CNNEarrow-downclosecomment-02commentglobeplaylistsearchsocial-facebooksocial-googleplussocial-instagramsocial-linkedinsocial-mailsocial-moresocial-twittersocial-whatsapp-01social-whatsapptimestamptype-audiotype-gallery
Análisis

ANÁLISIS | La contraofensiva de Ucrania está envuelta en confusión. Ese puede ser el plan

Por Nick Paton Walsh

(CNN) -- Columnas de docenas de vehículos blindados M-ATV, suministrados por Estados Unidos, seguían llegando, precedidas por una patrulla de policía, con las luces encendidas, y seguidas por docenas de vehículos civiles enlodados. No estaba claro el destino final de los blindados. Pero seguían siendo de color beige –la pintura que habrían tenido para su uso en Iraq y Afganistán–, lo que sugería que les faltaba al menos un bote de spray o un baño de lodo para estar listos para su uso en el frente.

A lo largo de cinco semanas de cobertura informativa en las líneas del frente del sur, es difícil concebir que –al menos en sus limitadas fases preparatorias– la contraofensiva de Ucrania no se haya puesto en marcha a finales de abril.

El incesante bombardeo de objetivos militares rusos; los indicios de pequeños desembarcos ucranianos a lo largo de la orilla oriental ocupada del río Dnipro; y las explosiones que alcanzaron depósitos de combustible e infraestructuras dentro de las propias fronteras rusas y en ciudades ocupadas, todo ello podía considerarse un indicador.

También, un ataque con helicóptero que presenciamos contra un objetivo ruso; las persistentes señales de los oficiales ocupados sobre ataques de sondeo ucranianos a lo largo de la línea del frente de Zaporiyia; y la evacuación de la población civil en las zonas ocupadas.

Estas señales se han acelerado en el último mes y son los primeros indicios de las "operaciones de conformación" que un alto funcionario estadounidense declaró a CNN que comenzaron la semana pasada. Sin embargo, oficialmente, la contraofensiva ucraniana aún no ha comenzado.

publicidad
Cada vez hay más indicios de que la esperada ofensiva de Ucrania podría estar en marcha. (Foto: Libkos/AP)

Cada vez hay más indicios de que la esperada ofensiva de Ucrania podría estar en marcha. (Foto: Libkos/AP)

Dado el volumen de armamento, asesoramiento y formación que Estados Unidos y la OTAN han dedicado a esta operación –un alto funcionario estadounidense declaró recientemente ante el Congreso que EE.UU. que había enseñado a Kyiv cómo "sorprender"– parece justo suponer que este retraso en declarar el inicio del asalto es una táctica, y no el producto del caos, la desorganización y un abril relativamente húmedo que ha dejado el terreno demasiado blando.

Anunciar el comienzo depende enteramente del presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky. Si declara que la operación está en marcha, el reloj marcará inmediatamente los primeros resultados. Si se dice que aún no ha comenzado, las crecientes pérdidas sufridas por Rusia se deben al desgaste normal de la línea del frente. En el último mes, los comentarios ofuscadores de Zelensky en el sentido de que los "primeros pasos importantes" de la operación se darían "pronto", o que se necesitaría "un poco más de tiempo", no han hecho sino reafirmar la promesa inicial de Kyiv de que no anunciarían su inicio.

Es posible que solo nos enteremos de que la contraofensiva comenzó cuando se revelen sus primeros resultados tangibles. Mucho de lo que está ocurriendo no se está haciendo público.

El objetivo de esta confusión es claramente mantener a Moscú fuera de balance, incapaz de evaluar si cada nuevo ataque de las fuerzas ucranianas es "eso", o simplemente otro sondeo.

Los recientes asaltos en torno a Bakhmut son una prueba de ello. El jefe del grupo mercenario ruso Wagner, Yevgeny Prigozhin, pasó 10 días en una elaborada conversación esencialmente consigo mismo en Telegram, advirtiendo del colapso del grupo Wagner sin más proyectiles de artillería de los altos mandos rusos. Prigozhin no recibió casi ninguna respuesta oficial pública a sus súplicas, y no está claro si estas alteraron los patrones de suministro del Ministerio de Defensa de Rusia.

Tropas ucranianas disparan un obús contra cazas rusos cerca de la ciudad de Soledar, en la región oriental ucraniana de Donetsk. (Foto: Sofiia Gatilova/Reuters)

Tropas ucranianas disparan un obús contra cazas rusos cerca de la ciudad de Soledar, en la región oriental ucraniana de Donetsk. (Foto: Sofiia Gatilova/Reuters)

La notable supervivencia de Prigozhin, tras este episodio de críticas públicas a los hombres del Kremlin, es una expresión tanto de necesidad como de temor: Putin quizá teme la reacción violenta que provocaría la destitución de Prigozhin, y también necesita que las fuerzas de Wagner mantengan sus posiciones. También es posible que siga necesitando a Prigozhin como complemento de un ejército poderoso. Como ocurre con tanta kremlinología, la verdad es por ahora desconocida, pero tampoco tiene tanta importancia.

Lo que sí es clave es la resultante muestra de asombrosa desunión en las filas de Putin, algo impensable en febrero de 2022. Hasta ahora, el arrebato de Prigozhin solo se ha traducido en ligeros cambios territoriales en el control en torno a la simbólica ciudad de Bakhmut.

Pero reveló de forma más significativa una diferencia fundamental en el funcionamiento de las máquinas de guerra de Rusia y Ucrania.

Hasta ahora, Kyiv ha conseguido mantener en secreto sus intenciones, preparativos y posibles salidas en falso. Los ucranianos parecen tener paciencia y la capacidad de mantener su plan lo suficientemente confidencial como para llevarlo a cabo metódicamente. Moscú, en cambio, ha exhibido toda su disfuncionalidad. Esto será vital en las próximas semanas: Moscú parece procesar muy mal y públicamente las malas noticias.

Hasta ahora, la mayor parte de la información que hemos tenido sobre las operaciones de Ucrania ha procedido de funcionarios de ocupación prorrusos y de blogueros militares. En ocasiones, puede tratarse de desinformación intencionada.

Cuando fuentes rusas advirtieron que las tropas de Rusia estaban rodeadas en Lyman, durante el verano, probablemente se trató de una treta diseñada para distraer la atención de Moscú, que estaba ejecutando una retirada tranquila. Pero, en otras ocasiones, su debate en línea sobre política y debilidades proyecta el caos en unas filas que claramente no lo necesitan. La retirada rusa de Jersón fue otro ejemplo llamativo de mensajes contradictorios por parte de altos funcionarios.

Una imagen de satélite muestra edificios universitarios demolidos y una torre de radio en Bakhmut esta semana. (Crédito: Maxar Technologies/Reuters)

Una imagen de satélite muestra edificios universitarios demolidos y una torre de radio en Bakhmut, esta semana. (Crédito: Maxar Technologies/Reuters)

Sin embargo, al igual que ocurre con la agitación en torno al grupo Wagner y Bakhmut, el desorden de sus mensajes no siempre puede explicarse racionalmente como una niebla de desinformación intencionada. Nadie quiere parecer tan desordenado cuando la moral en primera línea está seguramente tan baja.

En las próximas semanas, es probable que veamos más confusión sobre lo que Ucrania está tramando. Los ataques contra objetivos rusos específicos e importantes, más adentro del territorio ocupado, pueden aumentar en ritmo y ferocidad, como con los aparentes ataques con misiles contra grandes edificios dentro de Luhansk.

También es posible que veamos más falsas salidas ucranianas aparentes a lo largo de una línea del frente de 1.000 kilómetros (620 millas). En el oeste, Ucrania debe hacer que la ocupada Jersón siga pareciendo vulnerable a un mayor asalto a través del río Dnipro; y en el este, Bakhmut debe seguir pareciendo precariamente en riesgo de que su ciudad se vea rodeada por los renovados avances ucranianos. Y entre estos dos flancos, el enorme frente sur de Zaporiyia, ocupado por Rusia, también debe seguir siendo vulnerable a un rápido avance a través de las fortificaciones rusas por parte de un ejército mejor equipado y más preciso entrenado por la OTAN.

Moscú no puede permitirse perder en ninguno de estos tres frentes. Sin embargo, puede verse obligada a elegir –a priorizar– y con esa elección llegará el primer riesgo de una derrota estratégica más amplia para Putin.

Si pierde cualquiera de estos "premios" de la ocupación, todo el proyecto parecerá aún más endeble que cuando el Kremlin tuvo que admitir, por la razón que fuera, que había sido atacado por drones en el corazón de Moscú. Una pérdida pública y estratégica podría dejar a las filas rusas en riesgo de un pánico y un colapso generalizados.

Los comentarios más reveladores de Zelensky sobre la operación fueron quizá su renovada y descarada petición de más armas occidentales: dijo que la victoria estaba asegurada, pero que sin un equipo mejor y más rápido se perderían más vidas ucranianas. Este es un principio clave hasta ahora de la campaña de Kyiv: la inviolabilidad de la vida ucraniana. Sus pérdidas son sin duda significativas, pero las aceptan mucho menos que su enemigo.

Kyiv puede lanzar en cualquier momento un asalto frontal contra las debilitadas posiciones rusas, donde las cadenas de suministro, el mando y la moral son probablemente débiles. Pero semanas más de confusión rusa, sobrecarga y autocrítica pública reducirán probablemente el coste humano final para Kyiv.

Mientras que los mensajes contradictorios de Moscú quizás anuncien signos poco frecuentes de fracturas internas, los de Kyiv son una señal de determinación y firmeza.