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Nota del editor: Frida Ghitis, exproductora y corresponsal de CNN, es colaboradora frecuente de opinión de CNN y columnista del Washington Post y del World Politics Review. Síguela en Twitter @fridaghitis. Las opiniones expresadas en este comentario son propias de la autora. Lea más opinión en CNNe.com/opinión.

(CNN) – “El mundo nos va a respetar nuevamente”, prometió Donald Trump en 2016 mientras hacía campaña por la presidencia, “créanme”. El mundo, dijo, se está “riendo de nosotros”, pero eso cambiará “cuando sea presidente”.

Ahora el mundo ha tenido la oportunidad de ver a EE.UU. bajo el presidente Trump y los signos de respeto son casi imposibles de encontrar.

De hecho, la evidencia de que los enemigos de EE.UU. han perdido el respeto por la única superpotencia del mundo están en todas partes, y se están volviendo más problemáticos con cada día que pasa, lo que plantea la cuestión de cuán seguro está EE.UU. en este momento crucial de la historia.

¿Quién teme a EE.UU. Resulta que los que tienen miedo de EE.UU. son sus amigos, preocupados por la fiabilidad de Washington como aliado. En cuanto a los enemigos y rivales, están enviando señales inequívocas de que ahora ven a Washington como un gatito que ocasionalmente finge rugir.

Ese es el resultado predecible de más de tres años de Trump alabando a los peores dictadores del mundo mientras maltrata a algunos de los aliados más cercanos de EE.UU.

¿Es de extrañar, entonces, que China y Rusia estén actuando con descarado desprecio por EE.UU.? Después de años de escuchar a Trump defender al presidente ruso Vladimir Putin, tomar su palabra sobre la de sus propios expertos en seguridad y hacer caso omiso de las advertencias bipartidistas sobre la amenaza de Rusia, ahora parece que los matones de Putin han estado organizando la muerte de soldados estadounidenses en Afganistán.

Tanto Trump como Rusia dicen que la historia es falsa, pero varias organizaciones de noticias están publicando cada vez más información. Tal operación podría haber sido demasiado arriesgada para Moscú bajo cualquier otro presidente de EE.UU. Pero, de alguna manera, el Kremlin aparentemente no esperaba una reacción fuerte -una apuesta arriesgada-, pero parece que el posible inconveniente,  no se ha materializado.

Putin también eligió este momento para celebrar un referéndum que le permita seguir siendo presidente de Rusia de forma indefinida (como Xi ahora puede hacer), una medida tan reñida con la democracia que uno puede imaginarse a cualquier otra administración de EE.UU. denunciándola contundentemente.

Beijing está pisoteando los intereses estadounidenses y de sus amigos, como si Washington simplemente no existiera; como si el país más poderoso del mundo pudiera ser ignorado con seguridad.

China ha decidido ignorar esencialmente el compromiso que hizo con el pueblo de Hong Kong, con el Reino Unido y con el resto del mundo hace 23 años, cuando el Reino Unido transfirió el control del territorio a China bajo la promesa de que Beijing mantendría el sistema de Hong Kong, incluidas muchas de sus libertades democráticas, en vigor durante 50 años.

El 1 de julio, aniversario del traspaso, China oficializó su decisión de aplastar a las fuerzas democráticas en Hong Kong, poniendo en efecto una nueva ley de seguridad de largo alcance y redacción vaga.

La gente de Hong Kong, por millones, se había manifestado el año pasado contra una ley mucho menos draconiana, con la esperanza de preservar sus libertades. A China no le importó que EE.UU. expresara su apoyo a su causa. Arrestó a cientos de personas el primer día que entró en vigor la ley.

Sin importar los aranceles estadounidenses o los epítetos relacionados con la pandemia, Beijing conoce a Trump y, por lo tanto, ve a EE.UU. como un tigre de papel.

Es por eso que Beijing ha estado acosando a los amigos de EE.UU. en toda Asia. Las fuerzas militares chinas han cruzado una frontera en disputa con India, en lo alto del Himalaya, enfrentando a las fuerzas militares de la India en la peor confrontación en años, que ha dejado docenas de muertos.

Taiwán, que se autogobierna pero que China reclama como su propio territorio, ha estado soportando fuertes intentos de intimidación por parte de Beijing. Los taiwaneses miran a Hong Kong y temen por su propio futuro, y China se suma a esos temores con asaltos verbales y vuelos militares sobre el espacio aéreo taiwanés.

El líder chino Xi Jinping simplemente no está preocupado por lo que Trump pueda hacer. El presidente de EE.UU., con su debilidad por los dictadores, ha pasado los últimos tres años expresando admiración, respeto e incluso envidia por el líder chino que podría permanecer en el cargo por el resto de su vida.

Según John Bolton, exasesor de seguridad nacional de Trump, Trump le pidió a Xi que lo ayudara a ganar las elecciones de 2020. Trump lo niega, pero le pidió públicamente a China que investigara al vicepresidente Joe Biden, su rival demócrata. Si Trump hizo otras solicitudes privadas de Xi, le entregó a China los medios para influir en la política estadounidense a cambio de su silencio sobre esa conversación.

Incluso Kim Jong Un, de Corea del Norte, está entrando en el juego, demostrando que todos sienten que pueden amenazar a EE.UU. y sus aliados sin temor a las consecuencias. El dictador sediento de sangre que coprotagonizó con Trump uno de los melodramas de política exterior más crueles de esta administración, rematado con el intercambio de “cartas de amor”, parece estar amenazando a EE.UU. con armas nucleares. La agencia estatal de noticias norcoreana acaba de decir que “la única opción que queda” es “contrarrestar las armas nucleares con armas nucleares”.

Ante la atenuada perspectiva de la reelección de Trump, la Unión Europea, en su reapertura gradual después de controlar la pandemia, no tuvo miedo de dar el paso razonable, aunque no muy cortés, y prohibir la entrada a los estadounidenses.

Y en Israel, el primer ministro Benjamin Netanyahu, está buscando maneras de superar la condena internacional y anexar una parte de la Rivera Occidental, por temor a que la puerta se cierre ante la perspectiva de otro mandato de Trump en la Casa Blanca.

Turquía ha estado lanzando ataques aéreos que amenazan a civiles yazidíes en el norte de Iraq, según funcionarios estadounidenses, y puede estar realizando una limpieza étnica contra los kurdos en Siria. Pero no tiene nada que temer de esta administración.

Si bien los aliados estadounidenses se preocupan por lo que le está sucediendo a EE.UU., sus enemigos ven más margen de maniobra que en el pasado. También están preocupados de que EE.UU. tenga pronto una nueva administración y ahora es el momento de actuar: hacerse cargo de Hong Kong, ayudar a expulsar a EE.UU. de Afganistán. Y mientras tanto, Trump observa cómo sus posibilidades de reelección disminuyen.

Es una combinación explosiva, un presidente cada vez más desesperado, que ha demostrado que está dispuesto a hacer casi cualquier cosa para ganar votos y un mundo donde los rivales no temen a Estados Unidos. El respeto por Estados Unidos claramente no ha mejorado. Es un tiempo peligroso.