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Nota del editor: Erin Bromage es profesor asociado de biología en la Universidad de Massachusetts Dartmouth. Su investigación se centra en la evolución del sistema inmunológico y en cómo los animales se defienden de la infección. Sígalo en Twitter en @ErinBromage. Las opiniones expresadas son suyas. Vea más artículos de opinión en CNNe.com/opinión.

(CNN) – La semana pasada, me sentí realmente frustrado por el estado actual de la pandemia. Fue por algo tonto.

Soy entrenador de fútbol juvenil. Me encanta ayudar a mis jugadores a desarrollar sus habilidades y observar la alegría que tienen al jugar. Después de perder toda la temporada de primavera debido a la pandemia, me emocionó cuando el estado nos dio el visto bueno para reanudar el entrenamiento de nuestros equipos. El entrenamiento fue un poco diferente: distanciamiento físico, sin barridas, grupos limitados, pero estábamos de vuelta en el campo, en nuestro lugar feliz.

En el primer día de entrenamiento se podía ver en las caras de los jugadores lo emocionados que estaban de ver a sus amigos. Qué felices estaban de tener una pelota a sus pies. Nada ha cambiado en las últimas dos semanas de entrenamiento: ellos (y yo) estamos encantados de estar allí. Y todos sabíamos que este entrenamiento físicamente distanciado era solo un problema en el tiempo. Massachusetts ha cumplido increíblemente bien con la disminución de casos, y todos los entrenadores (y yo) creíamos que el 6 de julio se levantarían las restricciones y comenzarían el entrenamiento y los juegos normales.

Pero no obtuvimos la luz verde. El estado determinó que algunos deportes de equipo, incluido el fútbol, tenían alto riesgo de contagio. Nuestro regreso al juego real se ha detenido, aparentemente de manera indefinida.

Al aire libre, el virus puede perderse en el aire, haciendo que las actividades sean algo más seguras. El fútbol tiene algunas interacciones de corto alcance, pero, debido a que los jugadores juegan una posición específica, no hay tantas interacciones. Y todos hemos escuchado que los niños no son tan propensos como los adultos a tener complicaciones severas por la infección.

El único con mayor riesgo de sufrir resultados graves aquí soy yo… ya saben, el viejo. Pero los entrenadores pueden distanciarse en el campo. No necesitan jugadores en un grupo. ¡Podemos hacer esto con seguridad!

Estaba loco.

Pero luego, un amigo de confianza preguntó qué pasaría si reanudar el deporte juvenil en equipo aumenta las infecciones en la comunidad. ¿Qué pasaría si ese aumento en las infecciones resultara en que las escuelas no puedan abrir porque la transmisión comunitaria aumentó? ¿Cuál es más importante para mí? ¿Reapertura de escuelas o deportes juveniles?

Mi respuesta: ¡quiero los dos! Apuesto a aquellos de ustedes que son padres también.

Toda esta pandemia es un enigma. No hay soluciones fáciles, solo compensaciones.

Sin importar las precauciones que tomemos dentro de un salón de clases, no podemos abrir las escuelas si hay una transmisión comunitaria significativa. Punto.

Incluso en países donde los casos diarios son bajos, las escuelas se están convirtiendo en un epicentro de los brotes de la comunidad, y terminan impregnando a toda la comunidad en general.

En Australia, donde reportaron solo entre 10 y 20 casos nuevos por día durante la mayor parte de junio, un brote en una escuela se extendió entre maestros y estudiantes, y luego se extendió a la comunidad. Para el 9 de julio, el brote incluyó a 58 estudiantes, 21 empleados y 14 hogares, un total de 119 nuevas infecciones, y el número crece diariamente. Por este brote, y otros que se desarrollan alrededor de Melbourne, cerraron una ciudad de 4,5 millones de habitantes durante las próximas seis semanas para suprimir el brote.

Hay una historia similar en Israel, donde los funcionarios cerraron nueve escuelas y pusieron en cuarentena a casi 7.000 personas después de que 244 personas, entre estudiantes y personal, fueran infectados con SARS-CoV-2, el virus que causa las infecciones por covid-19. El doctor Udi Kliner, el principal funcionario del Ministerio de Salud en Israel que testificó ante el Parlamento israelí el 7 de julio, dijo: “Las escuelas, no los restaurantes o gimnasios, resultaron ser los peores establecimientos de infección del país”. Los miembros del gabinete de Israel han sugerido que un segundo cierre del país podría ya ser inevitable.

Si abrimos las escuelas, pero no de manera segura, las ramificaciones se extenderán en nuestras comunidades mucho más allá del patio de recreo.

Debemos comenzar por reducir la transmisión comunitaria. Debemos tener muy pocos casos nuevos en nuestros distritos escolares. En promedio, en cada escuela pública de los Estados Unidos hay 576 estudiantes. Si estamos viendo una incidencia a nivel comunitario de SARS-CoV-2 de entre 1 y 2%, como estamos observando actualmente en algunos de nuestros puntos críticos de contagio, entonces entre 6 y 11 estudiantes que asisten a una escuela pública típica tendrán una infección activa, que podría ser pasada a sus compañeros y profesores de la escuela.

Debemos invertir en la infraestructura de nuestras escuelas. Décadas de presupuestos reducidos y mandatos educativos no financiados han llevado a descuidar los edificios de nuestras escuelas. Este mantenimiento diferido, especialmente de los sistemas de climatización de las escuelas, debe abordarse de inmediato. La calidad del aire dentro de nuestras aulas ayudará a determinar qué tan eficientemente se mueve el virus entre individuos susceptibles y, a su vez, cuántas personas se infectan. Debemos priorizar la mejora de la calidad, al traer más aire fresco dentro de nuestras aulas, y mejorar la filtración de aire. ¡Debemos hacer que nuestros edificios sean saludables!

El enfoque de edificios saludables para abordar el covid-19 en las escuelas ha sido encabezado por el doctor Joseph Allen en la Escuela de Salud Pública de Harvard TH Chan. El doctor Allen y su equipo publicaron una guía para ayudar a las escuelas a reducir los riesgos de infección por SARS-CoV-2 cuando vuelvan a abrir. Esta es una guía de lectura obligatoria para los comités de reapertura de escuelas. Sin embargo, para implementar algunas de estas sugerencias de infraestructura establecidas en la guía, se necesitan inversiones de capital. El gobierno federal ha proporcionado rescates para empresas y particulares, pero si queremos que las escuelas vuelvan a abrir en otoño, es hora de invertir en nuestras escuelas.

Si hay infecciones comunitarias en su área, las máscaras son obligatorias. Sabemos que las máscaras reducen las emisiones de gotitas respiratorias. Las máscaras son nuestra primera línea de defensa para detener el virus en su origen. A nadie le gusta usarlos, pero son importantes para detener la transmisión del virus en interiores. Para los niños pequeños, la comodidad de la máscara es más importante que el tipo de máscara. Encuentre una que sea cómoda y que su hijo no tenga que reajustarse con frecuencia. Para los estudiantes y maestros mayores, las máscaras de mayor calidad son imprescindibles: dos capas de tela son mejores que una, y las máscaras quirúrgicas son mejores.

Invertir en la facultad y la seguridad del personal. Ya hay suficientes maestros que se preocupan por su salud y no regresarán este año a las aulas de nuestros hijos. No hay un grupo de maestros de respaldo listo para saltar a las aulas si los actuales se infectan. Si los maestros y el personal se contagian y enferman, estarán fuera del aula durante al menos tres semanas. Algunos morirán. Cuando las personas eligieron esta carrera, nunca acordaron arriesgar sus vidas para enseñar a nuestros hijos durante una pandemia.

Tenemos que proteger a los maestros que eligen regresar. Los docentes necesitan capacitación básica en control de infecciones, menos estudiantes y más apoyo de su administración, y necesitan que se les proporcione el equipo de protección personal adecuado para que puedan hacer su trabajo con riesgos mínimos para su salud.

Hay una multitud de cosas que deben considerarse para la seguridad escolar durante una pandemia, que se explican en detalle en la guía de los CDC y la Guía de Escuelas para la Salud. De vital importancia es la salud de 56 millones de niños a los que se les pide que regresen a las aulas en el otoño.

La enfermedad provocada por el covid-19 en los niños en edad escolar puede ser rara, pero esa razón por sí sola no es suficiente para reiniciar las escuelas sin haber implementado todas las protecciones necesarias para crear un lugar de trabajo seguro. Ahora hay investigaciones que muestran que las escuelas están aumentando las tasas de infección en la comunidad y debemos hacer nuestra parte para asegurarnos de que los establecimientos sean seguros para todos los que caminan por esos pasillos.

Esto significa que debemos presionar a las autoridades locales, estatales y federales para que proporcionen los recursos necesarios para la seguridad de las escuelas. Y nosotros, incluso los entrenadores juveniles, debemos hacer nuestra parte para asegurar que las tasas de infección de la comunidad sean lo suficientemente bajas como para permitir que nuestros niños y sus maestros ingresen al semestre de otoño con confianza.