Houston (CNN) — Sus hijos lloran por el teléfono y le ruegan que encuentre a alguien, a cualquiera, que los saque de un refugio administrado por el gobierno en Nueva York.
A la madre se le hace un nudo en la garganta mientras contiene las lágrimas.
Ella está a más de 3.000 km de distancia, viviendo bajo una lona con su hija de 8 años en un parque público en Reynosa, México, un semillero de secuestros plagado de carteles.
“Encuentra a alguien que nos ayude”, le dicen por teléfono sus hijos, de 10 y 15 años.
Ella sigue escuchando y no tiene el corazón para decirles, nuevamente, que ninguno de sus familiares en Estados Unidos está dispuesto a sacarlos del refugio.
“Me siento incompleta”, le dijo a CNN. “Quiero hacer algo [por ellos] y no puedo”.
Esta madre guatemalteca de 34 años compartió su historia con CNN por teléfono y pidió no ser identificada por temores sobre su seguridad.
Su historia revela cuáles son, quizás, las consecuencias imprevistas de un tipo de separación familiar que, según defensores de la inmigración, fue creada por las políticas del gobierno de Estados Unidos que permiten que los niños que cruzan la frontera solos se reúnan con su familia en Estados Unidos.
Al mismo tiempo, bajo la orden de salud pública pandémica de la era Trump conocida como Título 42, los adultos y niños que viajan con uno de sus padres son devueltos rápidamente a México.
Si bien el presidente Joe Biden se comprometió a deshacer las políticas de inmigración de línea dura de su predecesor, las autoridades fronterizas todavía utilizan el Título 42, y la situación pone de manifiesto las dificultades de Biden para lidiar con el aumento histórico de migrantes en la frontera sur. Los republicanos afirman que Biden abrió la frontera sur y no está asegurando el río Grande. Mientras tanto, los defensores de la inmigración presionan a Biden, afirmando que sus políticas de inmigración no hacen lo suficiente para proteger los derechos de los solicitantes de asilo y las mujeres y niños migrantes en situación vulnerable.
Se desconoce exactamente cuántos menores han cruzado la frontera solos, dejando a sus familias o padres en México. Pero a principios de este año, la cantidad de menores migrantes no acompañados aumentó, y las autoridades de inmigración se encontraron con aproximadamente 14.000 menores en abril y 16.000 en marzo, según la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés).
En abril, un funcionario de alto rango de la Patrulla Fronteriza le dijo a CNN que más de 400 niños que fueron puestos bajo custodia estadounidense sin sus padres en el valle del Río Grande habían intentado cruzar primero con sus familias. Las situaciones desesperantes que llevaron a todas estas familias a tomar la decisión imposible de separarse tal vez nunca se conozcan.
Pero las dolorosas consecuencias de esas decisiones comienzan a hacerse visibles en ambos lados de la frontera.
CNN ha sabido que algunos padres cuyos hijos cruzaron la frontera solos están en México, sus hijos están bajo la custodia del gobierno de Estados Unidos y los miembros de la familia que se comprometieron a ser sus tutores en el país norteamericano se arrepintieron o no cumplen con los criterios para sacar a los niños de la custodia del gobierno.
La abogada de inmigración Natalia Trotter dice que representa al menos a tres familias en esas circunstancias. Trabaja para RAICES, una organización sin fines de lucro que brinda servicios legales gratuitos a inmigrantes de bajos ingresos.
“En varias ocasiones tuve que explicarles a los menores que no tienen patrocinadores viables en Estados Unidos”, dijo Trotter. “La expresión de sus caritas cuando se dan cuenta de que nadie puede recibirlos es absolutamente desgarradora. Estos niños expresan confusión, miedo, tristeza y profundo dolor”.
El Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS, por sus siglas en inglés) no respondió a la solicitud de comentarios de CNN.
La familia en EE.UU. se arrepintió
Desde el parque de Reynosa, la madre llora por teléfono mientras le explica a CNN cómo cruzó con sus hijos el 22 de abril y fue devuelta a México por las autoridades de inmigración de Estados Unidos al día siguiente.
Tres días después, dice, sus hijos de 10 y 15 años cruzaron la frontera solos. Cómo y por qué viajaron sin ella es algo que todavía la atormenta, porque no lo sabe exactamente. Ella niega haberlos enviado solos.
“Ha sido una pesadilla total”, dijo.
Estaban en Reynosa, y en un momento sus hijos estaban con ella, dice, y al siguiente se fueron.
Para la madre guatemalteca, lo que siguió fueron días de agonía, sin saber nada sobre sus hijos hasta que una trabajadora social la llamó para decirle que estaban en un refugio en San Antonio, Texas.
En ese momento suspiró aliviada, ya que su familia en Estados Unidos se había comprometido a llevarla a ella y a sus hijos a su casa.
Pero la alegría no duró mucho.
Ella dice que los “patrocinadores” comprometidos se arrepintieron una vez que se enteraron de que el gobierno de EE.UU. requería que presentaran sus huellas dactilares y aceptaran una visita domiciliaria.
Las súplicas desesperadas de sus hijos
La madre cambió una llamada telefónica a una videollamada para mostrar su entorno. A su alrededor se podía oír el gorjeo de los pájaros.
La pantalla del teléfono reveló que el parque público urbano de Reynosa había cambiado drásticamente desde mediados de abril.
La mayoría de los espacios verdes ahora están cubiertos con carpas multicolores, y las lonas grises se abren como abanico desde la glorieta que está en el centro. Todo indica que han llegado más migrantes en el último mes, y también la temporada de lluvias.
La madre estima que la ciudad de tiendas de campaña es el hogar de cientos de migrantes en un día cualquiera y dice que no es la única madre que tiene hijos bajo la custodia del gobierno de Estados Unidos.
Ella dice que dos mujeres, una con una hija de 15 años y otra con dos hijos, de 10 y 17 años, se encuentran en la misma situación agonizante. Sus hijos cruzaron la frontera solos y han estado en albergues del gobierno durante mucho tiempo. Aproximadamente un mes.
La madre rompe a llorar al recordar la pobreza y la violencia que dejaron en su país de origen, y las súplicas desesperadas de sus hijos para nunca regresar.
“Haz todo lo posible para encontrar a alguien que nos patrocine”, dice que sus hijos le dicen por teléfono. “No quiero volver a Guatemala”.
“Es la única forma de cruzar”
En abril, CNN habló con una madre salvadoreña en Reynosa que contó sobre el momento en que vio a sus hijos llorar y tomarse de las manos mientras cruzaban la frontera solos.
“Sentí que me estaba muriendo”, le dijo a CNN. “No quería separarme de ellos”.
Sus hijos, de 12 y 16 años, tampoco querían separarse. Pero después de cruzar a Estados Unidos dos veces y ser expulsados, sintieron que separarse era la única opción para su familia.
“Es la única forma de cruzar”, dice que le dijo su hijo mayor.
Con un saludo, los chicos se fueron y ella se quedó en el lado mexicano del río Grande preguntándose si habían cometido un terrible error.
Mientras le contaba a CNN su historia desde un refugio para migrantes deportados, sostenía a su hijo de 7 años con necesidades especiales y se limpiaba las lágrimas que corren por su rostro.
“Era la única opción… para que pudieran tener un futuro mejor”, dijo.
Esta madre no quería ser identificada por temores sobre la seguridad de su familia. Su historia destaca las opciones imposibles que algunos padres migrantes dicen que les quedan cuando las autoridades de inmigración estadounidenses los devuelven automáticamente a los peligrosos pueblos fronterizos mexicanos.
La exención humanitaria ayuda a madres con sus hijos
La abogada de inmigración Natalia Trotter dice que “aunque la mayoría de los menores no acompañados finalmente se reúnen con familiares en Estados Unidos, los menores cuyos padres están atrapados en México a menudo no tienen opciones de reunificación”.
“La parte frustrante y desalentadora de esta situación es que estos niños tienen patrocinadores viables, patrocinadores de los que nunca deberían haberse visto obligados a separarse”, dijo Trotter.
Pero en un caso la semana pasada, dice Trotter, a su cliente, una madre que estaba en México, se le permitió la entrada a Estados Unidos para reunirse con sus hijos que habían estado en un refugio administrado por el gobierno. En este tipo de casos, tanto la madre como el niño reciben avisos para comparecer ante un juez y continuar con sus casos de inmigración.
Ese tipo de compensación legal, explica Trotter, no está garantizado. Es una exención humanitaria del Título 42 para migrantes en determinadas situaciones vulnerables o con otras razones imperiosas, como la separación de sus hijos.
Defensores piden el fin del Título 42
El Título 42 es una política de salud pública por la pandemia de covid-19 que fue implementada por la administración de Trump a principios de 2020, que permite a las autoridades de inmigración regresar rápidamente a las familias migrantes a México.
Biden continuó con la política cuando asumió el cargo. En abril, la CBP expulsó a más de 111.000 personas bajo el amparo del Título 42, dijo la agencia.
Trotter y otros defensores de los inmigrantes están pidiendo el fin del Título 42. Argumentan que la ley estadounidense permite que los solicitantes de asilo ingresen a EE.UU. y se escuchen sus casos, y que la política de la era Trump, que rápidamente devuelve a las familias a las peligrosas ciudades fronterizas mexicanas, está “obligando” a algunos padres a enviar a sus hijos solos al otro lado de la frontera.
“Los padres se enfrentan a la decisión de permanecer juntos como una unidad y enfrentar la posibilidad de asalto, violación, secuestro y muerte o enviar a sus hijos a un lugar desconocido que al menos presenta la perspectiva de seguridad física para los menores”, dijo Trotter.
La semana pasada, durante una audiencia en el Congreso, el secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, se negó a proporcionar un cronograma sobre cuándo se levantará la política fronteriza relacionada con la pandemia.
“Estamos observando los datos, estamos observando los datos científicos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades y no nos basaremos en el Título 42 cuando ya no exista una base imperativa de salud pública para hacerlo”, testificó Mayorkas.
“Trágicamente, esta separación forzada es el resultado de una política migratoria fallida implementada por la administración anterior y que la administración actual no eliminó”, dijo Trotter.
“Tengo que tener fe”
Desde el parque público de Reynosa, la madre recuerda los momentos en que podía abrazar a todos sus hijos pero estaba rodeada de pobreza y violencia, y luego la súplica del teléfono de sus hijos resuena en su mente.
“Encuentra a alguien que nos ayude”, dice que sus hijos le dicen por teléfono. “Mami, no quiero volver a Guatemala”.
La madre tiene problemas para poner en palabras su dolor, desesperación y desesperanza mientras llora por teléfono y se aferra a la única cosa segura en su vida, su fe.
Continúa diciendo que no tiene dinero ni hogar. Su hija de 8 años, que solo tiene dos juegos de ropa, está cubierta de picaduras de mosquitos, y no sabe cuándo ni cómo volverá a abrazar a sus dos hijos.
“Cada día es una pesadilla”, dijo la madre. “Pero tengo que tener fe”.