(CNN) – Si el “elfo de la repostería” no se hubiera pasado la pandemia horneando postres, tal vez Frances Hohl no hubiera aumentado 11,3 kilos.
Pero la mágica pastelera, también conocida como Casmere, su hija de 19 años, que estaba estudiando a distancia, calmó su ansiedad por el covid horneando fabulosas creaciones casi todas las noches: pastelillos de fresa, galletas de chocolate, macarrones franceses y tartas de merengue de limón. Una vez incluso hizo un pastel de boda. No importaba que no hubiera ninguna boda que celebrar.
Hohl no podía ignorar los esfuerzos de su hija. Ni tampoco quería hacerlo. “El pastel de boda es mi favorito”, dice Hohl, de 56 años, escritora de Steamboat Springs, Colorado.
Y así fue como, tras 11 meses de encierro, Hohl se encontró en Movara, un resort de acondicionamiento físico en Ivins, Utah, caminando a través de cañones de color óxido con una arena tan gruesa que prácticamente caminaba vadeando en ella. Le dolían las pantorrillas. Le dolían los hombros. Le salían ampollas entre los dedos de los pies. Aun así, por las tardes tomaba clases de fuerza o de cardio, junto con masajes y otros tratamientos corporales, todo ello en un esfuerzo por deshacerse de los kilos que había acumulado.
“Me sentía muy incómoda en mi cuerpo”, dice Hohl.
Muchas personas se sentían de ese modo después de un año de pedir comida para llevar, maratones de Netflix y trabajo desde casa, a menudo enfrentándose a un enorme estrés, ansiedad y depresión. Según una investigación publicada en marzo en JAMA Network Open, los estadounidenses aumentaron más de medio kilo por cada diez días de aislamiento.
Y el afán por bajar los kilos pandémicos se extiende más allá de Estados Unidos.
Slimmeria, un operador de retiros de pérdida de peso, desintoxicación y fitness en el Reino Unido, ha agotado las entradas desde mayo. “Creo que, debido a la situación del covid, la gente se está tomando su salud muy en serio y ha empezado a practicar la autoayuda”, dice la propietaria de Slimmeria, Galia Grainger.
Caroline Sylger Jones, fundadora de la guía de retiros y sitio de reseñas Queen of Retreats, observa lo mismo.
“La mayoría de nuestros retiros en el Reino Unido y Europa que hemos podido realizar se han agotado este verano, aunque todo el mundo dice que las reservas son de última hora”, afirma. “Definitivamente, la gente busca perder su peso de encierro y ponerse más en forma”.
Ahora que el mundo se está abriendo, los centros de adelgazamiento y acondicionamiento físico están cosechando los beneficios de esos objetivos.
Buscando perder “los 19 del covid”
Hilton Head Health, en Carolina del Sur, ha registrado un aumento del 30% en las nuevas consultas desde mediados de febrero, con una lista de espera de entre seis y ocho semanas. Debido a la demanda de los clientes, The Ranch, en Malibú, California, acaba de lanzar The Ranch 9.0, una experiencia de nueve días que añade dos días a su emblemático programa de una semana de duración. Y We Care, en Desert Hot Springs, California, está tan ocupado que está considerando abrir una sucursal en la Costa Este.
En Movara, en Utah, se agotaron las entradas durante 18 semanas seguidas.
“Y no hay señales de que vaya a disminuir”, dice Elaine Hartrick, gerente general de Movara. “Los clientes llegan cada semana hablando de cómo han ganado los “19 o 25 o 30 del covid”. Las personas reconocen que la obesidad es un factor de riesgo de complicaciones por covid, y quieren cambiar su estilo de vida para no convertirse en otra estadística. Fue una llamada de atención para mucha gente”.
Caren Kabot, fundadora de Solo Escapes, una empresa de viajes centrada en el spa y el bienestar, afirma que la gente también busca descansar y reponerse tras un año de confinamiento.
“Se preguntan: ¿por dónde empiezo? ¿Qué tengo que hacer? Yo les digo que planifiquen al menos una semana en la que puedan centrarse en crear un equilibrio en su vida mientras se deshacen de algunos kilos de más”.
“Fue muy tranquilizador”
Tiffany Benjamin, de 41 años, fue más allá y reservó una estancia de un mes en Fit Farm, en Castalian Springs, Tennessee.
“Le enseñamos en línea a tres niños y nos quedamos dentro de casa durante un año y varios meses, y yo solo comía y bebía y engordé unos 27 kilos”, dice Benjamin, que dirige una fundación para una empresa de Indianápolis. “No me sentía bien, no cabía en los pantalones. No había levantado nada más que una caja de donas. Pensé que ir a un lugar donde no tuviera que recoger los calcetines de nadie y que me dieran un horario de lo que tenía que hacer sonaba muy bien”.
Todas las mañanas se levantaba a las 6 para hacer un entrenamiento antes del desayuno, junto con otros ocho o diez huéspedes. El resto del día consistía en cinco o seis horas de ejercicios y talleres sobre todo tipo de temas, desde la nutrición hasta los 5 lenguajes del amor, junto con tres comidas saludables y dos meriendas. Piensa en un campamento de verano para adultos, pero con clases de cocina, entrenamiento a intervalos y jugos sin azúcar.
La camaradería es tan importante como la forma física. En todos estos complejos, los huéspedes comen juntos y se ejercitan en grupo.
“Todo el mundo tenía la misma misión, independientemente de su estado de salud y peso”, dice Benjamin. “Estábamos allí para ser amables con nosotros mismos y con los demás. Observé el amanecer en el horizonte. Acaricié un caballo. Hice senderismo. Fue muy tranquilizador y no tuve que tomar muchas decisiones”.
El estrés pandémico pasa factura
El estrés y la ansiedad son dos de las principales razones por las que muchas personas ganan peso en general, y específicamente durante el encierro, dice Katie Rickel, psicóloga clínica licenciada y directora ejecutiva de Structure House, en Durham, Carolina del Norte.
“El estrés, la costumbre y el aburrimiento, y eso describe la pandemia”, dice Rickel, añadiendo que Structure House está completamente reservado a tres meses. “Se acentuaron todas las razones por las que la gente acudía a la comida. El covid también sensibilizó a la gente sobre lo delicada que es nuestra salud y ayudó a que la gente volviera a priorizar lo controlables que son los comportamientos de salud”.
Jacob Norry, de 25 años, acudió a Structure House durante cinco semanas en noviembre. Estudiante de posgrado de biología marina en Fort Lauderdale, Norry lleva años luchando contra los atracones. El pasado agosto se rompió el tobillo y su peso se disparó hasta los 127 kilos… Norry cayó en una profunda depresión.
“El covid no ayudó”, dice. “Vivo solo y no tener gente que venga a casa era un infierno”.
Un amigo de la familia le sugirió Structure House, que ofrece tratamiento para la sobrealimentación compulsiva, y Norry decidió ir. Perdió 9 kilos, la mayoría de los cuales ha mantenido.
“Realmente ayudan a reconstruir tu relación con la comida”, dice. “Cuando entré en Structure House mi objetivo era: ‘Quiero volver a pesar 79’. Ahora mi objetivo es: ‘Quiero estar sano’”.
“Necesitábamos algo diferente”
Lo que llevó a Laura y a Danielle Prioleau a Movara fue la salud. El dúo madre-hija de Twentynine Palms, California, pasó nueve semanas allí.
“Antes de la pandemia había perdido casi 27 kilos y estaba muy bien”, dice Danielle, de veintitantos años, que está terminando sus estudios de posgrado en terapia matrimonial y familiar.
“Pero durante la pandemia gané peso y no salía. Quería apoyar a mi madre y hacer un esfuerzo conjunto. Las dos queríamos un cambio de estilo de vida y estábamos cansadas de la rigidez de las dietas. Nada estaba funcionando. Necesitábamos algo diferente”.
Danielle pudo trabajar a distancia; su madre, interventora de una organización sin ánimo de lucro, se tomó tiempo libre del trabajo para ir a Movara. “Estando en casa, con tres niños que venían de la universidad… yo no hacía más que cocinar y jugar a juegos de mesa”, dice Laura Prioleau.
Laura ha perdido casi 16 kilos y Danielle ha bajado unos 14.
Estas vacaciones no son baratas. Las tarifas para un nuevo participante en Structure House empiezan en US$ 3.050 por una estancia de una semana, y unos US$ 2.500 a la semana en un departamento compartido de una habitación si te quedas cuatro semanas. The Ranch cuesta US$ 8.600 por siete días y US$ 10.800. En Fit Farm, el precio de una habitación doble es de US$ 2.399 por una semana. Movara comienza en US$ 1.995 por persona en una habitación compartida (US$ 2.569 en una individual) durante una semana.
Pero muchas personas que pueden permitirse este tipo de retiros creen que merece la pena la inversión, aunque no hay garantías de que vayan a mantener el peso.
Porque aunque la mayoría de los resorts ofrecen algún tipo de programa de vuelta al mundo real, seamos sinceros: Es fácil comer de forma saludable cuando alguien cocina para ti, te lleva de excursión y te quita la tentación. El reto llega cuando el polvo de hadas se asienta y el mundo real entra en acción.
Pero algunas personas lo consiguen. Hohl perdió dos kilos durante su mes en Movara, y su porcentaje de grasa corporal pasó de 43,7 a 39,6.
Cuando regresó a Colorado, siguió el programa Movara Home y perdió otros 5 kilos. (También ayudó que el “elfo de la repostería” consiguiera un trabajo a tiempo completo, lo que redujo su tiempo en la cocina).
Hohl espera volver a Movara el próximo mes de febrero para un repaso. “He recibido muchos comentarios de los familiares que me vieron por última vez antes de irme”, dice Hohl. “Se dieron cuenta de que estaba mucho más feliz y, obviamente, con menos peso”.