Por Aisha Sultan y Jon Miller
Nota del editor: Aisha Sultan es columnista de paternidad en el St. Louis Post-Dispatch y miembro de la Comunidad Knight Wallace en la Universidad de Michigan, Estados Unidos. Síguela en Twitter: @AishaS. Jon Miller es director del Estudio Longitudinal de Juventud Americana en el Instituto para la Investigación Social en la Universidad de Michigan.
(CNN) – Actualmente, la gente que ronda los treinta años pertenece a la primera generación de personas cuyos hijos crecen de forma paralela a las redes sociales.
La tecnología está creando una huella indeleble en la paternidad moderna, y hay una sensación de que nuestros datos, nuestra información personal, ya no está bajo nuestro control. Pero nuevos hallazgos en investigaciones indican que la apertura y el intercambio de información son una forma de vida para muchos adultos, y la privacidad personal está fácilmente comprometida, junto con información personal sobre los hijos.
En un intento por entender cuán importante es la privacidad en esta era digital, encuestamos a 4,000 adultos jóvenes como parte del Estudio Longitudinal de la Juventud Americana en Estados Unidos, la encuesta más grande y antigua en su tipo en EU.
Los mismos participantes han sido encuestados cada año desde 1987, cuando eran estudiantes de secundaria o preparatoria en todo el país. La muestra ahora es de 37 a 40 años.
Casi una cuarta parte de estos jóvenes adultos de la ‘Generación X’ expresaron un alto nivel de preocupación por la privacidad en línea, mientras que el 40% reportó un bajo nivel de preocupación. Pero los comportamientos decían más: casi el 70% dijo que ha compartido sus propias fotografías en línea y publicado cerca de nueve fotografías personales cada año.
Más de la mitad dijo que comparten información o publican fotografías de unas vacaciones.
El 66% reportó publicar fotografías de sus hijos en línea y ligeramente más de la mitad, el 56%, compartió noticias de algún logro de sus hijos.
Los padres bien intencionados con grandes instintos, tienen el deseo de compartir y conectar sobre sus hijos, lo que a menudo ayuda a fomentar y mantener vínculos sociales con familiares y amigos.
Las familias extensas viven en diferentes estados y disfrutamos poder mantenernos al día con hermanos, sobrinos y sobrinas. Pero existen costos para esa “conexión”, y muchos no tienen claro lo que se pierde y lo que está en juego.
En general, las implicaciones a largo plazo de la privacidad personal menos vigilada pueden estar limitadas a cierto alcance, como ser vulnerables a un robo si los planes de vacaciones son anunciados públicamente o ser víctimas de robo de identidad. También hay consecuencias mayores al usar juicios pobres cuando se publica en línea, como ser despedido o dañar la reputación de alguien.
En el nivel más básico, queremos poder contar nuestra historia sobre nuestras vidas. Pero, en el caso de nuestros hijos, una historia pública y permanente ya ha sido registrada sobre ellos antes de que tuvieran la oportunidad de decidir si quieren participar o si lo escrito coincide con su propia visión de sí mismos.
Las preocupaciones sobre las redes sociales fueron más grandes que aquellas referentes a registros médicos en línea, buscadores, mensajería en línea y mensajes de texto.
El mensaje de los padres es claro. Los niños crecen aprendiendo que publicar fotografías de sí mismos y compartir información personal es algo típico. La sensación de tener derecho a la privacidad ha sido devaluada.
Y nuestros hijos nunca conocerán un mundo sin este tipo de exposición. ¿Qué significa una visión del mundo que carece de expectativas en la privacidad?
Cuando muchos de los padres son confrontados sobre lo que significa criar a un hijo en una era de privacidad altamente disminuida, las respuestas más comunes son: ‘realmente no tengo nada que esconder’, y, ‘¿a quién le interesaría mi vida?’.
Pero estos razonamientos no comprenden el punto, porque la privacidad es uno de esos derechos que no importan hasta que importan. ¿Quién se preocupa por sus derechos hasta que es arrestado?
Estamos viviendo en una era en la que cada cosa que se escriba en línea, desde la información que buscas, los videos que ves hasta las cosas que consideras comprar, es recogida, almacenada, archivada, agregada y potencialmente compartida o vendida. Y a pesar de la falsa sensación de seguridad ofrecida por la tecla en la esquina superior derecha de tu teclado, no hay ninguna tecla para borrar en internet. Una vez que está allá afuera, probablemente se quedará allí para siempre.
Por supuesto, hay un espectro de comportamiento parental hacia las vidas privadas de los hijos, desde aquellos que aíslan y sofocan a sus hijos en un intento equivocado para protegerlos, hasta aquellos que explotan y comercializan a sus hijos en los escenarios más grandes disponibles.
Pero nunca antes los padres habían tenido la capacidad de publicar los detalles de las vidas de sus hijos de una forma tan generalizada.
Una anécdota potencialmente embarazosa no perturbará a un pequeño, pero, ¿cómo afectará un flujo unilateral de información a un preadolescente o adolescente?
Recientemente, un nuevo conjunto de cambios propuestos para la política de privacidad de Facebook fue revelado. Incluye dar a los usuarios más acceso a los datos recolectados sobre ellos y explicar cómo la empresa los rastrea. Pero los cambios también permitirán a Facebook guardar cierta información por más tiempo junto con la posibilidad de elegir a usuarios como blanco de anuncios por toda la web, no solo en el sitio de Facebook. Así que, la información valiosa de márketing obtenida de fotografías, publicaciones y de los “me gusta”, no está contenida solo en Facebook, sino que es usada a través de la web.
Más de 900 millones de nosotros (y contando) voluntariamente participan en este intercambio de información para tener comodidad y conexión. Pero implica a más personas que solo a nosotros mismos en la transacción.
Tenemos el derecho de que nuestros datos no se levanten y nos destruyan. Tenemos el derecho de crear nuestra propia narración de nuestras vidas. Tenemos el derecho de controlar la información que queremos que el mundo conozca sobre nosotros.
Estos derechos son fundamentales para nuestra propia autonomía personal.
Nuestros hijos merecen las mismas protecciones.
Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Aisha Sultan y Jon Miller.