Nota del editor: Frida Ghitis, exproductora y corresponsal de CNN, es columnista sobre temas internacionales. Colabora con frecuencia para la sección de opinión de CNN, para The Washington Post y es columnista para World Politics Review. Puede seguirla en Twitter en @fridaghitis. Las opiniones expresadas en este comentario son propias de la autora.
(CNN) – Es tentador archivar la noticia de que EE.UU. removió urgentemente a uno de sus espías más valiosos de la oficina del presidente de Rusia, Vladimir Putin, como otro asombroso desarrollo de la era Donald Trump. Pero esto merece prestar mayor atención. No fue solo otro momento “covfefe”, ni otra instancia de acontecimientos extraños que en cualquier otro gobierno provocarían una conmoción nacional pero que ahora aterrizan en la creciente pila de indignaciones diarias. Esto es diferente.
CNN informa que las agencias de inteligencia de EE.UU. —que habían cultivado una fuente secreta en el Kremlin durante años (décadas según algunos relatos), tanto que el agente se había acercado al presidente ruso Vladimir Putin como para poder enviar a la CIA fotos de documentos en el escritorio de Putin— tomaron la decisión de retirarlo. Lo hicieron en parte porque comenzaron a alarmarse por el manejo inapropiado que hacía el presidente de los secretos de estado, preocupados porque el riesgo a la fuente fuera tan grande que los beneficios que proporcionó a la seguridad nacional de EE.UU. tuvieran que ser sacrificados a fin de salvar la vida del agente.
Esto significa que el comportamiento del presidente es una amenaza tan clara que el país está teniendo que, en efecto, debilitar su propia seguridad para protegerse de las consecuencias de las acciones de Trump.
El gobierno señala que la crónica es “incorrecta”, y la CIA describe ciertas partes como “especulación desacertada”. Además, el New York Times dijo que según sus fuentes se extrajo al agente temiendo que la especulación de los medios sobre cómo se enteró la inteligencia de EE.UU. de que Putin había ordenado personalmente la interferencia del Kremlin en las elecciones de 2016 con el objeto de ayudar a Trump a ganar la presidencia pudiera exponer al espía.
Jim Sciutto, periodista de CNN, dice que habló con cinco fuentes gubernamentales, de las cuales alguna estuvo directamente involucrada en las discusiones. Todos los reportes coinciden en que la preocupación por la seguridad del agente surgió en 2016, y que fue extraído en 2017. Para entonces, Trump ya tenía impactantes antecedentes revelando información clasificada precisamente a las personas equivocadas, como a un hombre conocido como el máximo espía ruso entre los funcionarios de inteligencia de EE.UU., el entonces embajador ruso en Washington, Sergey Kislyak.
De cualquier modo, tres observaciones con respecto a este incidente señalan lo perturbador que debería ser esto para los estadounidenses.
Primero, la pérdida del agente es una noticia fantástica para Putin y una noticia funesta para Estados Unidos. El hombre que dirigía las operaciones de la CIA en Rusia, John Sipher, observó que reclutar y desarrollar una fuente a este nivel es extremadamente difícil, “puede ocurrir una vez en una generación, si es que ocurre”. Rusia sigue siendo un antagonista clave para EE.UU.– Robert Mueller, durante su testimonio ante el Congreso, dijo que la interferencia de Rusia en 2016 “no fue un intento único. Lo están haciendo mientras estamos aquí sentados. Y esperan hacerlo durante la próxima campaña”. Rusia ha interferido en las elecciones en múltiples países, incluso aliados estadounidenses, y se ha opuesto a muchos objetivos estratégicos vitales de EE.UU. en el mundo. La pérdida del espía fue un claro triunfo para el Kremlin, un enemigo de EE.UU., y una pérdida para Estados Unidos y sus amigos. El Kremlin ha negado que el espía estadounidense tuviera acceso a Putin.
Segundo, el manejo de Trump de la información clasificada es escandalosamente irresponsable. Según informa CNN, la decisión de remover al agente de Moscú se tomó finalmente después de una abrumadora reunión en la Casa Blanca en mayo de 2017. Ya resultaba asombroso que Donald Trump invitara al canciller de Rusia, Sergey Lavrov, y al Emb. Kislyak no solo a la Casa Blanca sino al santuario interno, la Oficina Oval, justo después de que funcionarios estadounidenses hubieran acusado a Moscú de atacar la democracia de EE.UU. Pero Trump reveló a sus invitados –una vez más, adversarios de EE.UU.— inteligencia altamente clasificada provista por Israel, sobre los planes de ISIS radicados en Siria de usar computadoras de mano para hacer explotar aviones de pasajeros. La revelación puso en peligro las fuentes israelíes en Siria, donde Putin es aliado del dictador Bashar al-Assad.
Ese es solo uno de los múltiples casos de información manejada erróneamente. Hace un par de semanas, Trump tuiteó lo que según expertos era una imagen clasificada de una prueba misilística iraní. Ha hecho otras divulgaciones inapropiadas de inteligencia clasificada.
Como presidente, Trump tiene el poder de desclasificar secretos, siempre que no lo haga con la intención deliberada de perjudicar a Estados Unidos. Como mínimo es indisciplinado y descuidado con los secretos de Estados Unidos. Ese patrón provee una explicación razonable para que los funcionarios de inteligencia hayan decidido que debían extraer al espía más valioso de Estados Unidos en Moscú.
Tercero, la relación y la actitud de Trump en cuanto a Putin siguen siendo extraña y perturbadora. Eso está abiertamente a la vista del público y no puede haber escapado a la atención de los funcionarios de inteligencia que tomaban la decisión de perder un acceso clandestino crítico al Kremlin.
Trump recibió información clasificada —que quizás incluía alguna mención de la existencia de ese espía— cuando le informaron sobre la interferencia de Rusia en las elecciones de 2016. Repetidas veces ha afirmado que no cree en las conclusiones de inteligencia de EE.UU. de que los rusos interfirieron, y el presidente dice que acepta la palabra de Putin, como lo hizo en esa vergonzante conferencia con Putin en Helsinki el año pasado.
Trump tiene afición por encontrarse en privado con Putin, y supuestamente por ocultar los contenidos de las conversaciones. Un par de meses después de que EE.UU. extrajera al espía de Moscú, Trump se reunió en forma privada con Putin en Hamburgo, durante una cumbre del G20. Después de ese encuentro, Trump exigió las notas de la intérprete. La conducta resulta perturbadora por si sola, pero cuando va combinada con el manejo de Trump de materiales clasificados, y con los antecedentes de Putin de interferir en el sistema político estadounidense para beneficio de Trump, las alarmas suenan mucho más fuertes.
La vida del exespía podría estar en peligro.
Exespías rusos ya han aparecido muertos en otros países, o sobrevivido a los intentos de asesinato de Rusia.
Para los estadounidenses, este es un momento escalofriante en un momento irreal. Los funcionarios de inteligencia de EE.UU. tenían muy buenas razones para preocuparse de la seguridad de un activo valiosísimo, a raíz de un resultado directo de quien ocupa la Oficina Oval. Trump, el presidente que prometió hacer que Estados Unidos se “cansara de perder”, le ha causado una enorme pérdida a la inteligencia nacional, una pérdida cuyas consecuencias son incognoscibles, incuantificables, pero cuyo impacto es claro: Estados Unidos es menos seguro.
(Traducción de Mariana Campos)