Nota del editor: S. Mitra Kalita es la vicepresidente de noticias, opinión y programación de CNN Digital. Autora de dos libros, incluido uno sobre inmigrantes indios en Nueva Jersey.
(CNN) – En una escena en la nueva película Blinded by the Light, unos manifestantes británicos persiguen y asaltan a una familia paquistaní que se dirigía a una boda. Su hijo adolescente no está por ningún lado. Está comprando boletos para Springsteen.
La vi transcurrir y comencé a sollozar. No por el racismo, por terrible que fuera, si no por identificarme con el adolescente que se hace de la vista gorda ante todo el sufrimiento de sus padres, en busca de la felicidad. Como dice el tema de la película “Mamá siempre me dijo que no mirara directamente el sol. Oh, pero mamá, ahí es donde está la diversión”.
No sorprende que la película de Gurinder Chadha evoque tal identificación en mi generación, nacida de inmigrantes posteriores a la Segunda Guerra Mundial, que ahora llega a la mediana edad y que está criando a sus propios hijos. Esta cinta se une a un género en ascenso de películas asiáticoestadounidenses con el contrapunto entre el mundo moderno y el viejo como tema: The Farewell, Meet the Patels, Crazy Rich Asians, Always Be My Maybe y la joya del propio Chadha Bend it Like Beckham.
Sin embargo, la oportunidad lo es todo, y espero que una audiencia más amplia vea esta película, filmada casi por completo en Gran Bretaña, por lo que realmente es: una oda a EE.UU.. Vi la película la semana en que el presidente Trump hizo sus comentarios de “go back” (regresen), y ésta contextualiza tanto su punto de vista como el dolor con el que fue recibido.
Blinded by the Light cuenta la historia de Javed, hijo de inmigrantes paquistaníes. Su madre trabaja como costurera y su padre pierde el empleo en una fábrica de automóviles. Javed recurre a la poesía para capturar y escapar de su mundo británico suburbano de 1987; su ciudad natal de Luton, escribe, “es una palabrota de cuatro letras”.
Alrededor de Javed, las tensiones estallan. Los “cabezas rapadas” lo acosan en el camino de la escuela a la casa y de telón de fondo, el complejo contexto político durante el intento de reelección de la primera ministra Margaret Thatcher. La Dama de Hierro no era conocida por extender una alfombra de bienvenida a los antiguos residentes del Commonwealth. Ella explicó una vez: “La gente realmente teme que este país pueda verse inundado por personas con una cultura diferente”.
Es un compañero de clase sij quien pone en manos de Javed una cinta de cassette de Bruce Springsteen. Javed se engancha, como si el Jefe -un continente y varias culturas aparte- entendiera de manera única su dolor. Javed se obsesiona con las letras sobre la lucha de clases y la identidad, muy lejos de las expectativas de la sociedad paquistaní y británica. Y así emerge el retrato del duro sueño americano, junto con el anhelo de Javed de ser parte de él.
Conocemos la sensación de estar atrapados en el medio
En 1988, un año después del momento que refleja esta película, me mudé a Nueva Jersey, lugar natal de Springsteen. Este estado es una presencia frecuente en sus canciones, como musa o telón de fondo. Y con razón. Mis padres emigraron de la India a EE. UU. a principios de la década de 1970 y he vivido en todas partes: Puerto Rico, Nueva Delhi, Nueva York, Los Ángeles, Washington.
Puedo dar fe de que Nueva Jersey es el lugar más estadounidense de la Tierra.
Nueva Jersey es el anestésico de un trabajador despedido que intenta encontrar su lugar, de un inmigrante que escapó de la disfunción familiar y la violencia política, y de un adolescente que piensa que Jersey también es una palabrota de cuatro letras. Su densidad genera diversidad, pues en Nueva Jersey hay espacio para cualquiera. Como ocurre en el 53% de EE.UU., el estado es mayoritariamente suburbano, al mismo tiempo que lo clasifican como el paraíso de los viajeros y la bisagra de EE.UU., porque no posee la identidad de Nueva York ni la de Filadelfia.
Conocemos la sensación de estar en el medio, atrapados como traductores. Después de enero de 2018, cuando el presidente Trump se refirió a algunas tierras de inmigrantes como “países de mierda”, traté desesperadamente de proteger a mis padres de las noticias. A mis hijos también. El insulto fue secundario con respecto a mis temores más profundos: que ellos ya no se sintieran pertenecientes al hogar de donde habían venido, ni completamente asimilados al que habían llegado.
Hemos pasado por eso antes. En 2017 escribí acerca del momento en el que presencié cómo un hombre le decía a mis vecinos que regresaran de donde habían venido. En aquel momento tampoco quise decírselo a mi padre, nerviosa de que ello podría contaminar la idea del que había sido su hogar durante 50 años, un lugar que nos ha dado tanto.
Olvidé que papá sabe más, ha visto más.
“Siempre existirán esas personas. Pero son la minoría en EE.UU.”, le dijo a mis hijas. “Tienen que creer eso”.
Él no es ingenuo. Nunca fue golpeado como el padre de Javed, pero su nombre se acortó, se burlaban de su acento y sus compañeros despreciaron su otredad. Nuestros padres llegaron en un momento en que estos comentarios y creencias eran comunes. Combatieron estos prejuicios a través del trabajo duro y manteniendo la cabeza baja.
En la película, el padre de Javed aconseja a su hijo que haga lo mismo. Estudia economía, no escritura, dice. A lo que Javed grita: “¡No quiero ser tu hijo! ¡Quiero ser más que eso!”.
De hecho, nuestra generación tenía grandes esperanzas. Si bien mi propia educación en los noventa estuvo llena de burlas en el patio de la escuela, también forzó e inspiró un cambio. Las clases de inglés nos presentaron a Toni Morrison y Zora Neale Hurston, Gabriel García Márquez y Amy Tan. Los textos escolares fueron revisados para incluir términos como nativo americano, para mencionar que George Washington tenía esclavos. En ciencias sociales, tuve que memorizar los cinco pilares del Islam.
La década de los ochenta fue tensa e incierta, sin duda, pero mantuvimos viva la esperanza, en ecos y logros del movimiento de los derechos civiles. Nuestros padres mantuvieron la cabeza baja, nosotros no tuvimos que hacerlo.
Ahora nos preguntamos cada mañana, qué EE.UU. nos acogerá
Desde las elecciones de 2016, se han revertido décadas de progreso. Los crímenes de odio aumentaron un 17% en 2017, en comparación con el año anterior. Y así sucesivamente. Nuestros comportamientos están cambiando. Me sorprendo a mí misma dudando de hablar nuestro asamés nativo en tiendas o en aviones. Veo videos de actos racistas en el metro que se vuelven virales y me pregunto si debería esconderlos de mis hijas o exponerlas y ofrecerles consejos sobre cómo mantenerse a salvo.
Me pregunto si quiero que intervengan si ven a otros siendo víctimas o si simplemente quiero que bajen la cabeza.
Hoy, nos preparamos por la mañana para el trabajo y para la escuela, nos preguntamos qué EE.UU. nos recibirá. Como ironía final, el miedo y la incertidumbre también impulsan a algunos votantes de Trump.
El centro de investigaciones Pew reportó en 2016 que aproximadamente un tercio de los votantes blancos, tanto rurales como suburbanos, se sienten pesimistas sobre el futuro financiero de sus hijos. Este sentimiento divide y une a las personas de “países de mierda” y este otro, también: el temor de que nuestros hijos lo tengan peor que nosotros. Y eso, es lo menos estadounidense que existe.
Es irónico que un adolescente paquistaní que anhela escapar del racismo en Gran Bretaña recale en un EE.UU. idealizado que ya no existe. Pero Springsteen nos recuerda que siempre ha habido una brecha entre el ideal estadounidense inclusivo y la realidad más dura y complicada.
“Cuenta tus historias. Pero no olvides las nuestras”, le dice su padre a Javed. Y lleva razón.
Esta película hace eso. Ofrece lo que en este momento parece inalcanzable: una representación en la que un defensor de Trump despedido, un sindicalista de izquierda y un hijo adolescente de inmigrantes se ven a sí mismos. Todos ellos podrían encontrar un terreno común en la mayoría de las ideas de Springsteen, “nacer para correr”, y decidirse por un país que tenga espacio para todos ellos.
Esta mezcla de personas que sienten que no pertenecen, que escaparon y exigen la grandeza de esta tierra, es en realidad lo que hace que EE.UU. sea grandioso. Yo debo creer esto.
Por mis padres, ellos corrieron. Yo, no tengo a dónde ir.