Por LZ Granderson*
MICHIGAN (CNN) — ¿Conoces a ese tipo de padre que inscribe a su hijo al fútbol casi tan pronto como da su primer paso?
Ese era yo.
¿Conoces a ese padre que grita tanto desde la banca que se queda un poco ronco?
Sí, ese era yo también.
¿Conoces al padre que aplaude cuando su hijo trae a casa un ’10’?
¿No?
Pues yo tampoco… hasta que me convertí en ese papá hace unos años.
Yo solía brillar de orgullo al ver a mi hijo juntar trofeos a medida que pasaba del futbol, al hockey y al tae kwon do. En el último par de años, se ha enfocado en la pista y ha roto varios récords escolares durante las competencias citadinas.
¿Qué puedo decir? Mi hijo es un ganador.
Una cosa que he notado en los últimos años es que todos, sus entrenadores, otros padres de familia e incluso miembros de nuestra familia se apresuran a señalar su potencial para ganar una beca universitaria, pero lo hacen enfocados en su capacidad atlética.
Nadie —y de verdad, nadie— saca al tema sus notas, una lástima teniendo en cuenta que tiene excelentes calificaciones en un programa de bachillerato internacional, estudia chino, actualmente está en un campamento de debate y ha querido ir a Stanford desde el quinto grado.
En pocas palabras, aunque sea tan bueno en los deportes, no lo crié con la esperanza de que sea un atleta. Estoy criándolo para ser un nerd.
Y no podría estar más feliz.
Y por feliz, no me refiero a las frases tibias como: “Bueno, por lo menos no está vendiendo drogas”, sino a la misma emoción genuina que se reserva sólo a las ceremonias de premiación al final de los torneos.
Los deportistas crecen para jugar en su equipo favorito, pero los nerds avanzan para ser los dueños de los equipos para los que estos deportistas juegan.
Sé que es difícil encontrar un trabajo en esta economía. Pero también sé que a principios de año, Google dio a sus empleados un bono de 1,000 dólares y un 10% de aumento, ya que seguía perdiendo sus más brillantes empleados a manos de sus competidores. Así que alguien está contratando.
Y parece que están contratando a los nerds.
Me sorprendió, durante un debate político reciente, que en dos horas ninguno de los candidatos apuntó al tema de la educación. Todos ellos hablaron sobre la creación de empleo y la innovación, pero no sobre la educación, como si no estuviera conectado.
Sabemos que debido a la actitud negativa de la cultura hacia los nerds, nuestros hijos no se animan a ser aficionados a los libros desde una temprana edad. También sabemos que hay una alta tasa de abandono de estudiantes universitarios en carreras nerd como Ciencias y Matemáticas, lo cual a su vez afecta la forma en que se compite a nivel mundial en campos como la Medicina y la Ingeniería. Así que para mí no puede haber pláticas sobre innovación y creación de empleo sin hablar de la educación.
A veces, mi hijo se preocupa de que sus cualidades académicas puedan interferir con su vida social. Sólo le recuerdo que en medio de los tiempos económicos difíciles, 33 de los 50 estados de Estados Unidos aumentaron la cantidad gastada en prisiones, mientras que disminuyeron los dólares gastados en el sistema de educación primaria y educación superior. Así, mientras que él se preocupa por ser cool, el mercado laboral es cada vez más competitivo y nuestro gobierno se prepara para enviar más gente a la cárcel.
Pero, de nuevo, todo empieza conmigo.
Finalmente me di cuenta de que si yo quería que mi hijo realmente aceptara la educación, tenía que tomar la iniciativa; no restando importancia a sus logros en el campo de juego, sino elevando la importancia de su trabajo en el aula. Así que sonrío ante la puerta cuando entro a una habitación y lo veo leyendo por placer de la misma manera en que sonrío cuando miro hacia el patio para ver que está practicando para ser mejor atleta.
Suena un poco raro, tengo que admitir, pero si un refuerzo positivo exagerado es aceptable por lanzar una pelota en un aro, ¿por qué está fuera de lugar estar tan emocionados de que nuestros hijos obtengan buenas calificaciones?
Tampoco creemos en el valor de la educación, culturalmente. Simplemente nos gusta decir que lo hacemos porque como ciudadanos de una nación industrializada, se supone que lo hacemos. Podemos decir a nuestros hijos hasta el cansancio que la escuela es importante, pero ellos no son estúpidos.
Ellos ven que el aplauso más fuerte es para los niños en el campo de juego. Ellos saben que los maestros están mal pagados y no conducen autos de lujo. Ellos saben que las personas planean fiestas para los partidos del Súper Tazón, pero se burlan del concurso nacional de Ortografía.
En otras palabras, ven la hipocresía, y no podemos esperar que la sociedad se corrija a sí misma.
Si queremos tener una influencia duradera en la forma en que nuestros hijos se acercan a la educación —y la forma en que las generaciones futuras se acerquen a la educación— entonces tenemos que tomar nuestros pompones, pintarnos la cara y celebrar la curiosidad intelectual con el mismo vigor que celebramos los logros de atletismo.
Nota del editor: *LZ Granderson escribe una columna semanal para CNN.com. Es escritor senior y columnista de ESPN The Magazine y ESPN.com. Puedes seguirlo en Twitter: @ locs_n_laughs
Las opiniones expresadas en este comentario son únicamente las de LZ Granderson.