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Inmigrantes indocumentados

OPINIÓN | Pedagogía de los indocumentados

Por Octavio Pescador

Nota del editor: Octavio Pescador es profesor de la Universidad de California en Los Ángeles. Especialista en estudios latinoamericanos.

(CNN Español) -- La historia nos muestra que luchar por la libertad y la justicia es parte esencial de la humanidad. Un proceso continuo, inagotable que se define conforme al entorno de los actores que buscan alcanzar dichos ideales; los líderes revolucionarios se erigen como héroes ante los ojos de quienes aspiran a ser libres, escapar la opresión y vivir mejor. Los libertadores les dan esperanza, los hacen visibles, escuchan su voz, hablan su lengua, viven en comunión con su gente. Los fieles, sedientos de dignidad, agradecen con devoción la posibilidad de recuperar su humanidad--lo que antes de la revolución les parecía imposible.

Los insurgentes de hoy no manejan fusiles y batallones sino celulares y audiencias. La era digital distribuye, multiplica y populariza el liderazgo; abre espacios mediáticos -el cuarto poder- a los discursos marginales; expedita la rendición de cuentas en sectores públicos y privados; articula apoyos para individuos y causas otrora invisibles; y detona movilizaciones sociales inmediatas, itinerantes y acéfalas. El quinto poder ha brindado a la comunidad negra la evidencia e ímpetu para que su pugna por el respeto a su vida se torne en una causa universal, quebrantando estructuras opresoras simbólica y empíricamente. No sabemos qué tan lejos llegará el movimiento o si rendirá frutos concretos de forma generalizada a nivel local, municipal, estatal y nacional pero es indudable que han logrado concientizar a la sociedad.

El mayor obstáculo para lograr la concientización de la sociedad estadounidense en favor de la libertad y justicia para los indocumentados es semiótico. ¿Cómo entablar un diálogo entre quienes hablan idiomas distintos? ¿Cómo persuadir a “influencers” con audiencias “no-latinxs” para promover la causa? ¿Cómo derribar barreras institucionales para ser libre y vivir mejor cuando se vive bajo persecución? Se tendrá que lograr soñando, comunicando y votando. En ello radica la importancia de defender, mejorar, y expandir el DACA. Los soñadores se saben capaces de transformar la realidad y reivindicar la importancia económica de quienes ofertan su trabajo a un costo menor de lo que se les tendría que pagar en el mercado formal. La juventud soñadora se erige con la dignidad por derechos conferidos por el trabajo, conquistando el respeto y solidaridad social.

Es altamente gratificante ver la claridad intelectual y fortaleza espiritual de la juventud soñadora, particularmente de quienes se liberaron de la opresión que viven los “Mexicans” en EEUU. La cotidianidad nativista y esencia supremacista de la sociedad estadounidense hiere a la niñez “latinx” (sea o no de origen mexicano) desde antes de entrar al sistema educativo. Los niños ya están marcados antes de empezar a aprender; en muchos casos sus padres no les pueden transferir capital cultural por no hablar inglés y/o estar empleados en tres turnos; y sus maestros no cuentan con herramientas didácticas que les ayuden a sanar las heridas no visibles y adecuar cultural y lingüísticamente los procesos de aprendizaje.

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Al igual que en América Latina, la jerarquización social es particularmente opresora con quienes tienen raíces indígenas discernibles. Las imágenes/arquetipos de inteligencia y autoridad omnipresentes en los medios (y estructuras sociales) los excluyen a priori y, en algunos casos, hieren su autoestima de por vida haciéndoles avergonzarse de su origen o, en casos extremos, repudiar su identidad y su lengua. Algunos de ellos se refugian de sí mismos integrándose a organizaciones antiinmigrantes radicales y respaldando leyes y acciones punitivas y crueles.

La pedagogía de los indocumentados materializa los sueños, difunde la riqueza cultural, y moviliza el apoyo de la gente; permite a los estudiantes verse en el currículum con modelos de liderazgo, heroísmo, y éxito “latinx”, inmigrante, indocumentado. Les invita a usar el lenguaje de su hogar -más allá del idioma (bilingüismo)- haciéndolo el eje de su aprendizaje, narrando las historias de sus padres, abuelos y comunidades. Cuando los educandos se identifican con los materiales y procesos de aprendizaje pueden leerse e inscribirse en el mundo como sujetos libres creando su historia, dejando de ser objetos de las historias creadas por otros. Al estudiar sus raíces e identidad dejan de ser silenciados y difunden su herencia cultural traduciéndola al lenguaje y entorno en el que se encuentren.

Todavía hay mucho trabajo por realizar para abatir el rezago educativo entre “latinxs” (ej. deserción y titulación) y cerrar la brecha de aprovechamiento en relación a estudiantes de otras razas y estratos socioeconómicos. Sin embargo, la docencia humanista ha forjado el liderazgo del movimiento soñador de integración social, cultural y política. Campesinos, cocineros y jardineros se enorgullecen de los títulos universitarios de sus hijos. Los líderes soñadores son creadores, no violadores; jamás serán separados de su progenie cultural; seguirán abriendo jaulas y ganando voluntades y elecciones. Los líderes soñadores son imbatibles, no ilegales. Ni la xenofobia, ni la adversidad extinguirán su causa.

A todos los que pensamos que es posible crear un mundo donde sea más fácil amar que odiar nos corresponde apoyar a los soñadores. Reflejemos nuestra solidaridad apoyando organizaciones pro-inmigrantes, aportando recursos a las recaudaciones de fondos para becas y defensoría legal, brindando un saludo respetuoso a quienes nunca lo reciben; aquellos que, discretos, trabajan arduamente en la condiciones más adversas y, como lo ha mostrado la pandemia de covid-19 claramente, arriesgando su vida para que otros coman y duerman tranquilos. Manifestemos nuestro apoyo en la redes sociales de forma congruente y perseverante para que las tendencias de respaldo surjan de la concientización y no de las modas; alentemos las movilizaciones que busquen la inclusión en las estructuras que pueden transformar las leyes e instituciones no solo hacer cambios simbólicos; logremos que los que no conocen a los soñadores se enamoren de ellos como si fueran sus hijos.