Nota del editor: Frida Ghitis, (@fridaghitis) exproductora y corresponsal de CNN, es columnista de asuntos mundiales. Es colaboradora semanal de opinión de CNN, columnista del diario The Washington Post y columnista de World Politics Review. Las opiniones expresadas en este comentario le pertenecen únicamente a su autora. Ver más opiniones en CNN.
(CNN) – Los resultados de las elecciones intermedias de 2022 no se han contabilizado por completo y la pregunta crucial, ¿quién controlará el Congreso?, sigue sin respuesta. Pero en este día después, podemos sacar algunas conclusiones iniciales.
En primer lugar, no hubo una “ola” roja, y mucho menos un “tsunami” rojo. Las predicciones de una enorme victoria republicana en las urnas no se materializaron. Fue una elección profundamente decepcionante para el Partido Republicano. Además, fue un día desastroso para el expresidente Donald Trump, que había esperado que una avalancha republicana lo colocara en una ruta directa hacia la nominación para convertirse en el candidato presidencial del partido en 2024.
Independientemente de lo que encontremos una vez que se cuenten todos los votos, fue un buen día para la democracia estadounidense.
Eso es porque el movimiento encabezado por Trump y aquellos que niegan los resultados electorales tuvo un desempeño mucho peor de lo esperado. Incluso algunas de las victorias republicanas más impactantes parecían un reproche a Trump y a su banda de activistas antidemocráticos.
Se suponía que el presidente Joe Biden saldría perdiendo, pero fue Trump quien se llevó la paliza.
En las encuestas a pie de urna, el 28% de los votantes dijo que eligió su voto en la Cámara “para oponerse a Donald Trump”. Y solo el 37% dijo que tenía una opinión favorable del expresidente, el presunto favorito del Partido Republicano, al menos antes de esta elección. Eso debería alarmar al partido.
La noche de las elecciones, Trump dijo a un entrevistador: “Creo que si [los republicanos] ganan, yo debería recibir todo el crédito. Si pierden, no deberían culparme en absoluto”. Pero las pruebas sugieren firmemente que él merece gran parte de la culpa.
En los últimos 100 años, la media de ganancia en la Cámara de Representantes para el partido de la oposición es de 29 escaños. Este año, los republicanos solo necesitaban cinco escaños, un objetivo que parecía tan alcanzable que prácticamente todos los encuestadores predijeron que el Partido Republicano lo superaría fácilmente, especialmente teniendo en cuenta la alta tasa de inflación y la aprobación relativamente baja de Biden. Pero los republicanos están luchando por superar esa vara tan baja.
Puede que lo consigan. El representante Kevin McCarthy puede sustituir a Nancy Pelosi como presidente de la Cámara de Representantes, pero incluso si los republicanos toman el control de la Cámara, el desempeño de los demócratas en estas elecciones es poco menos que sorprendente. Biden presidió la mejor actuación del partido en el poder desde George W. Bush en 2002, las primeras elecciones tras el 11S.
Resulta que Biden tenía razón al declarar que la propia democracia estaba en juego en las elecciones intermedias.
El argumento resonó. Trump, y los radicales que niegan las elecciones a los que apoyó, ayudaron a Biden y a los demócratas a dejar claro ese argumento.
Biden, de hecho, ha dicho que eligió postularse a la presidencia en un esfuerzo por salvar la democracia estadounidense. A la vista de los resultados de este martes, incluso si su partido pierde el control del Congreso, puede estar tranquilo por haber hecho un progreso significativo en la consecución de ese objetivo. Estas elecciones fueron una victoria para la democracia.
El desafío a la democracia no ha terminado, por desgracia. Muchos negadores de las elecciones ganaron. Pero incluso los que salieron victoriosos, obtuvieron peores resultados que los que no negaron las elecciones. En otras palabras, al repetir como loros las mentiras de Trump sobre 2020, alejaron a los votantes que habían apoyado a otros republicanos.
En general, fue una noche muy mala para algunos de los candidatos más prominentes, más alejados y más acogidos por Trump.
En Pensilvania, el fiscal general Josh Shapiro derrotó a Doug Mastriano, quien desempeñó un papel activo en el intento de anular las elecciones de 2020 y realizó una campaña plagada de insinuaciones antisemitas contra su oponente judío. Los aliados de extrema derecha de Trump que niegan las elecciones perdieron en Michigan, Massachusetts, New Hampshire, Maryland y muchas otras contiendas.
Y en la batalla de alto riesgo por el control del Senado, la participación de Trump puede entregar la cámara a los demócratas, como sucedió en 2020.
La estrella de fútbol Herschel Walker aún podría ganar la segunda vuelta en diciembre. Pero cualquiera que lo escuchó hacer campaña o se enteró de su pasado sabe que nunca debería haber estado en la boleta electoral. Aparentemente, Trump pensó que la fama haría el truco, tal como lo hizo con él. Entonces, también respaldó a la estrella de televisión Mehmet Oz para el escaño de Pensilvania. Oz perdió ante John Fetterman, quien después de sufrir un derrame cerebral luchó por recuperar su destreza verbal, una habilidad clave para un candidato político.
La reprimenda de Trump fue incluso visible cuando ganaron los republicanos.
Si Trump fue el gran perdedor de la noche, el mayor ganador fue su principal rival por la nominación, el gobernador de Florida, Ron DeSantis, quien ganó de forma aplastante y fue recibido por sus seguidores en su fiesta de la victoria con consignas de “¡Dos años más!” un reconocimiento de que sus ojos, como los de Trump, están puestos en la Casa Blanca para 2024.
Todo eso sucedió a las pocas horas de que Trump desplegara una de sus tácticas mafiosas, amenazando con revelar “cosas” sobre DeSantis si se postula. El expresidente insinuó sombríamente: “Sé más sobre él que nadie, excepto quizás su esposa”.
Luego estuvo el gobernador de Georgia, Brian Kemp, otro republicano que ganó la reelección, en una revancha con Stacey Abrams. Trump desprecia a Kemp porque, al igual que otros funcionarios de Georgia, se negó a anular la votación de 2020, a pesar de la enorme presión del entonces presidente.
Para bloquear la reelección de Kemp, Trump persuadió al exsenador David Perdue para que se presentara contra él en las primarias. Esa votación primaria terminó en humillación para Perdue y para Trump.
A pesar de su terrible desempeño, Trump planea declarar su candidatura pronto. La mayoría de los demócratas encuentran la perspectiva difícil de digerir, pero a la mayoría de los republicanos también les gustaría que se concentre solo en su juego de golf. Como mostraron las intermedias, es una amenaza para el partido.
Mientras tanto, los demócratas reflexionan sobre quién los guiará hacia las próximas elecciones presidenciales en 2024. Los resultados del martes mostraron que Biden no estaba equivocado, a pesar de lo que dijeron los expertos, cuando dijo que la democracia estaba en la boleta electoral. Dio sus frutos, demostrando una vez más que sus instintos políticos siguen siendo agudos. Pero la elección también puso el foco de atención en algunas estrellas en ascenso del partido. Entre los candidatos, varios cuyos nombres no son muy conocidos en todo el país, se destacaron como inteligentes, carismáticos, comprometidos con la democracia y potencialmente elegibles.
Pronto, los estadounidenses probablemente tendrán que comenzar a soportar otra temporada de campaña presidencial del candidato más disruptivo que se recuerda, un hombre que solo ha mostrado desdén por la democracia. Frente a esa perspectiva, es bueno saber que el país dio un paso hacia la cordura esta semana y que a la democracia le fue bastante bien.