Por Mareike Schomerus*
(CNN) – “Están haciendo que nuestro trabajo aquí sea muy difícil”.
Es un comentario, dicho de manera callada y educada. Al principio del video Kony 2012, un hombre dice eso. Si han visto el video –probablemente sí- pueden haberse perdido esa pequeña interacción que ocurre a los cuatro minutos de la película. El hombre al que le preocupa que le estén dificultando el trabajo intenta interrumpir al cineasta que está entrevistando a un niño en la ciudad de Gulu, al norte de Uganda. No sé quién era ese hombre o qué intentaba hacer. La imagen es tan vieja que es difícil de establecerlo. Pero sus palabras resultaron ser proféticas: “Están haciendo que nuestro trabajo aquí sea muy difícil”.
Jason Russell, la cara más notoria del grupo Invisible Children, de hecho ha logrado dificultar mucho el trabajo de conseguir un cambio. La campaña de Invisible Children es un esfuerzo muy bien producido de dejar el estado de las cosas tal como están; su mensaje parece muy moderno porque así lo son las herramientas con las que lo hace. El punto al que trata de llegar es conformista: luchar violencia con violencia, omitir pasos de cambio social y hacer que una ideología estrecha se vuelva masiva al lograr que millones de personas que no se cuestionan nada alcen sus puños en señal de apoyo. Para Estados Unidos, Europa y otros rincones por lo general cómodos en el mundo, ésta es una imagen preocupante de una cultura de masas que cae fácilmente en el objetivo de la propaganda.
Para los lugares menos cómodos del mundo, como las zonas en las que el Ejército de Resistencia del Señor (LRA por sus siglas en inglés) ha tenido presencia, el apoyo masivo para mantener el statu quo es una tragedia.
Pero, ¿cuál es el statu quo? Bueno, es de hecho algo complicado. Pero basta con decir que durante décadas ha sido una intrincada mezcla de violencia que causa más violencia, de un gobierno violento que suma apoyo internacional al vilipendiar a un lado del conflicto, y de una atención internacional con frecuencia reducida a celebridades desinformadas expresando impacto y horror. Crucialmente, el statu quo ha sido parte de la propaganda del gobierno ugandés para que su guerra se vea como un tour de locura personal de un hombre: Joseph Kony. Este es el statu quo que necesita ser cuestionado.
¿Qué está haciendo la campaña de Invisible Children? ¿Abogar la práctica de combatir la violencia con más violencia? ¿Recogiendo apoyo internacional para un gobierno violento? ¿Tener a famosos desinformados expresando su impacto y horror? ¿Enfocar este conflicto en sólo una persona? ¿Tener a millones de personas con sus puños al aire pidiendo guerra y la presencia de tropas estadounidenses? ¿Y para qué objetivo?
La campaña defiende una mirada estrecha. También una mirada costosa. Desde 2006 a 2008, la situación sobre el conflicto entre el LRA parecía ser prometedora. La violence disminuyó. El LRA se fue de Uganda porque aceptaron que hubiera diálogos de paz: diálogos de paz lentos, impredecibles y con frecuencia irritantes que no vienen con una garantía de éxito. Pero los diálogos de paz hicieron que la situación se volviera –casi instantáneamente- mejor. Dos años de diálogos de paz costaron menos de 15 millones de dólares.
En ese entonces no se mostró video con elementos atractivos para las masas para que el mundo apoyara el proceso de paz. No hubo un pedido al gobierno estadounidense para dejar de trabajar con el ejército ugandés, uno de los perpetradores de la violencia en esta guerra. El grupo Invisible Children –que estuvo presente en varios momentos durante los diálogos de paz- decidió no tomarse en serio este intento de lento y de largo aliento de paz. Invisible Children cree en la guerra. Ellos logran que millones de personas crean que la guerra es la mejor manera de conseguir la paz.
Los diálogos de paz terminaron en guerra a finales de 2008: Kony se rehusó a firmar el acuerdo. Invisible Children apoyó la presencia de Estados Unidos; Estados Unidos apoyó al ejército ugandés para aumentar la presencia militar. Se finalizó el plazo para que se lograra el cambio social a través de fines pacíficos cuando el ejército de Uganda usó la ayuda de Estados Unidos para bombardear un campamento del LRA. La guerra, el statu quo, regresó. En los primeros días de la mal concebida operación militar, un avión de combate de millones de dólares se perdió y miles de personas resultaron desplazados o muertos. La guerra es mucho más costosa que la paz.
La guerra, como es abogada con esta campaña, tiene pocos matices. La propaganda en video, junto con los kits de acción y las órdenes precisas de qué hacer luego dejan poco espacio al pensamiento. Enfocar todo en un solo hombre que simplemente no lleva las riendas de este conflicto –como Invisible Children dice que lo hace- es algo miope.
El cambio social necesita matices. Necesita tener espacio a la negociación, a los compromisos y a cambiar el debate. También necesita de cosas aburridas: días tediosos de discusión, la redacción poco atractiva de acuerdos, y una mente abierta en todas las etapas. Y necesita de personas muy invisibles comprometidas con trabajar en estas cosas a través de contribuciones pequeñas pero importantes. Estas no son personas que compran kits de acción y que hacen retuit. Estas son personas a las que la campaña de Invisible Children les acaba de decir que colgar un poster y usar brazaletes es la mejor forma de conseguir el cambio social y que el difícil contexto político en que operan cada día (con frecuencia con gran riesgo personal), puede ser resuelto si un hombre es eliminado.
“Están haciendo que nuestro trabajo aquí sea muy difícil”, dice el hombre al principio de Kony 2012. Tenía razón.
*Las opiniones de este artículo son exclusivas de Mareike Schomerus.
Nota del editor: Mareike Schomerus es la directora del Programa de Investigación de Justicia y Seguridad en el London School of Economics and Political Science. Schomerus es la autora de” Chasing the Kony Story” y “A terrorist is not a person like me: An interview with Joseph Kony” y muchos otras publicaciones sobre el conflicto con LRA.