CNNEarrow-downclosecomment-02commentglobeplaylistsearchsocial-facebooksocial-googleplussocial-instagramsocial-linkedinsocial-mailsocial-moresocial-twittersocial-whatsapp-01social-whatsapptimestamptype-audiotype-gallery
Joe Biden

OPINIÓN | La oportunidad histórica de Biden con Putin

Por Jim Langevin, Michael T. McCaul

Nota del editor: El representante Jim Langevin, un demócrata de Rhode Island, es miembro de la Cyberspace Solarium Commission. El representante Michael T. McCaul, un republicano de Texas, es el republicano principal en la Comisión de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes. Cofundaron y copresiden conjuntamente la bancada de Ciberseguridad del Congreso. Las opiniones expresadas en esta columna son las suyas. Ver más opinión de CNN.

(CNN) -- Durante las últimas semanas, muchos estadounidenses se han familiarizado íntimamente con la amenaza de seguridad nacional del ransomware. El hackeo del Colonial Pipeline afectó un importante oleoducto que suministra combustible a casi la mitad de la costa este, provocando compras de pánico en todo el país, y el hackeo de JBS hundió al mayor proveedor de carne del mundo, lo que elevó los precios de la carne.

Esta fue una llamada de atención para muchos estadounidenses: si nuestras estaciones de servicio y tiendas de comestibles no están a salvo de las bandas cibernéticas internacionales, ¿qué más es vulnerable? ¿Cuánto pueden empeorar estos ataques de ransomware?

La respuesta: mucho peor. Y tiene consecuencias potencialmente mortales. ¿Qué pasa si el próximo objetivo es un gasoducto en pleno invierno? ¿O los piratas informáticos logran infiltrarse en nuestra red eléctrica o amenazan nuestro suministro de agua?

Los expertos cibernéticos estiman que Estados Unidos sufrió 65.000 ataques de ransomware el año pasado. El director del FBI, Chris Wray, comparó la reciente oleada de ciberchantajes con el 11 de septiembre, y el Departamento de Justicia ahora está elevando la investigación del ransomware al nivel de terrorismo.

Según declaraciones de funcionarios estadounidenses, los criminales que atacaron el oleoducto Colonial y JBS probablemente estén operando desde el interior de Rusia (Nota del editor: El Kremlin ha negado cualquier responsabilidad). En última instancia, el presidente Vladimir Putin debe ser considerado responsable, ya que sabemos que no sucede nada significativo en Rusia sin el conocimiento del exagente de la KGB.

Como tal, el presidente Joe Biden debe aprovechar la cumbre del miércoles con Putin para enfrentar este terrible desafío de seguridad nacional al hacer del ransomware un tema prioritario en su agenda. Biden debe dejar en claro a Putin que los Estados responsables no permiten que las bandas criminales operen libremente desde su territorio.

El derecho internacional es inequívoco: las naciones tienen la responsabilidad de vigilar a los piratas informáticos que utilizan sus redes. En el mejor de los casos, Putin y sus compinches continúan haciendo la vista gorda voluntariamente ante estos ataques. En el peor de los casos, estas bandas de ciberextorsionadores operan con la bendición explícita del Kremlin. Cualquiera es inaceptable.

El mensaje de Biden debe ser simple y directo. Si los ciberdelincuentes continúan extorsionando a nuestras escuelas, hospitales, cadenas de suministro de alimentos y sistemas de energía, los encontraremos. Y si los países continúan protegiendo a los piratas informáticos deshonestos, pagarán el precio.

Estos trucos no pueden convertirse en nuestra nueva normalidad.

Si Putin no toma medidas decisivas para detener estos ataques de ransomware de inmediato, Biden debe establecer los pasos concretos que Estados Unidos y nuestros aliados están dispuestos a tomar en respuesta, como cortar el acceso al sistema financiero internacional para las empresas rusas que facilitan el secuestro de datos. Después de todo, los ciberdelincuentes rusos dependen de financistas rusos, empresas de telecomunicaciones rusas y firmas de TI rusas para llevar a cabo sus campañas de destrucción.

Estados Unidos debe liderar un esfuerzo en estrecha coordinación con nuestros aliados para actualizar y hacer cumplir las normas en el ciberespacio, incluida una norma que prohíba que el territorio y la infraestructura de uno se utilicen para realizar actividades delictivas.

Somos más fuertes cuando trabajamos en conjunto con nuestros aliados. Para comenzar a cambiar el cálculo de los rusos, Biden debería reunir una coalición de Estados con ideas afines, que busquen moldear el comportamiento internacional en el ciberespacio, negar beneficios a los ciberdelincuentes e imponer costos a los Estados que los albergan. El Comunicado de Carbis Bay del G7, que pidió específicamente a Rusia "identificar, interrumpir y exigir cuentas a quienes dentro de sus fronteras llevan a cabo ataques de ransomware", es un buen comienzo, pero tenemos que empezar a contraatacar para demostrarle a Putin que hablamos en serio.

Estamos trabajando para empoderar al Departamento de Estado para que cumpla esta visión al aprobar la Ley de Diplomacia Cibernética para crear un embajador cibernético de EE.UU. para restaurar nuestro liderazgo en el escenario mundial. Solo con una coalición internacional amplia y de gran alcance podremos poner fin a estos crímenes devastadores contra nuestra patria.

Biden tiene una oportunidad histórica, esta semana, para tomar una posición contra los piratas informáticos que continúan atormentando a nuestra nación. Necesitamos abordar la crisis del ciberchantaje antes de que sea demasiado tarde.

Nuestra seguridad nacional depende de ello.