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Donald Trump

Coronavirus

Análisis: Trump no puede lograr que Estados Unidos regrese a la normalidad… por más que lo intente

Por Gloria Borger, jefe analista política de CNN

(CNN) – Para Donald Trump, la adoración es como oxígeno. Así que debió haber experimentado una sensación placentera este domingo, sentado bajo la mirada bien iluminada de Abraham Lincoln, mientras opinaba libremente sobre su éxito en la lucha contra el coronavirus.

De hecho, se sentía tan bien que no pudo evitarlo: la prensa lo ha tratado peor que a Lincoln, nos dijo, en un intento poco convincente por explicar sus conductas de ataque hacia los periodistas. Ni un suspiro de su parte por los problemas que el presidente Lincoln realmente enfrentó al tratar de unir a un país dividido.

Tampoco es que eso hubiera marcado la diferencia de todos modos.

Trump está en una misión. Necesita avanzar, convencer al país de que ha guiado brillantemente a la nación a través de lo peor del covid-19, que encontrará una cura rápida, que el país se recuperará milagrosamente y que la vida volverá a la normalidad. Y todo rápido.

O, como lo escribió en un tuit durante este fin de semana: “¡Con optimismo, nuestro país se reparará pronto. Todos estamos extrañando nuestros mitines maravillosos, y muchas otras cosas!”.

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Como si los mitines fueran lo que la gente extraña.

No. Los mitines son lo que Trump extraña.

Estos eventos electorales se tratan de decir bravuconadas ante una multitud que lanza ovaciones, no de la empatía ante una nación ansiosa y afligida. Los mitines se refieren a consignas, no a informes de médicos y gobernadores que se apegan a la verdad y advierten sobre posibles rebotes de virus.

Los eventos políticos son lo opuesto a los funerales.

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Debe ser difícil para Trump. El experto en cambiar de tema, según una fuente bien informada, solo quiere que todo desaparezca. Y está teniendo problemas para convencer a la nación de que lo logrará.

Denle algo de crédito, está trabajando duro en eso. Por ejemplo: China es el único culpable aquí y él lo demostrará. Él estaba atento a finales de enero y salvó vidas. (Eso todavía no explica por qué minimizó la amenaza hasta marzo). Miren a los gobernadores si quieren culpar a alguien. Y miren a sus predecesores.

Ya entiendes la idea: cuando estés en problemas, busca culpables o explicaciones extrañas.

No es un manual complicado. Trump nos dijo que él es el porrista, el animador, lo que realmente significa que quiere llevarse el crédito por las buenas noticias y ninguna responsabilidad de las malas noticias. Él es el salvador, en su propia mente.

De manera que, incluso cuando el presidente se ve obligado a revisar el número de muertes (las cifras son las cifras), puede decir: “Vamos a perder entre 75, 80 y hasta 100.000 personas. Eso es algo horrible... Esto debería han sido detenido en China... Pero si no lo hiciéramos [cerrar la economía], lo mínimo que habríamos perdido es 1,2 millones, 1,4, 1,5... es posible que sea más alto que 2,2 millones”. Solo busca el lado positivo y crédito en todas partes.

Como si eso fuera poco, lo que enfurece a Trump es que el público no asienta con la cabeza al unísono, tal vez porque este virus en realidad se trata de ellos mismos. Cuando Trump se hizo cargo de las sesiones informativas –ahora extintas– del grupo de trabajo de coronavirus, el público vio al presidente en todo su esplendor, lleno de agravio y enojo. Y, según una encuesta reciente de Centro de Investigaciones Pew, alrededor del 80% del público ahora lo ve como egocéntrico; solo el 32% como “moralmente respetuoso”.

Tal vez sea porque, cuando se le preguntó sobre las veces que había hablado con familias que han perdido a sus seres queridos, él reconoció que solo ha conversado con “tres, quizás supongo que cuatro familias no relacionadas conmigo” y eso “es una muerte grave”. Qué conmovedor.

Las personas tampoco se siente mal por el presidente, quien se queja constantemente acerca de cómo ha perdido su gran economía cuando ellas perdieron sus medios de vida. El mismo hombre que le dijo al país que 15 casos llegarían a cero o que el clima mataría al virus. Esos momentos importan y no se olvidan fácilmente. Sobre todo ahora que el propio gobierno pronostica que a principios de junio unas 3.000 personas morirán cada día por el coronavirus, según documentos obtenidos por el diario The New York Times.

Cualquiera que sean los números, esto es cierto: Donald Trump extraña la adoración, los mitines, las multitudes. Así que él finge que las cosas son geniales cuando no lo son, como si eso pronto pudiera abrir el camino hacia su feliz normalidad. Y cuando se sienta debajo del gran Abraham Lincoln, que sufrió para unir a una nación dividida, por supuesto ve su propio dilema.

Mientras, el público se preocupa por su propio futuro, no por el de él.