(CNN) — Este miércoles, hace exactamente 10 años, el primer grupo de sospechosos de terrorismo capturados en Pakistán y Afganistán llegó a la Bahía de Guantánamo, Cuba, a bordo del avión de transporte C-141. De noches heladas en las profundidades del invierno afgano, los 20 detenidos pasaron a la tropical brisa, con una apariencia aturdida y desaliñada.
Mientras más prisioneros llegaron con el paso de las semanas, el entonces secretario de Defensa de EE.UU., Donald Rumsfeld, los describió como lo “peor de lo peor”. Y unas cuantas semanas después de que Gitmo (como rápidamente se conoció el lugar) abriera sus puertas, el presidente George W. Bush dijo que los detenidos no tenían derecho a la protección derivada de los Convenios de Ginebra, ya que ellos no formaban parte de un ejército tradicional.
La población de Guantánamo creció rápidamente hasta alcanzar el siguiente año un máximo de 680 personas, y se expandió más allá del Campo de Rayos X, hasta otras secciones. En aquellos primeros días, dice Human Rights Watch, los detenidos fueron sometidos a “situaciones de estrés dolorosa, prolongado confinamiento solitario, amenazas con perros militares, y a amenazas de tortura y muerte”, entre otros abusos. El gobierno de Bush, aunque insistió en aumentar las técnicas de interrogatorio, no llegó a la tortura, sosteniendo que los métodos excepcionales eran legítimos de cara a una continua amenaza del terrorismo.
En la década anterior, la sola palabra Guantánamo se convirtió en una piedra de toque en el debate sobre cómo la democracia puede protegerse a sí misma del terror sin negar el acceso a la justicia. También se convirtió en sinónimo de política redituable y en tema de agria discusión en la corte federal sobre el principio del habeas corpus, derecho del detenido a defenderse ante un juez. También se hizo presente en la cultura popular, en la película Sicko de Michael Moore y en una canción de Patti Smith.
Revisiones administrativas de los detenidos obtenidas y publicadas por WikiLeaks señalaron que en muchos casos los interrogadores sabían muy poco sobre los primeros grupos de detenidos. Las pruebas en su contra a menudo eran anecdóticas y anónimas, y en abril de 2003 Rumsfeld se quejó de que las fuerzas armadas estaban “poblando Bahía de Guantánamo con enemigos combatientes de bajo nivel”.
Durante la década anterior, muchos de los detenidos fueron liberados o transferidos a terceros países. Pero a menudo ha resultado difícil para Estados Unidos encontrar gobiernos dispuestos a aceptarlos. En el 2009, cuatro individuos de la etnia uigur, provenientes del oeste de China, quienes alegaban que habían huido a Afganistán para escapar de la persecución de Beijing, de pronto fueron trasladados a las Bermudas. Otros 13 fueron a parar a la isla de Palau, en el Pacífico, y otro más ahora es cocinero de pizzas en Albania.
Pero parte de ese primer grupo en llegar a Guantánamo está entre los 171 prisioneros que en la actualidad tiene el centro de detención. Varios detenidos de alto valor es probable que enfrenten juicios ante comisiones militares renovadas. Además, 46 individuos son considerados demasiado peligrosos como para ser liberados -pero demasiado difíciles de enjuiciar, ya sea en un tribunal civil o militar.
Otros 89 han sido eximidos de toda sospecha para su liberación por parte de varias agencias federales, pero permanecen en el limbo. (El último detenido en salir de Guantánamo fue un argelino de 50 años, exactamente hace un año.)
En la víspera de Año Nuevo, el presidente Barack Obama aprobó como ley nuevas disposiciones que prohíben el traslado de los actuales detenidos a Estados Unidos para ser enjuiciados. La ley también amplía las restricciones sobre el traslado de los detenidos a su lugar de origen o a terceros países, incluyendo aquellos eximidos de toda sospecha por el gobierno para ser liberados. Y esta reafirma la autoridad del ejecutivo de detener a cualquiera considerado como integrante de Al-Qaeda, el Talibán o a fuerzas asociadas “sin juicio hasta el fin de las hostilidades”.