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Análisis

ANÁLISIS | La normalidad radical de los primeros días de Joe Biden en el cargo

Por análisis de Chris Cillizza

  1. (CNN) -- ¿¿Viste el tuit de Joe Biden??

Sí, el presidente de Estados Unidos estaba levantado y tuiteando a las 7:45 de la mañana del viernes. ¡Y hombre, qué tuit! Era un videoclip de 30 segundos del discurso de Biden en la toma de posesión el miércoles, en el que el presidente número 46 dijo que "con unidad podemos hacer grandes cosas, cosas importantes".

¡Realmente tuiteó eso! ¡Caramba!

Esto es una broma, por supuesto. Biden sí mandó el tuit de arriba. Pero definitivamente no es controvertido. Es el tipo de cosas que solíamos describir como comportamiento "presidencial".

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Lo que me lleva a esto: lo más radical que ha hecho Biden en sus primeras 48 horas como presidente es actuar con total y completa normalidad.

Firmó una serie de decisiones ejecutivas que revierten medidas implementadas por el expresidente Donald Trump. Pronunció un discurso en el que explicó los pasos específicos que daría su Gobierno para abordar la pandemia de coronavirus en curso. Asistió a una sesión informativa con su equipo de trabajo sobre el covid-19 junto con la vicepresidenta Kamala Harris. Su secretaria de prensa, Jen Psaki, realizó conferencias de prensa el miércoles y jueves en las que respondió preguntas de los reporteros. Personas designadas para el gabinete como Pete Buttigieg participaron en sus audiencias de confirmación ante el Senado. El Senado discutió sobre el paquete de estímulo frente al coronavirus propuesto por Biden.

El presidente Biden ya tiene su primer miembro de gabinete confirmado 18:59

Todo fue tan condenadamente normal. Que se sienta diferente habla de la radicalización total que Trump llevó, literalmente, a todos los aspectos de la presidencia.

Trump parecía obligado y decidido a deshacer absolutamente todos los aspectos de lo que había significado anteriormente ser presidente. "Mi uso de las redes sociales no es presidencial, es PRESIDENCIAL MODERNO", tuiteó a menos de seis meses del comienzo de su mandato. "¡Hacer grande a Estados Unidos de nuevo!" ("Make America Great Again!").

Trump abrazó la anormalidad de su visión de la presidencia como prueba de que, en esencia, estaba asustando a las personas convencionales. El hecho de que abdicara del liderazgo moral que los presidentes anteriores entendían de forma innata como el núcleo del trabajo era una prueba de que luchaba por el pueblo y no por los poderosos, o algo así. Sus mentiras —sobre todo, desde quién iba a pagar por el muro fronterizo hasta quién ganó las elecciones de 2020— y la resistencia que generaron entre los verificadores de información de los medios eran en su mente la respuesta necesaria a un establishment que estaba en su contra. Sus tuits extravagantes fueron su camino para evadir el sesgo mediático que amenazaba con sofocar el pensamiento conservador.

Tenía una razón y una racionalización para todo. (Trump es un racionalizador de nivel olímpico).

Solo a la luz de la normalidad total que Biden ha proyectado durante estos dos últimos días es que realmente se puede ver cuán anormal fue en realidad cada aspecto de la presidencia de Trump. Y cómo todo eso era agotador. Los tuits, las declaraciones, las amenazas, el acoso, los cambios de políticas, los tuits (de nuevo)... todo hizo que el país se sintiera como si estuviera en una cinta de correr que se aceleraba cada vez más. O que todos estábamos atrapados en un autobús que atravesaba el país sin poder reducir la velocidad. (¡Ahora que lo pienso, sería una buena trama para una película!)

Esa no es una buena manera de manejar un país ni de vivir en uno.

El mayor cambio —al menos para mí— en los primeros días del Gobierno de Biden es, pues, la tranquilidad. Mientras que Trump estaba constantemente moviéndose, parloteando, tuiteando y engatusando, Biden busca presentar una imagen exactamente opuesta al público: la de un hombre que sabe lo que está haciendo y lo está haciendo de manera metódica y cuidadosa.

¿Quién diría que lo normal podría sentirse tan radical?