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Coronavirus

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OPINIÓN Coronavirus: los pobres también tienen miedo

Por Pedro Brieger

Nota del editor: Pedro Brieger es un periodista y sociólogo argentino, autor de varios libros sobre temas internacionales y colaborador en publicaciones de diferentes países. Es profesor de sociología en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Director de NODAL, un portal dedicado exclusivamente a las noticias de América Latina y el Caribe. En la actualidad es columnista de TV en la cadena argentina C5N y en el programa "En la frontera" de PúblicoTV (España) y en programas de radio de las señales argentinas Radio10, La Red, La Tribu y LT9-Santa Fé. A lo largo de su trayectoria Brieger ganó importantes premios por su labor informativa en la radio y televisión argentina.

(CNN Español) -- Uno de los problemas que generó la pandemia es el aislamiento y la necesidad de millones de personas de salir a trabajar. La mayor parte de la población no tiene acceso al llamado teletrabajo y -como es sabido- en todos los países de América Latina existe la economía informal, caracterizada por la subsistencia diaria.

Millones de personas dejan sus hogares bien temprano en la madrugada para trabajar y dependen de los ingresos del día, ya que no cuentan con un salario fijo ni reaseguro de que a fin de mes podrán cobrar un sueldo. Millones de personas en Argentina, Brasil, México o Perú pueblan mercados populares al aire libre, donde venden desde ropa hasta teléfonos, mientras a su lado hay otras que cocinan para alimentar a quienes trabajan en las calles o caminan por ellas. Si no trabajan, no tienen ingresos, y si no tienen ingresos, no comen. Esta es una realidad de larga data.

Uno de los argumentos de quienes insisten en acabar lo antes posible con el aislamiento social y las cuarentenas es que la gente más pobre tiene necesidades urgentes. De manera cruda lo señaló el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, cuando insistió en que había que reabrir la economía del país, pues si no “quien se queda en su casa parado va a morir de hambre”. Claro que, como mandatario, tiene los elementos para evitar que esto suceda.

Si bien es cierto que hoy, a raíz de la pandemia, hay angustia y desesperación entre las personas que viven “al día”, a veces se las trata como si su única preocupación fuera salir a trabajar a cualquier precio. Se las subestima, como si no les importara el coronavirus o como si fueran personas inconscientes e ignorantes, alejadas de la terrible realidad.

La gente pobre también tiene miedo. Un miedo acumulado y, muchas veces, ignorado. Tienen miedo cuando toman agua que no es potable o está contaminada y saben que les afectará la salud. Tienen miedo si el piso de su vivienda es de tierra porque saben que se transmiten enfermedades como el mal de Chagas o el dengue, por los mosquitos que se reproducen en aguas estancadas.

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Tienen miedo y sufren cuando se les muere una criatura por falta de atención médica. Tienen miedo cuando caminan por su barriada de noche y sin luz porque pobres roban a pobres. Le tienen miedo al maltrato habitual de la policía o del ejército. Tienen miedo cuando salen a las calles y las personas de una mejor condición social les temen porque le temen al pobre. Aunque no conozcan el neologismo “aporofobia” (miedo al pobre), lo viven a diario. Está a flor de piel.

La lista de miedos que tienen quienes viven en la pobreza es interminable. Y ahora también le tienen miedo al coronavirus, porque no hace falta tener un doctorado de Harvard para saber que —como todas las enfermedades— esta pandemia tiene un mayor impacto en la gente más pobre.