Por Katia Hetter
Nota del editor: Katia Hetter es escritora de viajes para CNN. También cubre temas de paternidad y relaciones.
(CNN) — Mi hija ocasionalmente se pone en huelga de besos y abrazos.
Tiene cuatro años. Puede darle abrazos o besos a sus padres, pero a muchas personas que conoce no, al menos ahora. Y no voy a obligarla.
“Me gustaría que abrazaras a la abuela, pero no voy a obligarte”, le dije recientemente.“¿No tengo que hacerlo?”, preguntó confirmando los hechos para estar segura.
No, no tiene que hacerlo. Y sólo para ser claros, no hay nada pasivo-agresivo, condicional o manipulador detrás de mi declaración. Quise decir lo que dije. No tiene que abrazar o besar a alguien sólo porque se lo ordene, ni siquiera a mí. No invalidaré los fuertes instintos de mis propios hijos de negarse a tocar a alguien que no quiere tocar.
Asumo que es su cuerpo, no el mío.
No pertenece a sus padres, a su maestro de preescolar, a su maestro de baile o a su entrenador de futbol. Aunque debe tratar a las personas con respeto, no tiene que ofrecer afecto físico para complacerlos. Y mientras más pronto aprenda sobre la propiedad de sí misma y la responsabilidad sobre su cuerpo, mejor para ella.
El juicio de Jerry Sandusky, el exentrenador de futbol de Penn State acusado de abusar sexualmente de niños, reforzó mi determinación de enseñarle a mi hija que está bien decir que no a un adulto que pone la mano sobre ella; incluso una mano aparentemente amigable.
“Cuando forzamos a los niños a someterse al afecto no deseado para evitar ofender a un familiar o lastimar los sentimientos de un amigo, les enseñamos que sus cuerpos en realidad no les pertenecen porque tienen que dejar a un lado sus propios sentimientos sobre lo que se siente bien para ellos”, dijo Irene van der Zande, cofundadora y directora ejecutiva de Kidpower Teenpower Fullpower International (Poder total de niños y adolescentes), una organización sin fines de lucro especializada en enseñar seguridad personal y prevención de la violencia.
“Esto lleva a que los niños sean abusados sexualmente, a que las adolescentes se sometan a comportamientos sexuales para ‘que yo le guste’ y a que los niños soporten el bullying porque todos están ‘divirtiéndose’”.
Protección contra pederastas
Forzar a los niños a tocar a la gente cuando no quieren los deja vulnerables a los pederastas, la mayoría de los cuales son personas conocidas para el niño del que abusan, de acuerdo con Ursula Wagner, especialista de salud mental. Ninguno de los niños víctimas de abuso sexual o ataque sexual que ha atendido ha sido atacado por extraños, dijo.
A veces un niño puede reconocer algo extraño en tu cuñado, que nadie más sabe. Puede que no sea un pederasta. Puede que sólo no tenga ningún sentido de los límites o haga muchas cosquillas, lo que puede ser una tortura para una persona a la que no le gusta. O quizá podría ser un pederasta.
Obligarlos a dejarse tocar o abrazar “envía un mensaje de que hay ciertas situaciones en las que lo que hacen con sus cuerpos no depende de ellos”, dijo Wagner. “Si son obligados a mostrar afecto aunque no quieran, más adelante los hace vulnerables al abuso sexual”.
¿Por qué esperar hasta que haya problemas? La entrenadora de paternidad, Sharon Silver trabajó duro para cultivar el detector en los niños. “Es algo dentro de ti que te dice cuando algo está mal”, dijo Silver. Entrenar a tu hijo para que preste atención a estos instintos puede protegerlo en el futuro.
Tener sexo para complacer a alguien más
¿Te gustaría que tu hija tuviera sexo con su novio simplemente para hacerlo feliz? Los padres que justifican las órdenes a sus hijos para besar a la abuela podrían decir, “es diferente”.
Pero no lo es, de acuerdo con la autora Jennifer Lehr, quien escribe en blogs sobre su estilo de paternidad. Ordenar a los niños a besar o abrazar a un adulto que no quieren tocar les enseña a usar su cuerpo para complacerte a ti o a alguien más con autoridad o, realmente, a cualquiera.
“El mensaje que un niño obtiene es que no sólo es su responsabilidad el estado emocional de otra persona, sino también que deben sacrificar sus propios cuerpos para aumentar el ego de otros o satisfacer sus deseos de amor o afecto”, dijo Lehr.
“Ciertamente ningún padre quisiera que su hijo adolescente o adulto sintiera la presión de corresponder insinuaciones sexuales no deseadas, aun así muchos enseñan a sus hijos a una edad temprana que deben utilizar sus cuerpos para hacer felices a otros”, dijo.
No podemos ser groseros
Podrías pensar que los padres indolentes de mi hija no están enseñándole modales, pero eso no es verdad. Ella estrechará tu mano para saludarte y cuando nos despidamos.
Tiene que ser amable cuando saluda a las personas, ya sea que las conozca o no. Cuando la familia y amigos nos saludan, le doy la opción de “un abrazo o chocar las manos”. “Cuando los niños son realmente pequeños y tímidos, los padres pueden comenzar a ofrecerles opciones para tratar a las personas con respeto y cuidado”, dijo van der Zande. “Los modales; tratar a la gente con respeto y cuidado, son diferentes a demandar muestras físicas de afecto”.
Crea más trabajo
Negarse a ordenarle que dé abrazos y besos significa que hay más trabajo para mantener las relaciones y evitar que resulten lastimados los sentimientos. La mayoría de nuestra extensa familia vive lejos, así que es mi trabajo enseñarle a mi hija sobre las personas que no ve diariamente.
Nos aseguramos de que se mantenga en contacto con llamadas, Skype y regalos. Antes de las visitas de los seres queridos, que normalmente implican un vuelo de todo el día, hablo mucho sobre cómo estamos relacionados con nuestros invitados, qué significan para mí y qué vamos a hacer cuando lleguen. Les doy muchas oportunidades de interactuar con ella para que pueda aprender a confiar en ellos.
Les explico a los familiares que quieren saber por qué estamos dejando que decida a quién toca. Y cuando los abraza, la alegría es palpable. No es por obligación o una orden directa de mamá.
Y aunque espero estar enseñando a mi hija cómo cuidarse en el futuro, hay beneficios por permitirle expresar su afecto a su manera y a su propio ritmo. Cuando mi hija se acurrucó con mi madre en el sofá recientemente, felizmente hablando con ella sobre historias, calcetines, pies y otras cosas, la cara de mi madre se iluminó. Sabía que era real.