(CNN) – Ellos pueden ser algunas de las últimas personas en el mundo a las que afectó la pandemia.
Un equipo de investigadores de cuatro personas viajó al atolón Kure, un atolón remoto en el océano Pacífico que se encuentra a más de 2.000 km de Honolulu, Hawai, en febrero.
Para cuando regresaron a Hawai, el mundo era un lugar diferente. Un mundo devastado por un virus que ha diezmado negocios, sobrecargado los sistemas de salud y forzado nuevas reglas sobre distanciamiento social y uso de mascarillas.
Durante los ocho meses que el equipo pasó en el atolón, no tenían televisión, no tenían servicio celular y su acceso a Internet era limitado. En su lugar, confiaban en los correos electrónicos ocasionales de amigos y familiares para mantenerse al día con el mundo exterior.
“Definitivamente había escuchado algunas cosas al respecto”, dijo a CNN el miembro del equipo Matthew Butschek II, de 26 años. “Pero entre otras enfermedades como el SARS y la gripe porcina, pensé: ‘Es solo la siguiente. Nada grande’. Realmente pensé que ya habría pasado para cuando llegáramos a casa”, explicó.
Estaba equivocado.
La isla es hogar de miles de aves… y de ningún ser humano
Con una extensión de apenas 10 km aproximadamente, el atolón Kure se encuentra en el borde de las deshabitadas islas de Sotavento. Es un santuario de vida silvestre administrado por el Departamento de Tierras y Recursos Naturales del estado de Hawai. Y es hogar de cientos de aves marinas y focas en peligro de extinción. No vive ningún humano allí.
Cada año, el estado envía dos equipos al atolón Kure en un esquema rotativo para realizar investigaciones sobre el ecosistema de la isla.
Los equipos ayudan a mantener el santuario de vida silvestre. Limpian los escombros, atienden a las numerosas especies de aves en peligro de extinción que viven en el área y eliminan la verbesina encelioides (golden crown beard), una especie de planta invasora que ha estado causando estragos en el atolón.
Matthew Saunter, de 35 años, el líder de campo del equipo más reciente, ha estado en la isla unas nueve veces. Dijo que los investigadores voluntarios se sienten atraídos por la promesa de un aislamiento completo.
“Es como una mancha en medio del océano”, dijo Saunter a CNN. “Podríamos recibir mensajes del mundo exterior dos o tres veces al día. Ese definitivamente puede ser su atractivo”, contó.
Su único acceso al mundo exterior era una dirección de correo electrónico compartida
Este equipo en particular esperaba partir hacia el atolón Kure en marzo para intercambiarse con el equipo anterior, pero terminaron saliendo antes, en febrero. También se quedaron un mes más tarde de lo programado originalmente y los relevó el siguiente equipo a fines de octubre.
En lugar de recibir mensajes en sus correos electrónicos personales, el equipo compartió una dirección de correo electrónico que amigos y familiares podrían usar para comunicarse con ellos. Era el único acceso a Internet que tenían.
“Realmente se sentía tan lejos”, dijo a CNN Charlie Thomas, un miembro del equipo de 18 años. “Solo había visto algunas cosas en las noticias. Recuerdo haber volado a Honolulu (en febrero) al mismo tiempo que llegaba otro vuelo de Japón. Todos en ese avión llevaban mascarillas”, cuenta.
Por los mensajes que recibieron de amigos y familiares, el equipo sabía lo que estaba pasando en el mundo. Pero escuchar sobre una pandemia es muy diferente a experimentarla de primera mano.
Por tanto, no tenían idea de lo que les esperaba cuando regresaron a casa.
El distanciamiento social ha puesto un freno a su regreso
Ahora, Thomas, el único miembro del equipo que no es de Estados Unidos, está de regreso con su familia en el área de Auckland, en Nueva Zelandia, después de hacer una cuarentena de 14 días en un hotel. Saunter y el cuarto miembro del equipo, Naomi Worcester, permanecen en Hawai, mientras que Butschek se queda con su familia en Texas, que se convirtió en el primer estado en alcanzar un millón de casos de coronavirus el mes pasado.
“Siento que todavía estoy aprendiendo los detalles de todo”, dijo Butschek. “Pero, afortunadamente, nadie que yo conozca, ninguno de mis amigos, ha sido diagnosticado con covid”.
El distanciamiento social y las medidas de cuarentena han frenado su regreso.
“Todo ha sido bastante extraño”, dijo a CNN Worcester, de 43 años. “Hubo que despedirse de todos en el aeropuerto. Estoy feliz por toda la gran comida, comida no perecedera, que podemos comer ahora. Pero no me han dado un abrazo desde que regresé”, contó.
Y aunque el equipo acaba de instalarse en un mundo que enfrenta una crisis de salud global, la investigación en la isla debe continuar.
“Comenzar el proceso de planificación ha sido realmente un desafío”, dijo Saunter. “Pero actualmente estamos a la caza de nuestro próximo equipo”, agregó.