Por Ted Turner*
(CNN) — Soy dueño de una propiedad en Fort Pierre, en Dakota del Sur, llamada Bad River Ranch. Es un lugar precioso, en donde hemos trabajado muy duro para reconstruir el paisaje, rescatando especies silvestres y criando bisontes de una manera sustentable. Pero se encuentra 24 kilómetros río abajo de donde el oleoducto de Keystone XL, propuesto por la empresa TransCanada, cruzaría el Bad River.
El hecho de encontrarme tan cerca me llevó a verificar los riesgos y beneficios que potencialmente tendría el proyecto, del que he tenido dudas desde un principio. Después de una revisión exhaustiva, creo que no debería ser una prioridad de interés nacional continuar con la idea de construir el oleoducto.
La propuesta de Keystone XL es transportar arena de alquitrán de petróleo crudo a través de los Estados Unidos hacia las refinerías de la Costa del Golfo. La ruta por los Estado Unidos realmente es la segunda opción de la industria petrolera: transportar el petróleo desde el oeste de Alberta hacia las costas del Pacífico sería una ruta más corta y mucho más barata, pero los canadienses, a quienes preocupa el impacto ambiental y el hecho de que las tierras de los nativos puedan estar en riesgo, están en contra de esa ruta, y con razón. Los impactos ambientales existentes y potenciales de la ruta del oleoducto de 3,200 kilómetros serían pronunciados.
En Canadá, para la extracción de las arenas alquitranadas en crudo, se tienen que talar miles de hectáreas de bosque boreal, desviar ríos, desmantelar minas, y destruir el hábitat vital de una de las poblaciones más grandes de caribú en el mundo. El 30% de las aves cantoras y el 40% de las aves acuáticas dependen de las tierras húmedas y de los caminos de agua del bosque boreal.
La producción de petróleo y tierras de alquitrán ya ha creado más de 130 kilómetros cuadrados de estanques de deshechos tóxicos, tan grandes que se pueden ver desde el espacio. Aún más importante, la extracción de petróleo y tierras de alquitrán produce tres veces más emisiones de gas de efecto invernadero que la extración de petróleo y gases convencionales, lastimando aún más nuestra atmósfera y nuestros océanos, que ya no tienen mucha capacidad de absorción.
Cerca de casa, el oleoducto pone en amenaza directa al agua potable que utilizan millones y del que subsisten granjeros y rancheros. Para ser transportadas por medio de las tuberías, el espeso crudo de tierras de alquitrán debe mezclarse con químicos tóxicos y después ser presurizado y bombeado a temperaturas extremas. Esto prepara el escenario para más fallas de las tuberías y fugas que pueden crear un desastre altamente tóxico.
El oleoducto ya existente de Keystone 1 ha registrado más de 12 derrames durante los 12 meses en que ha funcionado. En julio de 2010, un derrame de más de tres millones de litros de arenas de alquitrán crudo de las tuberías de Enbridge contaminó casi 50 kilómetros de agua y litoral a lo largo del río Kalamazoo, en Michigan. Esto creó problemas de salud pública, puso en riesgo el agua subterránea, mató peces en una gran área y destruyó el hábitat de la vida salvaje, provocando pérdidas estimadas en 700 millones de dólares. Todavía tratan de limpiar ese desastre. Río abajo, dueños de propiedades en la zona, como yo, pensamos que esto es apenas el inicio de los problemas que vamos a padecer si se construye el Keystone XL.
La posible contaminación del agua vital subterránea causada por el oleoducto provoca más miedo todavía. Dependiendo de la ruta final de la tubería, los derrames pondrán en riesgo el Acuífero de Ogallala, el más grande de la región del oeste de Norte América, del que dependen millones de personas y negocios agrícolas para obtener agua potable, riego y agua para el ganado.
Pero derrames en cualquier parte de la ruta del acueducto pondrían en riesgo el suministro de agua potable, desde los pozos locales y municipales hasta el Acuífero de Texas Carrizco-Wilcox, un suministro de agua crítico que evita sequías en el este de Texas y Houston. Cualquiera que sepa al menos un poco sobre el problema de escasez de agua en esa región, entendería que una sola falla del oleoducto tendría consecuencias catastróficas.
Mientras tanto, el grupo que está a favor del oleoducto, presiona a la ciudadanía para aceptar el Keystone XL con promesas confusas de oportunidades de trabajo y seguridad. Pero los trabajos de TransCanada han sido desacreditados ampliamente, y no hay garantías de que el petróleo que se transporte en estas tuberías será vendido en Estados. Apenas la semana pasada rechazaron un intento para que el Congreso exigiera que el petróleo sea consumido en los Estados Unidos, y las refinerías de la Costa del Golfo han detallado ampliamente que el producto final se exportará a Europa y Latinoamérica. Bajo ese escenario y hablando del aspecto energético, ¿de qué manera nos convertimos en un país más seguro?
Ahora, el Congreso, a través de una enmienda al proyecto de carreteras, está presionando para pelear con la administración por el control de la toma de decisiones del proyecto, dándole la vuelta a la evaluación final del medio ambiente, y forzando la aprobación del oleoducto antes de que siquiera hayan determinado la ruta final.
El Congreso no debería pasarse por alto las reglas ya establecidas y aventurarse con un proyecto contaminante como el del oleoducto de Keystone XL. En lugar de apoyar el transporte de alquitrán y petróleo sucio vía terrestre, se debería de enfocar en asegurar recursos de energía renovable realmente limpios, como los solares, eólicos y los biocombustibles, que crearán miles de trabajos de largo plazo en los Estados Unidos, protegerán nuestros recursos naturales, y nos garantizarán, durante muchos años, el abasto de energía y agua.
*Nota del Editor: Ted Turner es el fundador y presidente de United Nations Foundation, y el fundador de CNN y de Turner Broadcasting. Actualmente no tiene una participación activa en la operación de CNN. También fundó y es codirector de la organización Nuclear Threat Initiative, que busca reducir la amenaza de armas nucleares, químicas y biológicas.