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Por Mitchell Koss, especial para CNN*

SAN PEDRO SULA, Honduras — Flanqueado por agentes de la policía con fusiles de asalto y conduciendo por una carretera en la parte trasera de una camioneta de la policía, el comisionado de la policía Julián Hernández explica la difícil tarea de luchar contra la delincuencia.

“Las Naciones Unidas recomiendan que una ciudad de este tamaño tenga 4,000 funcionarios”, dice. “Pero sólo tengo 1.000”.

Invadida por la violencia del narcotráfico, San Pedro Sula es la segunda ciudad más grande y más violenta en Honduras, un país que actualmente es la capital del asesinato del mundo.

Al final del primer día de rodaje del reporte La guerra del narco de CNN habíamos concertado encontrarnos con el comisionado, esperando una rápida entrevista. En cambio, Hernández saltó a la parte trasera de la camioneta de la policía, llevando al corresponsal Kaj Larsen y al resto del equipo de CNN por las calles de San Pedro Sula, una ciudad industrial con una infraestructura relativamente buena.

Un convoy de otros vehículos de la policía se unió a nosotros cuando nos pusimos en marcha en la ciudad. Pero en lugar de una gira, comenzamos a seguir a una camioneta marrón destartalada. Se inició una persecución. Por último, en las afueras de la ciudad, rodearon el vehículo. Sus tres ocupantes fueron sacados a punta de pistola y obligados a tumbarse en la carretera. Nos sorprendió a todos capturar todo esto con la cámara, teniendo en cuenta que la mayoría de los delitos graves aquí siguen sin resolverse.

En el momento siguiente, los tres estaban de pie, sonriendo. Resultó que la policía había efectuado el derribamiento para mostrarnos sus tácticas. Un minuto más tarde, una llamada entró y estábamos de regreso en una camioneta de la policía, en dirección a la escena de un crimen real: otro cuerpo fue arrojado, otro grupo de vecinos que no había visto nada ni escuchado nada, otro asesinato donde no iba a haber una persecución dramática que termina con las detenciones.

Bienvenido a la región más violenta del mundo

Los estadounidenses están muy conscientes de la guerra del narcotráfico en México y la terrible violencia que se llevan a cabo a tiro de piedra de Estados Unidos.

La policía patrulla las calles de Tegucigalpa, la capital de Honduras, un país con la más alta tasa de homicidios del mundo. Pero el narcotráfico y la violencia no sólo se limitan a México. De hecho, Honduras, El Salvador, Belice, Guatemala y Panamá tuvieron una mayor tasa de homicidios per cápita que México en 2010.

La guerra del narco de CNN se centra en Honduras y Guatemala, debido a que estos dos países se han convertido en el principal corredor para la cocaína que llega a Estados Unidos desde América del Sur. Esto ha coincidido con un aumento dramático en las tasas de homicidio, de acuerdo con las Naciones Unidas. En Honduras, los homicidios han aumentado más del doble entre 2005 y 2010, según los informes de la ONU. Como resultado, los Cuerpos de Paz de EU sacaron la semana pasada de Honduras a más de 150 de sus voluntarios, mientras se revisa la situación de seguridad allí.

Casi todos los asesinatos en estos países de América Central siguen sin resolverse. La tasa de impunidad, la tasa de delitos graves que quedan sin resolver, es muy alta, estimada por las Naciones Unidas en un 98% en Guatemala. Aquí, las probabilidades son abrumadoras de que alguien pueda, literalmente, salirse con la suya.

Es cierto que hay otros lugares donde la tasa de impunidad es alta, como en partes de México, donde azota la guerra contra las drogas. Pero en México, las víctimas son el resultado de una guerra contra las drogas que se inició con los cárteles conocidos, organizados, que luchan entre sí.

En Centroamérica, las autoridades calculan que el tráfico de drogas es un factor en el 60% de los asesinatos, pero no siempre está claro quién mata a quién y por qué. Tal vez un asesinato está relacionado con un gran cargamento de cocaína. O tal vez lo está más por la venta de 50 dólares de drogas en la acera.

Los orígenes de una guerra contra las drogas

Todo comenzó hace 30 años cuando cientos de miles de centroamericanos comenzaron a emigrar a Estados Unidos, muchos de ellos ilegalmente. Algunos terminaron en Los Ángeles, en ese entonces la capital de las pandillas callejeras de Estados Unidos, si no es que del mundo. Algunos de los hijos de los inmigrantes crecieron y se convirtieron en miembros de pandillas. Se formaron dos grandes bandas, la Mara Salvatrucha, también conocida como MS-13, y la Calle 18. Los barrios donde estas bandas operaban se ​​convirtieron en áreas activas de la división de homicidios de la policía de Los Ángeles en la década de 1990.

Era como si las guerras civiles de Centroamérica en la década de los 80 se hubieran movido hacia el norte.

Así que Estados Unidos deportó a muchos de estos miembros de la banda de vuelta a América Central. Como resultado, la Mara Salvatrucha y la Calle 18, originarias de Los Ángeles, se convirtieron en las pandillas centroamericanas. La región comenzó a sufrir una explosión de casos de robos, extorsiones y asesinatos perpetrados por miembros de pandillas.

La amenaza era tan grave que en 2004 el FBI creó un grupo de trabajo para luchar contra estas pandillas callejeras transnacionales en Estados Unidos, México y América Central. Para 2005, los homicidios en Honduras se habían elevado a casi 2,500 al año.

Con Estados Unidos trabajando duro para detener el tráfico en el Caribe y América del Sur, América Central, con su violencia perturbadora y alto grado de impunidad, se convirtió en una atractiva ruta alternativa.

Para 2011, la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés) estimó que 25 toneladas de cocaína al mes se movieron a través de Honduras. Y había cerca de 7,000 homicidios allí, un aumento del 250% en media docena de años. Los homicidios en el vecino El Salvador subieron a su mayor nivel desde la guerra civil de ese país de la década de los 80.

Por supuesto, esos son sólo números. En la práctica, el creciente nivel de violencia ha creado una especie de prisión.

Cuando se pone el sol en San Pedro Sula y Tegucigalpa, la capital de Honduras, las personas se retiran a sus casas como si fueran las cuatro de la mañana. Grandes sectores de la ciudad se quedan desiertos y hay guardias armados por todas partes.

Olvídese de la ideología: se trata de dólares

Es fácil decir que el aumento en el tráfico de drogas en América Central hizo que aumentara la violencia. Pero no es del todo claro. Algunos analistas dicen que creen que la inestabilidad y la violencia creada por los pandilleros deportados allanaron el camino para los traficantes de drogas.

Lo que está claro es que en la década de los 80, la región sufrió las guerras civiles que eran de naturaleza ideológica. En Guatemala y El Salvador, las guerrillas marxistas luchaban contra los gobiernos que eran aliados de Estados Unidos. Honduras fue relativamente más pacífica, pero no del todo conforme las fuerzas del gobierno enfrentaron a los insurgentes marxistas en una extensión menor. Estos fueron conflictos clásicos de Guerra Fría como la que sostuvieron Occidente y el bloque soviético.

Tras el colapso de la Unión Soviética en 1991 y la aceleración de la globalización, una nueva simetría parece haber conformado la violencia en Honduras y Guatemala. Ahora los combatientes están luchando por los dólares del lucrativo tráfico de drogas, lo que podría hacer más difícil para establecer una paz duradera.

Si nos fijamos en una forma de guerra más clara en México, consideremos la situación en Tijuana. En el otoño de 2008, Tijuana era una ciudad en estado de sitio, un lugar fantasmal. Las zonas comunes estaban desiertas por la noche. Dos años más tarde, la ciudad estaba llena de nuevo, con nuevos restaurantes abiertos, la gente fuera de casa, y la vida civil restaurada. Si bien aún existen advertencias a los viajeros, incluyendo a los de Estados Unidos, para actuar con cautela en Tijuana, hay una relativa paz que las autoridades públicas atribuyen a sus esfuerzos para derrotar a los cárteles.

Las autoridades públicamente dan el crédito por la relativa paz en Tijuana a sus esfuerzos para derrotar a los cárteles. La gente murmuraba que ya fuera que los cárteles en guerra habían hecho una tregua, o que “una entidad ha prevalecido”, el cártel de Sinaloa, el más grande y dominante de México, reclamando su hegemonía.

La violencia en Guatemala y Honduras parece menos organizada, por lo que el camino hacia la paz parece menos claro. Guatemala ha tenido cierto éxito con los programas piloto destinados a luchar contra la corrupción oficial y convencer a los ciudadanos de cooperar con las autoridades. Honduras, con un gobierno relativamente débil, hasta ahora parece tener poco en la ruta de programas eficaces para poner fin a la violencia.

De vuelta en San Pedro Sula, en nuestra primera mañana allí, visitamos un centro de reducción de la violencia apoyado por la Agencia de EU para el Desarrollo Internacional. Aproximadamente la mitad de una docena de policías portando fusiles de asalto nos cuidaron conforme la gente en el centro caminaba junto a nosotros por cuarto de milla en un camino polvoriento hacia un campo de fútbol, lo que representó su mayor triunfo.

El campo estaba abandonado a causa de la violencia de las pandillas en el vecindario. Después de negociar con las pandillas, se llegó a un acuerdo que permitía a las ligas de fútbol juvenil a utilizar el campo durante el día. Esta frágil convivencia, compartir un campo de futbol con las bandas de narcotraficantes, podría ser un pequeño paso hacia lo que Honduras y sus vecinos deben hacer para crear la paz en Centroamérica.

*Nota del editor: Mitchell Koss ha producido documentales y segmentos para PBS National Geographic, MTV, Nova, Current TV, Channel One News y ABC News, y ha trabajado en más de 60 países. Koss produjo La guerra del narco para la cadena CNN.