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Ucrania

OPINIÓN | Ucrania, sola en la batalla actual por el mundo…

Por Jorge Dávila Miguel

Nota del editor: Jorge Dávila Miguel es licenciado en Periodismo desde 1973 y ha mantenido una carrera continua en su profesión hasta la fecha. Tiene posgrados en Ciencias de la Información Social y Medios de Comunicación Social, así como estudios posuniversitarios en Relaciones Internacionales, Economía Política e Historia Latinoamericana. Dávila Miguel es columnista de El Nuevo Herald en la cadena McClatchy, y analista político y columnista en CNN en Español. Los comentarios expresados en esta columna pertenecen exclusivamente al autor. Mira más en cnne.com/opinion

(CNN Español) -- Hace más de 15 días que Rusia invadió Ucrania y que Ucrania nos invadió a través de los partes noticiosos y sus interpretaciones. Y no es para menos. Aunque no estemos en guerra con Moscú, el panorama no es placentero, y no por Ucrania, sino por lo que esta agresión rusa puede significar. Es la lucha por un nuevo orden mundial, pero no el nuevo orden mundial de las democracias liberales de Occidente, con su globalización comercial y productiva, bajo la dirección de Estados Unidos como megapotencia mundial.

Es el reto por otro orden mundial, ajeno al de la hegemonía estadounidense. Ese ya ha durado 30 años, cuando cayó la Unión Soviética y su campo socialista. Las quejas de Vladimir Putin sobre la humillación que sintió cuando se desmerengó la URSS y sus satrapías europeas son fundamentadas, pero un hombre tan realista como Putin debió entender que el desprecio del vencedor por el vencido es lo acostumbrado desde que el mundo es mundo. Y también el sentimiento de humillación de un país despreciado. He aquí un buen ejemplo de un conflicto de autopercepción nacional, pero que nos puede llevar a una guerra nuclear.

Ya sucedió algo parecido con Alemania después de la Primera Guerra Mundial. Las drásticas compensaciones económicas, impuestas a Berlín por los vencedores, fueron el primer alimento ideológico de los alemanes para reconstruir su país, armarlo y luego querer conquistar el mundo para un reinado de 1.000 años. Fracasó, felizmente para el mundo. Pero no sabemos qué sucederá con este nuevo reto frente a Occidente.

Estamos pues, en sillas preferenciales para observar la batalla o morir en ella. Ya lo dijo la revista Time en Putin, el imperialista en 2014: “Los rusos recuerdan que su país una vez dominó una sexta parte del mundo como jugador mundial, inferior a ninguno. Este es el papel que Putin busca recuperar –y parece preparado para las consecuencias– ‘No olvidemos las lecciones de la historia’, dijo en un discurso al final de octubre, ‘Un cambio en el orden mundial—la magnitud de los acontecimientos que presenciamos hoy— usualmente vienen acompañados de una guerra mundial, una confrontación global, o al menos con una cadena de intensos conflictos locales’“.

La cadena de intensos conflictos globales, ya la hemos presenciado: Iraq, Afganistán, Libia, Túnez, Egipto, Siria, Isis, y en la actualidad la terrible guerra del Yemen, que no ha convocado mayor cobertura en general en los medios de la prensa estadounidense, posiblemente porque Arabia Saudita e Irán ––uno aliado, el otro enemigo–– son los que manejan las cuerdas detrás del conflicto. Las muertes directas e indirectas en Yemen, según estimaciones de las Naciones Unidas al final de 2021, alcanzaron unas 377.000 víctimas, la mayoría niños.

La confrontación global mencionada por Putin la hemos visto en los ocho años posteriores a 2014, y estamos ahora rondando en el posible preludio de una guerra mundial, juez sanguinario que decide los conflictos que la razón no ha sabido resolver. Y es que hay diferendos que solo pueden resolverse en el campo de batalla. Como Von Clausewitz decía hace 210 años: Los conflictos se resuelven, por consenso o por violencia. Y hace unos 2.500 años el dramaturgo Esquilo nos dejó esta terrible certeza: La verdad es la primera víctima de la guerra. Seguramente el inicial debilitamiento de la verdad en los políticos sea la primera causa de diferencias fundamentales con otros políticos y jefazos, y sin dudas una enfermedad terminal de lo veraz es lo que le pone sazón y entusiasmo al guerrero dispuesto a morir por su patria o por una sagrada causa, ya en su velorio. Siempre es recomendable un sano escepticismo, que no es de derechas ni de izquierdas, no es optimista ni derrotista, sino todo lo contrario.

Por eso es difícil creer el predominio del nazismo en Ucrania, que Putin esgrime como razón para invadirla.

¿Por qué hay quienes viajan a Ucrania en plena guerra? 0:53

No menos difícil es creer que Putin pueda ser un desequilibrado mental. Puede serlo, ¿pero de dónde sacaron los comunicadores, exdiplomáticos y expertos las pruebas para asegurarlo?

Los cerca de 14.000 muertos en los enfrentamientos de los últimos ocho años en las regiones de Donbás y Luhansk, a quiénes pertenecen mayoritariamente, ¿a los sitiadores o a los sitiados?

¿Por qué insiste el valiente presidente Volodimir Zelensky en una “zona de exclusión aérea" patrocinada por la OTAN? ¿Querrá meter al mundo entero en una guerra?

Tal vez lo que sucede es que el mandatario ucraniano recuerda la operación Tormenta del Desierto, cuando Iraq invadió Kuwait, y las tropas de Estados Unidos fueron a la guerra apoyados por tropas de la OTAN como aliados. ¡Pero Kuwait no era miembro de la OTAN!, se preguntará Zelensky, desvelado por la madrugada.

Presidente: recuerde que aquello fue lejos de Europa, contra los iraquíes, donde Occidente arriesgaba poco. Ahora es en el portal de su casa y la bronca… con Rusia.