Nota del editor: Silvina Moschini es emprendedora especializada en la transformación digital del mundo del trabajo. Es fundadora y presidente de TransparentBusiness, una plataforma que permite gestionar equipos remotos de forma transparente. Además, es fundadora y presidenta ejecutiva de SheWorks!, una tienda virtual para contratar mujeres profesionales con modelos flexibles. Las opiniones expresadas en este comentario pertenecen exclusivamente a la autora. Ver más artículos de opinión en CNNE.com/opinion
(CNN Español) – En tiempos volátiles, el emprendimiento cobra fuerza. La pandemia de covid-19 impuso la modalidad del trabajo remoto que fomenta, entre otras cosas, la creatividad y el cuentapropismo. Si a esto le sumamos un contexto en donde nada y todo es posible al mismo tiempo, es esperable que sean cada vez más los que se animan a emprender. Lo novedoso es que este año crecieron los emprendimientos liderados por mujeres.
El 19 de noviembre se celebra el Día Internacional de la Mujer Emprendedora, declarado por la ONU, una iniciativa que impulsa el empoderamiento empresarial y financiero femenino. Si tradicionalmente las mujeres encuentran más impedimentos que los hombres a la hora de emprender -solo el 2% del capital de riesgo invertido va a emprendedoras, según datos de la empresa PitchBook y la organización AllRaise, y apenas 0,4% de los fondos en capital de riesgo se destina a startups o empresas emergentes lideradas por latinoamericanas, según el estudio ProjectDiane- este cambio de tendencia podría anticipar un futuro más equitativo.
Los primeros meses de la pandemia fueron muy difíciles para todos. El cierre de los negocios y la vuelta al hogar fue un golpe de consideración para la economía mundial. Sus efectos se notarán por un buen tiempo, aún cuando algunas regiones empiezan a normalizar sus rutinas y se asoma en el horizonte la esperanza de una vacuna.
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Para las mujeres fue un desafío especial, sobre todo porque son mayoría entre el personal sanitario que trabaja en primera línea. Pero también porque muchas, como yo, debemos hacer compatible la profesión con el cuidado del hogar. Un factor adicional de desigualdad es que el 58% de las mujeres trabaja en la economía informal, donde la crisis ha golpeado más fuerte a las mujeres que a los hombres.
En los países en desarrollo, el emprendimiento es una salida laboral. Armar un microemprendimiento que se puede gerenciar desde una computadora es una alternativa a la falta de trabajo formal. Y, sin embargo, no es la pequeña escala lo que explica el surgimiento de los emprendimientos femeninos, sino el estilo de liderazgo femenino. Un liderazgo intuitivo y receptivo, asertivo pero inclusivo, del que dieron ejemplo los gobiernos de Nueva Zelandia, Alemania, Islandia y Dinamarca, los que mejor han manejado la crisis de la pandemia y que están, justamente, a cargo de mujeres.
Pero invertir en mujeres es, sobre todo, un buen negocio si consideramos que, por cada dólar invertido en ellas, se generan 78 centavos de ganancia contra los 31 centavos que brindan los emprendimientos masculinos, según un estudio de Boston Consulting Group. Además, las empresas emergentes fundadas por mujeres tienden a obtener liquidez para sus accionistas más rápido que aquellos lideradas por hombres, dice Pitchbook. Y, finalmente, invertir en mujeres es una manera inteligente de colaborar con uno de los 17 objetivos de desarrollo sostenible que la Organización de Naciones Unidas (ONU) propone para 2030. Porque las compañías que tienen al menos una mujer en su directorio, contratan 2,5 más mujeres que una dirigida exclusivamente por hombres, según Kauffman Fellows.
Apoyar ahora el emprendimiento femenino es crucial para el empoderamiento de las mujeres y para zanjar, de una vez, tantos años de inequidad. Porque los momentos bisagra de la historia contienen la semilla de una nueva realidad, y esta es una oportunidad dorada para construir una economía que funcione mejor para más personas, independientemente de su identidad sexual o del lugar donde les tocó nacer. Porque, después de todo, el talento no tiene género.