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Argentina

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Macri no cumplió con las expectativas

Por Pedro Brieger

Nota del autor: Pedro Brieger es un periodista y sociólogo argentino, autor de más de siete libros y colaborador en publicaciones sobre temas internacionales. Actualmente se desempeña como director de NODAL, un portal dedicado exclusivamente a las noticias de América Latina y el Caribe. Colaboró con diferentes medios nacionales como Clarín, El Cronista, La Nación, Página/12, Perfil y para revistas como Noticias, Somos, Le Monde Diplomatique y Panorama. A lo largo de su trayectoria Brieger ganó importantes premios por su labor informativa en la radio y televisión argentina.

(CNN Español) -- El contraste entre la salida de Mauricio Macri de la presidencia en la Argentina en 2019 y las expectativas que generó su llegada en 2015 es notable. Macri deja el país endeudado con el Fondo Monetario Internacional y con una pobreza de casi 36%, cuando uno de sus ejes de campaña había sido “pobreza cero”. Concluye su mandato de cuatro años con altos índices de inflación acumulada en 11 meses de este año -48,3%- a pesar de que había dicho que este tema durante su gobierno no sería un problema ya que -según sus propias palabras- “la inflación es la demostración de tu incapacidad para gobernar”. Como si esto fuera poco, Macri perdió en la primera vuelta electoral por 8 puntos y es uno de los pocos presidentes de la historia latinoamericana que no logra la reelección inmediata.

Cuando asumió en 2015, numerosos analistas lo presentaron como un dinámico líder con proyección regional y representante de una “nueva derecha” más liberal que parecía llevarse el mundo por delante y que podría ser una alternativa a los llamados “populismos”. La creación de un imaginario colectivo positivo era tal que uno de los periodistas más conocidos de la Argentina se atrevió a decir que tiene “algo de Nelson Mandela”, en alusión al líder carismático de Sudáfrica elogiado por su capacidad de negociar el fin del apartheid y lograr la pacificación en su país.

A nivel continental, y para diferenciarse de los 12 años de kirchnerismo, al poco tiempo de asumir pidió aplicar la “cláusula democrática” del Mercosur para suspender a Venezuela, y cuando Donald Trump asumió la presidencia de Estados Unidos, en enero de 2017, se sintió a sus anchas, enarbolando su antigua amistad con el mandatario de Estados Unidos, de cuando ambos eran exitosos empresarios, como si esto implicara un gran respaldo para ocupar un lugar de privilegio en el concierto de las naciones.

Sin embargo, para asumir un liderazgo internacional hace falta mucho más que una postura negativa respecto de un país o la amistad con el presidente de la primera potencia mundial. Hace falta un proyecto de integración regional, lo que -justamente- está en las antípodas del pensamiento de las derechas latinoamericanas; porque si hay algo que ha caracterizado a estas derechas es su alineamiento con Estados Unidos en lo económico, político y diplomático, en desmedro de los proyectos de integración regional, como se vio cuando apoyaron el Área de Libre Comercio de las Américas, el ALCA, el gran proyecto de Estados Unidos para toda América.  Más aún, si la corriente progresista había creado la UNASUR y la CELAC como dos organismos de integración, los sucesivos gobiernos de derecha los vaciaron de contenido hasta atomizarlos, con la clara intención de dejarlos morir para revitalizar la OEA, donde Estados Unidos juega un rol central.

El problema de las derechas latinoamericanas hoy es que el fracaso de Macri es un duro golpe para quienes pensaban que sería exitoso y podrían mostrarlo como un nuevo modelo a seguir.

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