, cuando se había suspendido su búsqueda, recuerda que Carlos Páez hablaba de la comida que organizaría para el cumpleaños de su hermana.

“Carlitos, nos estamos muriendo acá en la montaña, enterrados vivos y vos hablás de tu hermana. ¿Sabés lo que me dijo Carlitos? A vos no te voy a invitar al asado, si no sabes soñar, no sabes vivir".

Cuarenta y siete años han pasado, desde que Roberto Canessa, junto con Nardo Parrado, escalaron durante 10 días la cordillera de los Andes para dar aviso, dos meses después del accidente, de que estaban vivos y señalar el lugar donde sus otros 14 compañeros permanecían atrapados, en el fuselaje del avión que se estrelló contra las montañas, el 13 de octubre de 1972 y donde murieron 29 personas.

“Tengo la vida y la vida es como una llama caliente que tenés adentro tuyo", dice Roberto, "una llama caliente que me enseñó el lema de la montaña, que era: mientras hay vida, hay esperanza y tal vez mañana".

Con muchas mañanas bajo el brazo, Canessa reconoce que a veces se puede impugnar el final preestablecido de la historia. Él lo sabe. Como también que después de sobrevivir algo cambia, aunque a veces, por fortuna, no tanto.

“El cambio, el más fascinante de todos, es cuando te mirás al espejo y decís: por suerte el mismo tonto de siempre”.