Nota del editor: Gerardo Quintero Tello es periodista y escritor caleño, jefe de Redacción del noticiero Regional 90 Minutos de la Universidad Autónoma de Occidente, en Colombia. También es columnista del diario El País de Cali.
(CNN Español) – Una noche de terror. Sin eufemismos, sin más adjetivos y sin mayores explicaciones. Eso fue lo que vivieron la noche del lunes 3 de mayo las más de 68.000 personas que habitan la Comuna 20, una popular barriada de Cali conocida como Siloé, situada en la ladera suroccidental, y cuyas imágenes de muerte y violencia le han dado la vuelta al mundo.
La que inicialmente fue una concentración de algunas decenas de personas para rechazar la reforma tributaria derivó en un violento choque con miembros del Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad), señalado de prácticas violentas en el contexto de las protestas.
Los videos que han reportado algunos medios de comunicación muestran un nivel de agresividad pocas veces documentado de esa manera. “Nos están tirando gases desde el helicóptero”, se escucha gritar desesperadamente a una chica, mientras se observa una lluvia de artefactos que caen sobre un grupo que corre sin rumbo. En otro video, tomado desde una casa aledaña, se observa también a algunos agentes policiales con armas largas que intentan custodiar una esquina. Más allá, una madre llora la muerte a balazos de su hijo. La batalla campal se prolongó hasta la medianoche y lo que quedó fue un espectáculo dantesco de sangre y destrucción.
Algunas versiones de líderes sociales de esta zona de ladera advierten que son cinco los muertos y varios los heridos, hecho que fue confirmado en Twitter por el secretario de Seguridad y Justicia de Cali, Carlos Alberto Rojas.
“Alrededor de las cinco de la tarde comenzó la manifestación pacífica en el round point de Siloé y como a las nueve y media de la noche, cuando la gente se estaba retirando porque se hacía más tarde para irnos, llegó la Policía del Esmad y comenzó a ‘gasearnos’. La primera línea de ellos comenzó a disparar también y algunas personas de Siloé respondieron. Pero no había comparación en el poder de las armas. Me tocó correr, refugiarme, pero vi cómo mucha gente caía al piso, estoy en shock, nunca había visto algo así… cayeron amigos, otros no aparecen, tengo mucho miedo”, relató un joven testigo de los hechos, que prefirió el anonimato por temor a represalias, y que acudió a la velatón que había comenzado temprano en Siloé.
Sin embargo, el comandante de la Policía Metropolitana Juan Carlos Rodríguez afirmó en rueda de prensa que los agentes del Esmad no portan armas de fuego. No le dio validez a los videos, pues afirmó que han circulado muchos revelando supuestos hechos que ni siquiera han ocurrido en la capital del Valle. “Están generando pánico a la ciudadanía. Si hay videos pónganlos en conocimiento y los verificamos. Esto afecta directamente a la ciudadanía, genera terror y esa es una de las estrategias”, dijo.
Rodríguez también advirtió que el Cuerpo Técnico de Investigación de la Fiscalía está investigando todos los casos de fallecimiento y entregó un balance de los daños en la ciudad. En ese sentido informó que 49 autobuses del sistema integrado de transporte han sido destruidos, al igual que 11 estaciones. Además, precisó que han ocurrido 47 saqueos a diferentes almacenes, 21 ataques a sedes bancarias y que ocho ambulancias fueron vandalizadas. Lamentó que 171 policías hubiesen resultado lesionados y siete pequeñas estaciones policiales resultaran destruidas.
Una ciudad sitiada
Desde el 28 de abril, día en que comenzaron las movilizaciones en Colombia, Cali es la ciudad que lidera las protestas contra el gobierno del presidente Iván Duque. Lo ocurrido en el barrio Siloé la noche del lunes se ha repetido anteriormente en otros sectores de la ciudad y en las salidas hacia otros municipios. Pero también en corredores internos que conectan barrios y en sectores emblemáticos como la Loma de la Cruz, ‘Puerto Resistencia’ y El Paso del Comercio.
El patrón se repite cada día: temprano comienzan los bloqueos, algunas movilizaciones tranquilas, arengas, música, pero al caer la tarde empiezan los enfrentamientos violentos. Los participantes en la marcha dicen que son provocados por la Policía, mientras que las autoridades afirman que solo cumplen con la obligación de despejar las vías y permitir la libre movilización de las personas.
La situación se ha tornado tan grave que hoy Cali es una ciudad sitiada. El miedo reina, el caos se apoderó de la ciudad y algunos analistas se atreven a sugerir que las autoridades civiles parecen haber perdido el control.
Este martes, el comandante del Ejército, general Eduardo Zapateiro, se pronunció sobre la crisis asegurando que la fuerza pública colombiana busca retomar el control de las ciudades foco de los disturbios, atendiendo el pedido del presidente Iván Duque. “Nuestra misión es y siempre será Colombia; la tranquilidad y bienestar de los colombianos. La estabilidad de las regiones encabeza en este momento nuestro máximo esfuerzo. No nos detenemos en el servicio, en la convicción; somos hijos de esta patria”, expresó el jefe del Ejército ante más de 100 integrantes de las fuerzas formados en el Puesto de Mando Unificado que se instaló en Cali. Las declaraciones fueron recogidas por medios colombianos como El Espectador.
El pronunciamiento se produjo luego de que se ordenara asistencia militar ante el desborde de violencia y las millonarias pérdidas en el comercio y el empresariado.
Reconocidas organizaciones de derechos humanos han denunciado la violencia desmedida y algunos ataques a las misiones que se encuentran en el terreno. Marta Hurtado, portavoz de la Oficina de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, condenó el uso excesivo de la fuerza en Colombia contra los manifestantes. “Estamos profundamente alarmados por los acontecimientos ocurridos en Cali, cuando la Policía abrió fuego contra los manifestantes que protestaban contra la reforma tributaria, matando e hiriendo a varias personas, según la información recibida”, dijo a través de un video.
En el balance de daños, desde el 28 de abril hasta el martes 4 de mayo en horas de la tarde, se contabilizan daños en: 11 estaciones del sistema masivo de transporte, 80 buses (18 de ellos incinerados), 21 entidades financieras, 9 sedes gubernamentales, un hotel, un puesto de salud, un colegio, 47 establecimientos comerciales (que fueron saqueados), 53 estaciones de gasolina y al menos 15 vehículos de emergencia entre ambulancias y camiones de bomberos vandalizados, de acuerdo con un comunicado oficial de la Policía Nacional.
Sobre el número de personas fallecidas en Cali desde que comenzaron las protestas, hasta el martes en la tarde, la Policía Nacional dijo en el comunicado que se habían registrado 27 víctimas, dato que fue confirmado por el subdirector de la entidad, general Hoover Penilla. De esa cifra: 17 homicidios fueron por arma de fuego y tres por arma blanca, según el documento. “Siete de esos hechos coinciden con lugares donde se adelantaban jornadas de manifestación pública, casos que están siendo verificados por la Fiscalía General De La Nación, con el apoyo del Cuerpo Técnico De Investigación Judicial C.T.I, para garantizar la total objetividad en el proceso investigativo y así esclarecerlos con la mayor agilidad”.
Mientras las últimas dos noches en Cali se han convertido en largas jornadas oscuras de muertes, destrucción, vandalismo y desapariciones, la ciudad observa cómo van menguando sus provisiones. Desde el sábado, las plazas de mercado comenzaron a quedarse sin víveres. Varios camiones en las entradas de la ciudad impiden el paso de vegetales y materias primas para la producción de alimentos. La carne de res desapareció de la mayoría de las estanterías desde el domingo, lo mismo que el pollo. A las plazas de mercado de Cali cada domingo deben llegar entre 3.500 y 4.000 toneladas de alimentos, pero debido a los bloqueos los camiones no han podido ingresar a la ciudad, sostiene Oliver Medina, coordinador de precios y mercados de la central mayorista de abastos, en una entrevista con el medio de comunicación Noti90 Minutos.
Y es que las cifras son contundentes. Esta región produce la mayoría de huevos y pollo en el país, según cifras de la Cámara de Comercio de Cali. Luis Fernando Tascón, gerente de la avícola Santa Anita Nápoles, sostiene que de las 37 millones de aves que hay en el Valle del Cauca, 30 millones están en riesgo de muerte por falta de alimento, 67 millones de huevos quedaron represados y 8.000 toneladas de pollo no han podido ser distribuidas al resto del país.
Como si fuera poco, según informó la gobernadora del Valle del Cauca, Clara Luz Roldán, el oxígeno que se utiliza para hospitales y clínicas de la ciudad se agotó y el llamado angustioso del alcalde y la mandataria es abrir un corredor humanitario que permita la llegada de víveres, medicinas y oxígeno, vital para los pacientes en momentos en que el país atraviesa por el tercer punto máximo de la pandemia de coronavirus. “No podemos decidir sobre los temas de orden nacional que están pidiendo los manifestantes. Lo que estamos tratando es establecer unas mesas para corredores humanitarios, no podemos resolver los pedidos de los organizadores del paro porque son temas que resuelve el gobierno nacional”, aceptó Roldán.
Y es que los problemas se agudizan en todo el país. Bogotá es foco de grandes protestas y bloqueos. Medellín, Cartagena y Bucaramanga permanecen con manifestaciones en sus calles, mientras que el presidente Duque anunció encuentros con líderes de partidos políticos afines para diseñar la presentación de una nueva reforma tributaria, hecho que no ha caído nada bien entre los manifestantes y tampoco entre los movimientos de oposición.
El senador caleño y precandidato presidencial Roy Barreras, opositor del gobierno de Duque, pidió a través de Twitter que el mandatario convoque a una mesa de diálogo nacional empezando con el comité de paro; que desautorice expresamente las violaciones de derechos humanos por parte de de la fuerza pública; que se solidarice con las víctimas, que exija responsabilidades; y que se revierta la militarización de las ciudades.
Mientras tanto, algunos analistas intentan dar una explicación al caos que vive hoy el país. María Alejandra Arboleda, docente y politóloga de la Universidad Javeriana de Cali, advierte que uno de los problemas es que el gobierno no entendió que el detonante de la situación no ameritaba respuestas técnicas, sino políticas. “Cuando la gente salió a manifestarse, después de un año de encierro y con una gran carga por la crisis económica, la respuesta fue autoritaria, a través de la fuerza y eso provocó que la confrontación se escalara aún más”.
¿Cómo se convirtió Cali en el foco de las protestas?
Para otros analistas el hecho de que el foco de las protestas se haya centrado en Cali tiene que ver también con algunos aspectos concretos. El primero es que a pesar de que el anuncio de la reforma tributaria fue el detonante, lo cierto es que en esta ciudad se viene cocinando una profunda crisis social agudizada por las restricciones que ha dejado el covid-19. El año pasado, más de 356.000 caleños estaban por debajo de la línea de pobreza monetaria, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE). Como si fuera poco, la crisis económica provocó el cierre de cientos de empresas por lo que la tasa de desocupación pasó a 18,7%, 4,7 puntos porcentuales por encima del mismo periodo de 2020, cuando estaba en 14%.
Si a eso se suma un descontento por la gestión del actual alcalde local, Jorge Iván Ospina, y los fuertes cuestionamientos que persiste por haber invertido el año pasado más de US$ 3 millones (11.000 millones de pesos colombianos) en una Feria de Cali virtual, el caldo de cultivo de la protesta estaba servido.
Luciana Manfredi, analista y académica, afirmó que se evidencia un cúmulo de aspectos que se han venido sumando y que van desde el legítimo ejercicio de la protesta hasta el agotamiento por el encierro de la pandemia y la crisis económica derivada de esas restricciones. “Mucha gente se ha dado cuenta de que, a través de esta presión, lograron tumbar la reforma, propiciar la salida del ministro de Hacienda y sienten que pueden ir por más, tal vez por la reforma a la salud y otros cambios”.
Para Manfredi, lo que sí resulta definitivo para bajar el clima de tensión es suspender la violencia y la represión desde el aparato estatal, pues en nada contribuye a buscar un diálogo y consensos, que es lo que se necesitaría en estos momentos.
Termina otro día y a medida de que el sol empieza a ocultarse en Cali, afloran los peores miedos de una ciudad que la arropa el caos. “Queremos volver a dormir tranquilos”, le comenta un cliente al dueño de la panadería Chocolata, que se queja porque no hay insumos. Como el estribillo del himno nacional de Colombia, los caleños quisieran exclamar: “¡Cesó la horrible noche!”