(CNN) – Durante mucho tiempo, Hollywood ha explotado nuestra profunda ambivalencia sobre los payasos, y la lista de películas de los próximos meses no es diferente.
En “It Chapter Two”, el malvado payaso de Stephen King, Pennywise, tiene su segunda aparición en la pantalla en dos años, mientras que el demente archirrival de Batman, The Joker, interpretado por Joaquin Phoenix, aparecerá como el antihéroe en la historia sobre su origen, “Joker”.
¿Cómo un personaje clásico de las fiestas de cumpleaños para niños pasó a ser la encarnación del mal puro?
En realidad, un estudio realizado en 2008 en Inglaterra reveló que a muy pocos niños les gustan los payasos. También concluyó que la práctica común de decorar las salas de los niños en los hospitales con imágenes de payasos puede crear exactamente lo contrario de un ambiente acogedor. No es de extrañar que tanta gente odie a Ronald McDonald.
Pero como psicólogo, no solo estoy interesado en señalar que los payasos nos dan escalofríos; también me interesa saber por qué los encontramos tan inquietantes. En 2016, publiqué un estudio titulado “On the Nature of Creepiness” (Sobre la naturaleza de lo espeluznante), con una de mis estudiantes, Sara Koehnke, en la revista New Ideas in Psychology. Si bien el estudio no analiza específicamente lo espeluznante de los payasos, mucho de lo que descubrimos puede ayudar a explicar este fenómeno intrigante.
La marcha de los payasos
Personajes con aspecto de payaso han existido durante miles de años. Históricamente, los bufones y los payasos han sido un vehículo para la sátira y para burlarse de las personas poderosas. Proporcionaron una válvula de seguridad para el desahogo y se les concedió una libertad de expresión única, siempre que su valor como artistas superara la incomodidad que causaban a los superiores.
Los bufones y otros personajes ridículos se remontan al menos al antiguo Egipto, y la palabra inglesa “clown” (payaso) apareció por primera vez en el siglo XVI, cuando Shakespeare usó el término para describir personajes bobos en varias de sus obras. El payaso de circo que ahora nos es familiar, con su cara pintada, peluca y ropa excesivamente grande, surgió en el siglo XIX y ha cambiado muy poco en los últimos 150 años.
Tampoco el tropo del payaso malvado es algo nuevo. En 2016, el escritor Benjamin Radford publicó “Bad Clowns” (Payasos Malos), en el que rastrea la evolución histórica de los payasos en criaturas amenazadoras e impredecibles.
La personalidad del payaso espeluznante realmente cobró importancia después de que el asesino en serie John Wayne Gacy fue capturado. En la década de 1970, Gacy aparecía en fiestas de cumpleaños de niños como “Pogo el Payaso” y también pintaba regularmente cuadros de payasos. Cuando las autoridades descubrieron que había matado al menos a 33 personas, enterrando a la mayoría de ellas debajo de su casa en los suburbios de Chicago, la conexión entre los payasos y el comportamiento psicópata peligroso se impregnó para siempre en el inconsciente colectivo de los estadounidenses.
Luego, durante varios meses en 2016, payasos espeluznantes aterrorizaron a Estados Unidos.
Los reportes llegaron de al menos 10 estados diferentes. En Florida, payasos diabólicos fueron vistos al acecho a un lado de la carretera. En Carolina del Sur, según reportes, payasos intentaban atraer a mujeres y niños al bosque.
No está claro cuáles de estos incidentes fueron historias de payasadas y cuáles fueron realmente intentos de secuestro. Sin embargo, los perpetradores parecían aprovecharse del temor primario que tantos niños, y más que algunos pocos adultos, experimentan en presencia de los payasos.
La naturaleza de lo espeluznante
La psicología puede ayudar a explicar por qué los payasos, supuestos proveedores de bromas y chistes, a menudo terminan dándonos escalofríos.
Mi investigación fue el primer estudio empírico de lo espeluznante, y tuve el presentimiento de que sentirme asustado podría tener algo que ver con la ambigüedad, sobre no estar realmente seguro de cómo reaccionar ante una persona o situación.
Reclutamos a 1.341 voluntarios de entre 18 y 77 años para completar una encuesta en línea. En la primera sección de la encuesta, nuestros participantes calificaron la probabilidad de que una “persona espeluznante” hipotética exhibiera 44 comportamientos diferentes, como patrones inusuales de contacto visual o características físicas como tatuajes visibles. En la segunda sección de la encuesta, los participantes calificaron lo espeluznante de 21 ocupaciones diferentes, y en la tercera sección, simplemente enumeraron dos pasatiempos que pensaban que eran espeluznantes. En la sección final, los participantes explicaron cuánto estaban de acuerdo con 15 declaraciones sobre la naturaleza de las personas espeluznantes.
Los resultados indicaron que las personas que percibimos como espeluznantes tienen muchas más probabilidades de ser hombres que mujeres, que la imprevisibilidad es un componente importante de lo espeluznante y que los patrones inusuales de contacto visual y otros comportamientos no verbales activan en gran medida nuestros detectores de lo espeluznante.
Características físicas inusuales o extrañas, como ojos saltones, una sonrisa peculiar o dedos excesivamente largos nos nos hacen percibir por sí mismos a alguien como espeluznante. Pero la presencia de rasgos físicos extraños puede amplificar cualquier otra tendencia a lo espeluznante que la persona pueda exhibir, como dirigir constantemente las conversaciones hacia temas sexuales peculiares o no entender la política sobre llevar reptiles a la oficina.
Cuando le pedimos a la gente que calificara lo espeluznante de diferentes ocupaciones, los que llegaron a la parte más alta de la lista fue, lo adivinaron, los payasos.
Los resultados fueron consistentes con mi teoría de que “asustarse” es una respuesta a la ambigüedad de la amenaza y que es solo cuando nos enfrentamos a la incertidumbre sobre la amenaza que nos da escalofríos.
Por ejemplo, se consideraría grosero y extraño huir en medio de una conversación con alguien que está emitiendo una vibra espeluznante, pero que en realidad es inofensivo; al mismo tiempo, podría ser peligroso ignorar la propia intuición y relacionarse con ese individuo si, de hecho, resulta una amenaza. La ambivalencia te deja congelado en el lugar, revolcándote en la incomodidad.
Esta reacción podría ser adaptativa, una sensación que ha evolucionado en los humanos, por lo que ser “asustados” resultaría una forma de mantenerse vigilantes durante una situación que podría ser peligrosa.
Por qué los payasos activan nuestras alarmas
A la luz de los resultados de nuestro estudio, no es sorprendente que los encontremos espeluznantes.
Rami Nader es una psicóloga canadiense que estudia la coulrofobia, el miedo irracional a los payasos. Nader cree que la fobia a los payasos se alimenta del hecho de que estos usan maquillaje y disfraces que ocultan sus verdaderas identidades y sentimientos.
Esto es perfectamente consistente con mi hipótesis de que es la ambigüedad inherente que rodea a los payasos lo que los hace espeluznantes. Parecen felices, pero ¿lo son realmente? Y son traviesos, lo que pone a las personas constantemente en guardia. Las personas que interactúan con un payaso durante una de sus rutinas nunca saben si están a punto de recibir un pastelazo en la cara o si serán víctimas de alguna otra broma humillante. Las características físicas altamente inusuales del payaso (la peluca, la nariz roja, el maquillaje, la ropa extraña) solo aumentan la incertidumbre de lo que el payaso podría hacer a continuación.
Ciertamente hay otros tipos de personas que nos asustan: los taxidermistas y funerarios tienen una buena parte en el espectro de lo espeluznante. Pero tienen mucho trabajo por hacer si aspiran al nivel de escalofrío que atribuimos automáticamente a los payasos.
En otras palabras, tienen grandes zapatos qué llenar.
El autor Frank T. McAndrew es profesor de psicología de Cornelia H. Dudley en el Knox College de Illinois. Esta es una versión actualizada de su artículo que se publicó originalmente el 28 de septiembre de 2016.
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