Por Kathleen Toner, CNN

Cartagena, Colombia (CNN) – A Catalina Escobar se le cayó el alma a los pies cuando un bebé de 12 días se le murió en los brazos.

Trabajaba de voluntaria en una clínica de maternidad en uno de los principales hospitales de Cartagena, Colombia. En aquel entonces, octubre de 2000, no era algo raro. En promedio, por lo menos un bebé moría diariamente en ese centro, hacinado y falto de fondos. Pero lo que la devastó fue enterarse de que la madre adolescente del bebé no había logrado reunir el dinero suficiente para el tratamiento que hubiera salvado la vida del pequeño.

“Su madre necesitaba 30 dólares que yo tenía en mi bolsillo. Nunca olvidaré eso”; dijo. “Es una muerte que se podía haber evitado”.

Menos de una semana después, Escobar sufrió otra pérdida, esta vez mucho más personal: su segundo hijo, Juan Felipe, de 16 meses, murió en un trágico accidente al caerse del balcón de su casa. El dolor la abrumó.

“Fue una agonía”, comentó Escobar. “No quería que ninguna madre sintiera el mismo dolor así que actué”.

Esta exitosa empresaria vendió su compañía internacional de comercio y se dedicó a ayudar a los niños más pobres de la ciudad y a sus jóvenes madres. En los últimos 10 años, la Fundación Juan Felipe Gómez Escobar, nombrada en honor a su difunto hijo, ha permitido dar cuidado médico a miles de niños de Cartagena y ha proporcionado asesoría, educación y entrenamiento a más de 2.000 madres adolescentes.

¿Conoces algún héroe? El plazo para las nominaciones cierra el 31 de agosto.

Al principio, Escobar se enfocó en reducir la tasa de mortalidad infantil en el hospital donde era voluntaria. Entonces duplicaba el promedio nacional. Construyó una unidad neo-natal con la más alta tecnología, se trajo expertos para entrenar al personal de la clínica y creó un programa para cubrir los costos médicos de los bebés de madres pobres. Cinco años después, la tasa de mortalidad infantil en el hospital se redujo un 67%.

Desde el principio, Escobar se percató de que el 70% de las madres con las que trabajaba tenían entre 14 y 16 años. La mayoría vivía en los arrabales de la ciudad, que habían ido creciendo en la última década impulsados por la migración de personas que huían de la violencia en la zona norte del país.

“Ves estas niñas, con sus caritas, sosteniendo a sus bebés”, manifestó Escobar, que tiene ahora 42 años.

Se dio cuenta de que la única forma de asegurar la salud a largo plazo de los niños era conseguir que esas madres adolescentes salieran del ciclo vicioso de la pobreza.

“Cuando una niña se embaraza deja el colegio… y al año siguiente vuelve a embarazarse”, explica Escobar. “Repite los mismos patrones de la madre, de la abuela”.

Según el gobierno colombiano, casi el 20% de las niñas entre 15 y 19 años están o han estado embarazadas, casi el triple de la tasa de Estados Unidos. En Cartagena, donde una tercera parte de la población vive por debajo del umbral de pobreza, significa que estas madres jóvenes tienen muy pocas posibilidades de mejorar sus vidas.

Escobar espera cambiar eso mediante su programa para madres solteras, con el que busca enseñar a las mujeres jóvenes a ser autosuficientes y mantener a sus hijos. Comenzó con solo 20 niñas en 2002, pero se ha ampliado en la última década. Con la apertura del nuevo centro de su fundación el año pasado, 400 adolescentes embarazadas y madres jóvenes se suman al programa cada año.

Edificado en uno de los muchos suburbios pobres de la ciudad, el centro es una elegante y moderna estructura equipada con guardería, centro médico, cafetería y aulas. Está a años luz del mundo pobre en el que se desenvuelven estas madres. Para Escobar, de eso se trata.

Cuando vienen aquí, es como un pedazo del cielo en la tierra”, dice. “Se merecen lo mejor”.

En el primer año, las madres asisten diariamente al centro y dejan a sus bebés en la guardería mientras asisten a clases. Reciben instrucción básica sobre higiene y aprenden a cuidar de sus bebés. Como la comida suele escasear en sus casas, también reciben un almuerzo caliente.

Durante los seis primeros meses, las jóvenes participan en sesiones de terapia que las ayudan a entender su nueva realidad y sus responsabilidades. Escobar dice que muchas de las adolescentes con las que ha trabajado han sido víctimas de violaciones o abuso sexual, así que reciben intensas sesiones de terapia psicológica. El objetivo es ayudarlas a aceptar su pasado para que puedan enfocarse en su futuro.

El centro también les enseña cuestiones reproductivas y métodos anticonceptivos.

“Las niñas me cuentan que no entienden cómo se embarazan. Piensan que es por un beso”, comenta Escobar. “No saben que existen los condones”, agrega.

Aunque el programa pretende evitar embarazos futuros, Escobar también quiere dar a estas jóvenes las herramientas necesarias para cambiar sus vidas. Las niñas pueden terminar la secundaria allí mismo, tomar clases de computación y aprender a coser o a hacer joyas. También cocinan y venden productos de repostería que elaboran en el mismo centro, con lo que ayudan a la financiación del programa, y la fundación les ofrece además micro-créditos para ayudarlas a emprender sus propios negocios.

El programa ayuda a las madres a encontrar trabajos y les da becas para seguir su educación, ya sea en escuelas profesionales o en la universidad. Las adolescentes regresan al centro cada semana para que el personal de Escobar lleve un seguimiento de sus avances y les ayude con sus problemas. En cuestión de dos a cuatro años, Escobar quiere que sus jóvenes mantengan a sus familias y tengan una vida mejor. Dice que dos terceras partes de las mujeres que han completado el programa lograron encontrar trabajos.

“Quiero empoderar a mis niñas”, cuenta. “Ganar dinero les da la independencia y les permite recuperar el control de sus vidas”.

Eso es exactamente lo que logró hacer Yerlis Bautista. Dejó la escuela cuando se embarazó a los 16, pero gracias a la fundación de Escobar, se inscribió en un curso de belleza. Hace poco obtuvo su diploma, un logro que la enorgullece.

“Se siente muy bien ya que logré el objetivo que quería”, dice Bautista. “Ahora trabajo en el mejor salón de belleza y gano un buen salario”.

Agrega que Escobar y su programa le dieron una nueva visión de la vida.

“Es mejor ir hacia el futuro en lugar de quedarse sentada como otras niñas”, dice. “Porque he sido una luchadora, he encontrado un futuro mejor para mi hijo… seguiré luchando para que pueda tener todo”.

Escobar cree que ese cambio de actitud ayudará a estas jóvenes madres a tener éxito a largo plazo. Para ella, cada niña a la que ayuda es motivo de celebración.

“Estas madres adolescentes son mis propias hijas”, señala Escobar. “Cuando llegan aquí y lo logran me siento tan orgullosa de ellas…”

Escobar siempre busca formas de tener un impacto. En 2005, estableció una clínica que ha dado cuidado médico a más de 84.000 residentes de bajos recursos en la comunidad, en su mayoría madres jóvenes y sus hijos. Y ahora planea construir un centro de educación para niños al que estas mamás puedan llevar a sus hijos de entre 1 y 5 años. En los próximos años espera ampliar el programa a toda Colombia.

Y aunque Escobar ha logrado mucho en la última década tiene algo muy claro: su guerra contra la pobreza apenas ha comenzado.

“Me apasiona tanto porque vemos progresos… estamos cambiando las vidas de estas niñas”, afirma Escobar. “Me despierto cada mañana pensando: ¿Qué más puedo hacer para ayudarlas”.

¿Quieres ayudar? Visita el sitio de la Fundación Juan Felipe Gómez Escobar en www.juanfe.org para ver formas de colaborar.

(Con información de Laura Klairmont)