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Celebridades

OPINIÓN | Jacqueline Kennedy Onassis: mis encuentros con este icono de estilo

Por Mari Rodríguez Ichaso

Nota del editor: Mari Rodríguez Ichaso ha sido colaboradora de la revista Vanidades durante varias décadas. Es especialista en moda, viajes, gastronomía, arte, arquitectura y entretenimiento, productora de cine y columnista de estilo de CNN en Español. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivamente suyas. Lee más artículos de opinión en cnne.com/opinion

(CNN Español) -- Es fascinante ver cómo en el 2022 el ‘estilo Jackie O’ sigue siendo relevante y tan de moda como décadas atrás. Su lugar favorito de vacaciones —la isla de Capri— está más ‘hot’ que nunca y las celebridades la visitan con entusiasmo. ¡Gucci ha vuelto a hacer su famoso ‘Jackie Bag’ —que la icónica primera dama usaba e hizo popular!—. Su camiseta de rayas con los jeans blancos es un look del momento . El vestido línea A, en color pastel, sin mangas, muy inocente —que Jackie usaba con un cárdigan sobre los hombros de ve en todas las colecciones—. Su legado de estilo marcó su moda y estrellas del presente —desde Meghan Markle y Kate Middleton a Amal Clooney, Katie Holmes, Angelina Jolie y Gwyneth Paltrow— llevan modelos al estilo Jacqueline Kennedy Onassis muy a menudo. Impresionante influencia en la moda.

Recordamos esto porque este pasado 28 de julio Jacqueline Kennedy Onassis hubiera cumplido 93 años. ¿Se imaginan a Jackie a esa avanzada edad? Yo no…Pero esto nunca ocurrió —ni nadie se lo imaginó por un segundo— porque la ex primera dama de Estados Unidos, luciendo regia, llena de vida y con su gran estilo de siempre, murió a los 64 años en Nueva York en 1994, de ‘Non-Hodgkin lymphoma’, un raro cáncer de la sangre. Y fue toda una sorpresa.

Hoy quiero hablarles de la Jackie que ha quedado en una importante primera fila en el recuerdo colectivo en todo el mundo. Y es curioso que aún los más jóvenes han aprendido sobre ella, su legado y les fascina su historia. Y me gustaría por lo tanto hablarles de ‘esa Jackie Kennedy misteriosa, privadísima —e incomparable icono de estilo— que yo conocí.

Viviendo en Nueva York la vi muchísimas veces. ¡Muchísimas! En fiestas, exposiciones de arte, funciones de ballet, restaurantes —como The Russian Tea Room y Orsini’s, muy de moda entonces —. E incluso caminando (muy románticamente por cierto) por la Quinta Avenida una noche, del brazo de su segundo marido, el multimillonario griego Aristoteles Onassis ¡Ocurrió de pura casualidad, mientras mi esposo y yo caminábamos en la dirección opuesta y nos los cruzamos! Esa noche venían de cenar en La Cote Basque e iban hacia el Olympic Tower, la torre propiedad de Onassis —y al llegar a la altura de la Catedral de San Patricio, mi ex y Onassis, que fumaban sendos puros ¡compartieron una sonrisa de complicidad! Fue muy cómico aquello.

También fue cómico cuando ambas llegamos al mismo tiempo al lobby del pequeño edificio de la calle 57 donde Carolina Herrera (quien vestía a Jackie desde años atrás) tenía su atelier —y compartimos el mínimo elevador. Ella se viró cuando nos montamos y me habló —con esa vocecita de niña pequeña que me sorprendió— diciéndome “Me imagino que ambas vamos al desfile de Carolina”…Yo asentí y ambas sonreímos... Y según me dijo después la propia Carolina, “Cuando se abrió la puerta del elevador y te vi conversando con Jackie fue una gran sorpresa!”.

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Pero ese día no fue el último encuentro —porque Jackie vivía en 1040 Quinta Avenida— a una manzana de Marymount, el colegio de mi hija —y cuando yo llevaba a la niña muy temprano en la mañana, veía a Jackie salir a caminar al Parque Central, y recuerdo que lo hacía muy rápido, al estilo “power walking”. Con jeans, un pullover y sus grandes gafas de sol. Y así escapaba (¿o no?) al lente del famoso paparazzo Ron Galella, que la perseguía día y noche.

¿Un último encuentro y sin duda el más significativo? Cuando coincidimos en una gran gala en honor de la India en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York —a la que yo había sido invitada por Ayesha, la Maharaní de Jaipur, cuyo libro de memorias había sido reeditado años antes por Jackie, ya que eran buenas amigas—. Yo había entrevistado a la Maharaní entonces, sobre la nueva edición del libro y como habíamos simpatizado mucho, me había pasado todo un día acompañándola por Manhattan (creo que me ‘usó’ dulcemente como ‘dama de compañía’) —y nos habíamos hecho “insta-amugas”, resultando en la invitación a visitarla en la India y esa noche a la exclusiva Gala— ¡y mi conversación con Jackie!

Bueno, conversación corta, como esas que se tiene en las fiestas, pero que me reveló una mujer suave y frívola por fuera, pero fuerte como el acero por dentro. Una mujer de armas tomar, que sabía manejar su “allure” y su incomparable estilo como toda una experta. Seductora y a la vez fría. Una rara forma de ser. Hablamos de Ayesha, del libro, de Jaipur —y me fijé que, aunque seguía mi conversación, estaba 500% al tanto de todo lo que la rodeaba—. De los paparazzi que nos retrataban, de la gente que la miraba, de todo... Y que realmente no estaba muy interesada en lo que compartimos —aunque Ayesha vino a unirse a nosotras y le mostró su súbito interés por mi persona— y lo bien que la habíamos pasado por Nueva York. Jackie tenia una especie de ‘radar’ y me fijé que abría la boca y movía la cabeza en el ángulo exacto cuando la retrataban. ¡Muy interesante! Era una mujer como pocas que he conocido. Conocedora 100%, de quien era y qué quería.

Ella vestía de Valentino y estaba con su amante de muchos años, el millonario comerciante de diamantes Maurice Tempelsman, a quien se le notaba estaba loco por ella —y en aquellos años estaba casado—. (La esposa lo echó de la casa cuando no pudo soportar más la situación, pues su infidelidad con Jackie era flagrante). Tempelsman fue bueno y muy leal con Jackie y no solo le multiplicó la fortuna que había heredado de los Kennedy y después de Onassis, sino que la acompañó hasta el final de su vida. Fue su roca. Aunque todos siempre han dicho que el único gran amor de su vida fue su marido, el presidente John F Kennedy, quien la había hecho sufrir mucho con sus conocidas infidelidades.

Aquella noche conversé bastante con Tempelsman, a quien nadie parecía interesarle, y fue muy natural y amable. Creía que yo era muy amiga de la Maharaní y me trató muy franca y amistosamente. Era un hombre de negocios judío, de bajo perfil, que no pertenecía al mundo ‘jet set’ de aquellos años, y el glamour de Jackie lo tenía obviamente encandilado. Estuvieron juntos 14 años de 1980 a 1994.

Después de la muerte de Jackie —quien arregló sus últimos días meticulosamente, con todo detalle, y fueron a despedirse de ella todos sus mejores amigos, mientras música de cantos gregorianos se escuchaba en todo el apartamento—, su partida se notó mucho en Nueva York. Era nuestra reina del más perfecto estilo personal. Y una misteriosa mujer que nunca dio una entrevista que revelara sus sentimientos más genuinos y profundos.

Jacqueline Kennedy Onassis guardaba su privacidad celosamente —y sus amigos me cuentan que privadamente era muy divertida, llena de ingenio, más bien un tanto burlona, que le gustaba imitar voces de personajes conocidos—, y que adoraba a sus hijos Caroline y John Jr.

Esta Jackie nunca lo conocí, pero sí noté un poco de esta burla —de ese carácter un tanto travieso y divertido— durante aquel breve encuentro en el pequeño elevador de Carolina Herrrera.