(CNN) — Un grupo de investigadores señala que tal vez pueda explicar por qué beber pequeñas cantidades de alcohol beneficia al corazón, y cómo su principal efecto no se deriva de cambios en la sangre ––como inicialmente creían los científicos–– sino de sus repercusiones en el cerebro.
Sin embargo, debido a que el alcohol también aumenta el riesgo de cáncer sin importar la cantidad que se ingiera, los investigadores aclaran que no aconsejan a las personas consumirlo. En su lugar, la comprensión de este mecanismo puede indicar formas más saludables de aprovechar el mismo beneficio, como el ejercicio o la meditación.
Durante décadas, extensos estudios epidemiológicos han demostrado que las personas que consumen cantidades moderadas de alcohol ––menos de una bebida al día en el caso de las mujeres, y de una a dos bebidas al día para los hombres–– tienen un riesgo menor de sufrir accidentes cardiovasculares graves, como infartos de miocardio y accidentes cerebrovasculares (ACV), en comparación con las personas que se abstienen por del alcohol y con respecto a aquellas que beben más.
Sin embargo, los científicos nunca han podido descifrar exactamente por qué ocurre esto. El alcohol parece aumentar los niveles de colesterol “bueno”, conocido como HDL, y los bebedores tienen niveles más bajos de una proteína pegajosa llamada fibrinógeno en la sangre, lo que puede reducir el riesgo de coágulos peligrosos. Además, en pequeñas cantidades, el alcohol puede aumentar la sensibilidad a la insulina. Pero esto no parece explicar del todo el beneficio.
Así que un equipo de cardiólogos de Boston decidió buscar pistas en otro lugar: el cerebro.
El Dr. Ahmed Tawakol, autor principal del estudio y codirector del Centro de Investigación de Imágenes Cardiovasculares del Hospital General de Massachusetts, observó que después de tomar un poco de alcohol, antes de sentirse alicorado, hay una sensación de relajación.
“Si pensamos en el alcohol a corto plazo, el primer efecto que se produce es una respuesta algo desestresante”, afirmó.
Para el estudio, Tawakol y su equipo analizaron los hábitos de consumo de alcohol de miles de personas inscritas en el Mass General Brigham Biobank. Descubrieron que quienes tomaban entre una y 14 copas a la semana tenían menos probabilidades de sufrir un infarto de miocardio o un ACV, frente a los que ingerían menos de una copa a la semana, incluso después de hacer los ajustes por factores genéticos, de estilo de vida y otras condiciones de riesgo.
También analizaron los escáneres cerebrales de cientos de estas personas y descubrieron que los bebedores leves o moderados presentaban menos respuestas de estrés en la amígdala, la parte del cerebro que procesa el miedo y las amenazas, además de menos infartos de miocardio y ACV.
“Descubrimos que los cambios cerebrales en los bebedores de leves a moderados explicaban una parte significativa de los efectos cardiacos protectores”, afirmó Tawakol.
Los beneficios resultaron especialmente prevalentes entre las personas con antecedentes de ansiedad.
“El alcohol era dos veces más eficaz para reducir los principales acontecimientos cardiacos adversos entre las personas con estrés y ansiedad”, indicó Tawakol. “Fue de un 20% en la mayoría de los pacientes, pero de un 40% de reducción del riesgo relativo entre los individuos con ansiedad previa”.
Tawakol estudia la llamada red neuronal del estrés, centrada en la parte del cerebro conocida como amígdala. Cuando la amígdala se sobreexcita, activa el sistema nervioso simpático, preparando al organismo para una respuesta de lucha o huida. Esto hace que aumente la presión arterial y la inflamación. Ciertas neuronas también se activan en el proceso y ordenan a la médula ósea que libere más células proinflamatorias.
El sistema endocrino se activa y bombea cortisol, que ordena al cuerpo almacenar grasa, lo que aumenta el riesgo de diabetes e hipertensión. También segrega adrenalina y eleva aún más la presión arterial. Con el tiempo, esta cascada de efectos puede aumentar el riesgo de infartos y ACV.
Según Tawakol, los escáneres cerebrales de los bebedores leves mostraron una actividad mucho menor en la amígdala que los no bebedores y quienes consumen más cantidades de alcohol, a pesar de que habían ayunado antes de los escáneres, por lo que no tenían alcohol en el organismo.
Sin embargo, los investigadores descubrieron que cualquier cantidad de alcohol aumentaba el riesgo de cáncer, por lo que es importante encontrar métodos alternativos para reducir el estrés.
“Con la misma cantidad de alcohol que era “protectora” de las enfermedades cardiovasculares, observamos un aumento similar del riesgo de cáncer, por lo que no estamos sugiriendo que exista una cantidad de alcohol atractiva para mejorar la salud”, aclaró Tawakol.
Dos buenos candidatos a sustituir el consumo ligero de alcohol para reducir el estrés son la meditación y el ejercicio, afirmó. Puede que algún día también exista una pastilla que pueda reducir los efectos del estrés en el organismo.
“Hay muchos estudios sobre la meditación, y la meditación tiene un impacto absoluto en los sistemas de redes neuronales del estrés”, explicó. Los estudios analizan si la meditación reduce lo suficiente los componentes secundarios y, a su vez, disminuye el riesgo de infartos y ACV.
“El ejercicio tiene efectos bien conocidos en el cerebro, pero en especial tiene un efecto muy bueno, relacionado con la dosis, en la red neuronal del estrés”, dijo.
Algunos expertos que no participaron en el estudio criticaron sus métodos y su mensaje.
“Esta compleja investigación trata de averiguar por qué el alcohol moderado puede estar asociado a un menor riesgo de infarto”, dijo Naveed Sattar, profesor de medicina metabólica de la Universidad de Glasgow.
“La cuestión es que sabemos que cualquier cantidad de alcohol se asocia con más ACV e insuficiencia cardiaca, y con aumentos del cáncer y de las muertes por causas cardiovasculares”, dijo Sattar en un comunicado.
“Así que concentrarse sólo en un pequeño aspecto, aunque sea cierto, da una impresión equivocada y el título de mejor salud cardiaca con alcohol ligero a moderado es engañoso y perpetúa viejos mitos de los que realmente tenemos que salir”, insistió.
Petra Meier, catedrática de salud pública de la Universidad de Glasgow, señaló que el estudio sólo puede mostrar asociaciones. No puede probar que el alcohol fuera la razón por la que los bebedores leves parecían tener menos estrés en el cerebro.
“Hay varias explicaciones, entre ellas que los bebedores leves o moderados son diferentes de los abstemios en relación con una serie de características personales. Estas diferencias explican por qué el consumo bajo de alcohol parece estar asociado a resultados beneficiosos para la salud, pero sin que el consumo de alcohol sea el factor causante”, afirmó Meier en un comunicado.