Por Charles Raison, especial para CNN
Nota del editor: El médico Charles Raison es profesor de Psiquiatría en la Universidad de Arizona y especialista en salud mental.
(CNN) — Un estudio recientemente publicado por el Pediatrics journal, según el cual niños desde los 7 años de edad se hacen daño a sí mismos, ha atraído mucha atención mediática. Esta investigación indica que aproximadamente el 8% de los niños que cursan el tercer grado de primaria en Estados Unidos se ha infligido heridas sin riesgo de muerte en algún punto de su vida.
Ejemplos de este tipo de heridas son golpes, quemaduras, cortar o rasgar la piel e insertar objetos punzocortantes en el cuerpo a través de la piel.
Aunque es muy angustioso ver que los niños tengan este tipo de comportamientos, no me parece sorprendente en absoluto. Hay otras cosas que me sorprenden mucho más.
Primero, me sorprende que antes de este estudio la mayoría de las personas pensaran que los niños no presentaban este comportamiento que es tan común en adolescentes y adultos jóvenes.
¿Por qué habríamos de creer que el comportamiento de autolesionarse esperaría hasta la pubertad para aparecer? Ya sabemos que ciertas mutaciones genéticas, por ejemplo la mutación causante del Síndrome Lesch-Nyhan, pueden causar comportamientos automutilantes incluso en niños muy jóvenes.
Las razones dadas por quienes se autolesionan son variadas, pero casi siempre están relacionadas con situaciones estresantes o emociones negativas.
Cualquiera que tenga hijos sabe que los niños están sujetos a las mismas poderosas emociones que experimentan los adultos. Si una minoría de los adultos responde a estas poderosas emociones hiriéndose a sí mismos, ¿por qué los niños no habrían de hacer lo mismo?
Los niños son considerablemente menos propensos a hacerse daño a sí mismos antes de la pubertad, en comparación con los adolescentes y adultos jóvenes.
Este hallazgo es consistente con mucha literatura que muestra que los niños presentan menos fluctuaciones en sus estados de ánimo, ansiedad y desórdenes psicóticos en comparación con los adultos. Este factor generalmente se da por sentado dentro del mundo de la salud mental, pero no es muy bien comprendido.
Los niños son sujeto de emociones extremadamente poderosas y tienen una capacidad tremenda de sentir miedo y preocupación. Además es muy claro que las experiencias de la niñez son los determinantes ambientales más fuertes para desarrollar una enfermedad mental en la adultez.
¿Por qué se da este retraso? Si el estrés y la tensión en la niñez encienden la causa del desorden psiquiátrico, ¿por qué tarda tanto tiempo en quemarse la mecha?
Cualquiera que haya estado deprimido puede entender cómo es que uno puede sentirse lo suficientemente mal como para desear escapar del dolor mental a través de la muerte. Pero ¿por qué tanta gente se hace daño no buscando morir, sino porque simplemente desean hacerse daño?
No hay una respuesta sencilla, pero se ha observado que otros mamíferos se hieren a sí mismos si se les somete a situaciones de estrés. Los perros y gatos se lamen y muerden el cuerpo hasta herirse, y se sabe que los caballos han llegado a morderse sus propios flancos.
Esto sugiere que la automutilación podría relacionarse en algunos casos con algún proceso o procesos que han evolucionado con el tiempo.
Siendo o no un comportamiento evolutivo, una cosa sí es muy clara: a pesar de ser doloroso, el comportamiento que lleva a la automutilación puede volverse muy adictivo. Se ve con mucho más frecuencia en las mujeres, y ellas generalmente suelen cortarse la piel, aunque he tratado a algunos pacientes que eran adictos a otro tipo de formas de autolesión, tales como golpearse a sí mismos en la cara o introducirse diversos objetos punzocortantes en los orificios corporales.
Muchas personas que se cortan a sí mismas dicen que este comportamiento es irresistiblemente atrayente: se sienten mejor después de abrirse la piel, ya sea porque se calman después de hacerlo o porque el dolor los hace sentir más vivos.
Estos informes han conducido a teorías según las cuales las personas se vuelven adictas a comportamientos automutilantes porque el daño en el tejido provoca la liberación en el cuerpo de químicos similares a los opiáceos, lo que los lleva a sentirse drogados pero de forma natural.
Esta idea inmediatamente sugiere que bloquear estos opiáceos endógenos con ayuda de medicamentos reduciría o prevendría que la persona se cortara o llevara a cabo cualquier otro tipo de conducta autodestructiva. Sin embargo, los estudios muestran que el uso de bloqueadores de estos opiáceos tiene resultados contradictorios y poco impresionantes.
Se podría pensar que las personas que se hieren a sí mismas de forma recurrente presentan un riesgo mayor de suicidarse, pero es un punto que todavía no es muy claro.
Las personas que se autoinfligen heridas generalmente presentan otro tipo de condiciones psiquiátricas, tales como trastornos anímicos o de personalidad, así que generalmente presentan un mayor riesgo de suicidarse. Pero aún no se comprende muy bien el grado de participación que tiene el comportamiento de autolesión en el incremento del riesgo de suicidio de una persona.
De hecho, la demografía de la automutilación suicida y no suicida sugieren que en cierta forma son polos opuestos. Muchas de la autolesiones sin riesgos mortales se presentan en adolescentes y mujeres jóvenes, y la incidencia cae abruptamente al avanzar la edad. En contraste, la mayor parte de los casos de suicidio se presenta en hombres, y el riesgo se incrementa conforme avanza la edad.
Según un estudio realizado hace años, las mujeres jóvenes tienen una incidencia de 25 intentos de suicidio por cada suicidio consumado. Los hombres adultos presentan una incidencia de 1.6 intentos de suicidio por cada suicidio consumado.
Pero los intentos de suicidio son solo una forma de violencia contra uno mismo. El creciente entendimiento de este comportamiento ha llevado a proponer que a la autolesión sin riesgos mortales se le designe su propia categoría de diagnóstico en la siguiente edición del DSM, considerado ‘la Biblia del diagnóstico psiquiátrico’.
Esta propuesta oficiliza algo que muchos pacientes habían estado intentando decirnos durante muchos años: que su comportamiento aparentemente suicida realmente no está motivado por la necesidad de quitarse la vida.