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La pregunta audaz de Wendy Guerra

OPINIÓN | De Armas tomar

Por Wendy Guerra

Nota del editor: Wendy Guerra es escritora cubanofrancesa y colaboradora de CNN en Español. Sus artículos han aparecido en medios de todo el mundo, como El País, The New York Times, el Miami Herald, El Mundo y La Vanguardia. Entre sus obras literarias más destacadas se encuentran “Ropa interior” (2007), “Nunca fui primera dama” (2008), “Posar desnuda en La Habana” (2010) y “Todos se van” (2014). Su trabajo ha sido publicado en 23 idiomas. Los comentarios expresados en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora. Mira más en cnne.com/opinion

(CNN Español) -- El 8 de septiembre de 1565, Pedro Menéndez de Avilés, en el puerto natural de San Agustín, reclamó oficialmente La Florida, bautizada así por Ponce de León, en nombre de España. Es, en ese momento, cuando nace la primera ciudad de Estados Unidos de América.

Del 15 de septiembre al 15 de octubre, y desde 1968, celebramos en Estados Unidos el Mes de la Herencia Hispana, reconociendo la contribución de talentos, fuerzas y desempeño de las comunidades hispanas en este país.

Una de esas grandes intervenciones culturales de Hispanoamérica en territorio estadounidense ha sido la lengua castellana, y quienes aquí vivimos somos testigos de cómo nuestro idioma ha ganado terreno, dulcificando la convivencia e integrando palabras, giros y adjetivos específicos que amueblan el imaginario de este país.

La lengua es el primer instrumento del genio de un pueblo, expresó el escritor francés Henri Bayle (Stendhal), y en ese sentido, hemos aportado nuestra riqueza polisémica, que trae de fondo la raíz latina de nuestras palabras.

Con el lenguaje llega también el modo de conducirnos, la manera en que movemos las manos, el torso, entonamos y apoyamos cierta frase desde nuestro temperamento, y aunque los hispanos logremos dominar perfectamente el inglés, desde lo profundo de nuestro ser salta una música contagiosa y fundacional, que acompaña nuestros discursos, como lo hace el ritmo a la melodía.

Hace poco fuimos testigos de la polémica surgida en los medios a propósito del acento con el que la actriz nacida en Cuba, Ana de Armas, encarna a esa primera Marilyn Monroe retratada en la cinta “Blonde”, dirigida por Andrew Dominik, también autor de un guion basado en la novela homónima, escrito por la estadounidense Joyce Carol Oates. Con toda intención hice el camino contrario, volví sobre mis pasos de estudiante de cine y repasé aquellas cintas en las que Hollywood intenta encarnarnos, dando su personal versión, libre interpretación, tono muy personal de lo que productores, directores y actores de los estudios interpretan de nuestras culturas originarias. Según el prisma hollywoodense, ¿cómo son o cómo han sido construidos para el cine nuestros próceres, artistas, científicos y personajes que nos personalizan culturalmente?

¿Así nos ven?, pensé mirando “Havana”, de Sydney Pollack. ¿En realidad estamos contentos con ser narrados de ese modo por la gran industria del cine? ¿Se expresaban así mi abuela o mis tías? ¿Se movía y actuaba una cubana en 1958 como lo hace Lena Olin en este filme? Sinceramente, las cubanas nunca nos vimos reflejadas en este personaje tieso y maniqueo. Lo mismo pasa con la Evita Perón de Madonna, dirigida por Alan Parker en 1996. Y es que, lo que para Madonna fue “un sueño cumplido”, para los argentinos significó un disparatado modo de interpretar un mito de la política contemporánea argentina, el peronismo. Protestas, carteles en los muros y debates en los medios acompañaron la salida del filme en Buenos Aires y otras ciudades del país sudamericano.

Sobre el escenario ficcional de “Apocalypto”, filme estrenado el 8 de diciembre de 2006, dirigido, coescrito y producido por Mel Gibson, se intenta recrear la vida cotidiana en la civilización mesoamericana a través de la historia del joven Yuknoom Yich'aak K'ahk' o Garra de Jaguar, interpretado por Rudy Youngblood, centrando su trama en una versión estadounidense del universo precolombino. La película está bordada de intervenciones historiográficas, como por ejemplo, la imperdonable confusión entre los mayas clásicos y los mayas posclásicos y sus costumbres. El autor literario maya Jorge Miguel Cocom Pech declara al periódico mexicano La Jornada, que “Mel Gibson nos debe pedir disculpas... ‘Apocalypto’, es una porquería el film (...) no solo es un espejo de la violencia estadounidense, sino que nos ofende porque [incluso] distorsiona la lengua”. A pesar de ello, ese filme tuvo una recaudación excelente en taquilla, dejando esa ilusión que suele imprimir Hollywood en sus historias, la ficción vista como realidad.

La lista de actores estadounidenses que protagonizan, con o sin suerte, el espíritu de personajes nacidos en el continente americano es interminable: Marlon Brando, en “Viva Zapata”; Al Pacino, en “Scarface”; William Hurt, en “El beso de la mujer araña”; y Robert De Niro, en “La misión”, no siempre es analizada concienzudamente por la crítica especializada en EE.UU., ¿por qué? Algunos aluden a que no se trata de un documental sino de un filme de ficción; otros, que el arte posee múltiples interpretaciones, que cada quien tiene su propio relato, prisma y traducción del tópico cultural, pero cuando de juzgar el trabajo de una actriz universal como Ana de Armas –nacida en La Habana, en 1988– se trata, no siempre hay espacio para la imaginación.

En la última edición del Festival de Venecia, durante los 14 minutos de ovación suscitada por el estreno de “Blonde”, el público presente en la sala tuvo la oportunidad de mostrar su agradecimiento al equipo de creadores que dignificó y convirtió en arte la esencia de un espíritu inatrapable, el de Marilyn Monroe, encarnado en la sensibilidad de una mujer nacida en otro contexto, una actriz de armas tomar, como su herencia, con cicatrices y experiencias no menos emotivas, quien, como muchas de nosotras, emigramos cargando una maleta de anhelos y emociones no menos pesada que la de su protagonista.

Ana de Armas, con la cuchilla de seda de sus ojos, abrió el alma de Marilyn Monroe desde las ilusiones de Norma Jeane.

Nos toca entonces cambiar el acento en este debate y a propósito del Mes de la Herencia Hispana en Estados Unidos, preguntarnos:

¿Acaso no es hora de trabajar en un lenguaje común, que nos acerque profundamente, reconozca y recree con legitimidad de ambas partes, representando con veracidad la fusión cultural e histórica de un país indivisible, fundado por emigrantes?