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LONDRES, Inglaterra (CNN) — Conocido por sus incómodas equivocaciones sociales, su manera brusca y excentricidades, al igual que por su caridad y trabajo de campaña, el príncipe Felipe parece haber vivido una vida a la sombra de su esposa, la reina Isabel II.

Ya sea como un niño nacido en el alboroto entre guerras europeas, oficial naval condecorado por heroísmo en la Segunda Guerra Mundial y la mitad de uno de los matrimonios reales más duraderos, el duque de Edimburgo es una figura extraordinaria por sí misma.

Mientras Gran Bretaña celebra 60 años desde que la reina llegó a ser a monarca, las celebraciones también se van a enfocar en el hombre que rara vez deja su lado durante su tiempo en los reflectores.

La vida del príncipe fue dramática desde el principio. El sobrino del rey griego Constantino I nació en 1921 sobre la mesa del comedor en la villa de Corfú, una isla griega.

Conocido únicamente como Felipe –no tenía apellido– fue forzado al exilio 18 meses después, cuando el monarca griego fue destronado por una revuelta militar. Los marineros a bordo del HMS Calypso, el crucero británico que tenía la misión secreta de regresarlo sano y salvo a su familia, le fabricaron un cunero con viejas cajas de fruta.

Desnaturalizado y (para los estándares reales) pobre, la familia de Felipe pasó los siguientes años vagando entre casas de parientes europeos mientras el continente descendía a un violento cambio económico y político que desembocaría en la Segunda Guerra Mundial.

Después de que su madre, Alicia, se comprometió con un psiquiatra clínico en 1930, Felipe rara vez veía a sus padres. En su lugar, Lord Mountbatten, un tío suyo, se convirtió en su mentor y fue enviado a varios internados en Inglaterra, Alemania y Escocia.

En 1936, Grecia votó para reinstaurar su monarquía, pero el padre de Felipe, Andrea, resistió la presión para meter a su hijo al servicio militar de Grecia. En lugar de eso, Felipe se quedó en Gordonstoun, la escuela en Escocia a donde mandó después a sus propios hijos, y empezó a prepararse para recibir entrenamiento en la Marina Real de Gran Bretaña.

Para cuando llegó a la adolescencia tardía, su apuesto físico empezó a voltear cabezas, incluyendo la de una prima distante de 13 años de edad (son ambos tátara tátara nietos de la reina Victoria), quien tiempo después se convirtió en su esposa. Pero el compromiso naval vino primero, y con el estallido de la guerra, Felipe fue mandado al mar.

Al ser ciudadano griego, Felipe inicialmente se desplegaba como un “extranjero neutral”, sirviendo en la escolta nacional y como escolta en las misiones. Pero después de que Italia invadió Grecia en 1940 fue asignado al Valiant, un barco de guerra que pronto vería acción en el Mediterráneo.

Felipe fue conmutado por su operación de reflectores durante una batalla nocturna de 1941 cerca de Cape Matapan, donde los británicos destruyeron la mayor parte de la flota italiana. Le fue otorgada después la Cruz de Valor de la Guerra Griega.

Tras de varios puestos y ascensos, Felipe fue nombrando en 1944, el primer teniente del HMS Whelp, un barco que peleó en el Pacífico por parte de la flota británica involucrada y operaciones conjuntas con la Marina de Estados Unidos, incluyendo aterrizajes en Iwo Jima.

Cuando llegó la paz, Felipe permaneció en la marina, pero reinició su amistad con Isabel, que pronto prosperó en un romance público. La pareja se casó en la Abadía de Westminster en 1947 y, después de eso, regresó al servicio siendo ascendido de rango a comandante teniente.

Tiempo después de haber sido nombrado duque de Edimburgo, Felipe abandonó su carrera naval por atender responsabilidades reales después de que el padre de la reina, Jorge VI, se enfermó. El rey murió mientras Felipe e Isabel estaban en un viaje oficial en Kenia. Fue Felipe quien le dio la noticia a su esposa, la ahora reina.

Los primeros años de matrimonio de la pareja vieron al príncipe disfrutar de su alta popularidad. En un viaje en 1951 a Canadá, multitudes de mujeres admiradoras salieron a ver al apuesto príncipe. En 1957, la revista Time dijo que tranformó a su “fría esposa” en un “glamoroso” ícono real.

Aunque el afecto por el príncipe continúa siendo fuerte hoy en día –como se vio con las manifestaciones de preocupación referentes a la cirugía de corazón por la que fue sometido el año pasado–, su imagen pública de galante joven ha sido cambiada por la de una figura vieja e irascible.

Muchos han encontrado conexiones entre la manera de ser del duque y sus experiencias cuando joven, sugiriendo que su problemática vida familiar ayudó a chapar su imagen desapegada y poco emotiva, mientras que durante su carrera naval se le veía enérgico y levantaba las cejas con frecuencia.

Otros atestiguaron su carisma y encanto, características que sin duda lo han ayudado a incitar rumores sobre indiscreciones en sus primeros años de matrimonio. En 1956, un año antes de que Felipe fuera oficialmente nombrado príncipe, el personal de la casa de la reina, tenía que negar estas acusaciones de forma oficial.

El duque ha hablado de sus propias luchas para encontrar un propósito en la familia real, diciendo que se involucró en patrocinios –incluyendo el Proyecto Duque de Edimburgo que creó para reconocer el servicio a la comunidad– por deber, más que por pasión.

“Yo no quería ser presidente de la World Wildlife Fund”, dice en una entrevista que le hicieron en 1992. “Me lo ordenaron. Hubiera preferido quedarme en la marina, francamente”.

Aun así, ha encontrado tiempo para perseguir sus propios, en algunas ocasiones extraños, intereses. Con los años estos han incluido polo, manejo competitivo de carruaje a caballo (un deporte en el que él ha representado a Gran Bretaña), ciencia, el estudio de los OVNIs, chistes prácticos, pintura y manejar su propio taxi en Londres.

Cuando el duque cumplió 90 años en junio del año pasado, se le dio un nuevo título, Lord Gran Almirante, pero dice que estaba retrocediendo un paso en la vida pública.

“Yo considero haber hecho mi parte”, dijo en una entrevista. “Quiero disfrutarme a mí mismo ahora, con menos responsabilidad, menos frenéticas y apresuradas acciones, menos tratar de pensar en algo que decir”.

Pero la reina se está preparando para celebrar sus 60 años en el trono ante millones de espectadores este fin de semana y él estará, como siempre, sentado a su lado.