En este momento el grupo de Madondo ofrece apoyo académico, comidas y actividades extraescolares para 400 niños.

Por Kathleen Toner

Kliptown, Sudáfrica (CNN) — Brian Munyai ha pasado sus 22 años viviendo en una casita de metal que nunca ha tenido electricidad o agua potable.

Comparte una letrina con sus vecinos. Se baña en una cubeta con agua traída de la llave comunal. Por la noche lee con una lámpara de petróleo.

Condiciones como ésta son típicas para las casi 40,000 personas que viven en los barrios bajos de Kliptown, un distrito de Soweto, en Sudáfrica. Generaciones de familias han vivido en estas casas destartaladas a solo 25 kilómetros de Johannesburgo, la capital económica del país.

La comunidad ha sufrido desde hace mucho tiempo por las altas tasas de desempleo, crimen y participación escolar trunca, además de que el fin del apartheid hace más de dos décadas no hizo mayor diferencia para cambiar la situación.

“Vivir en Kliptown no se lo desearía ni a mi peor enemigo”, dijo Muyai. “Simplemente estamos tratando de sobrevivir”.

Criado por su tía, quien muchas veces sufría para encontrar trabajo, Munyai dificilmente podía satisfacer necesidades básicas como alimentos y ropa. Pero aunque sus circunstancias no se lo hacían fácil, él estaba determinado a tener una educación.

“Me la pasé mucho tiempo sin un uniforme escolar”, dijo recordando la pena que sentía al ser diferente de sus compañeros de escuela de las comunidades vecinas de clase media. “Ir a la escuela con el estómago vacío era muy difícil”.

Sin embargo Munyai trabajaba más duro y en la preparatoria escuchó acerca del Programa de la Juventud de Kliptown. El programa de después de clases, conocido comúnmente como KYP (por sus siglas en inglés), le ofrecía una tutoría intensa que le ayudó a pasar sus exámenes del último año y encontró fondos para asistir a la Universidad de Johannesburgo. Recientemente ganó un diploma nacional bancario.

“Este programa cambió mi futuro”, dijo Munyai, “(sin él) en este momento, no estaría parado aquí diciendo que fui a la universidad”.

Historias como ésta motivaron a Thulani Madondo, director y cofundador de KYP.

Residente de toda la vida de Kliptown, él tiene la meta de ayudar a más personas como Munyai a que cambien sus vidas y las de su comunidad a través de la educación.

En este momento el grupo de Madondo ofrece apoyo académico, comidas y actividades extraescolares para 400 niños.

“Hay más de 10,000 niños en la comunidad, entonces trabajar tan solo con 400 puede parecer como si no fuera nada”, dijo Madondo. “Pero si (ellos) son dedicados podemos hacer una diferencia”.

Madondo, de 30 años, creció en una familia de nueve y enfrentó muchas de las luchas que soportó Munyai. La presión financiera forzó a sus otros hermanos a abandonar la escuela. Pero Madondo lavaba carros y trabajaba como mandadero para ganar dinero para permanecer en la escuela, y se convirtió en el primer miembro de su familia en graduarse de la preparatoria.

Al final no podía pagarse la universidad, lo que era una decepción.

“Fue difícil. Sientes como si no tuvieras poder sobre tu futuro”, dijo Madondo.

Es esa mentalidad lo que querían cambiar Madondo y muchos otros jóvenes de Kliptown cuando fundaron el programa hace cinco años. En lugar de esperar a que el gobierno llegara al rescate, decidieron tomar cartas en el asunto.

“No queríamos ver a otros jóvenes pasar por lo que nosotros habíamos pasado: sin uniformes y sintiendo hambre en clase”, dijo Madondo. “Conocemos los problemas de esta comunidad, pero también conocemos las soluciones”.

Para empezar, el programa pide un compromiso por parte de sus miembros. Cada niño debe de asistir con un padre o guardián y firmar un contrato. El trato es simple: Los estudiantes deben de estar de acuerdo en permanecer en la escuela y asistir a sesiones de tutoría obligatoria dos veces a la semana y a cambio KYP acepta darle uniformes, libros y las cuotas escolares para cualquier estudiante que no lo pueda pagar.

“No solo estamos dando folletos”, dijo Madondo, cuyo grupo está patrocinado por corporaciones y donaciones privadas. “Estamos haciendo que los niños se ganen todo lo que se les da”.

La organización abre las puertas de sus oficinas todos los días a las siete de la mañana para repartir sándwiches para que los estudiantes se los lleven a la escuela.

A las dos de la tarde, cuando los estudiantes llegan de la escuela, todos tienen una comida caliente y la oportunidad de divertirse un rato.

Pero de lunes a jueves a las cuatro de la tarde en punto, los estudiantes regresan a los libros en el programa de tutoría.

Los estudiantes de primaria tienen tutorías por miembros del programa dos veces a la semana, y en días alternos, profesores profesionales trabajan con los estudiantes de preparatoria para prepararlos para los exámenes de matriculación que se requieren al final del doceavo grado.

Los viernes y sábados los estudiantes juegan deportes o disfrutan de actividades culturales como tocar la batería o bailar. Pueden pedir libros de la biblioteca del programa —la única de la comunidad… y hay cerca de 300 laptops con acceso a internet que fueron donadas a través de la organización no gubernamental One Laptop Per Child.

“No todos los chicos quieren estar con libros todos los días”, explicó Madondo. “Tenemos que juntarnos para divertirnos al igual que para estudiar”.

Es una fórmula que ha mantenido a los miembros fuera de problemas y, aún más importante, permaneciendo en las escuelas. Los maestros reportan que los miembros del grupo han aumentado su confianza, hay mayor participación en clase y mejores calificaciones. Y desde hace cuatro años, casi cada miembro ha pasado la matriculación de sus exámenes.

Hasta ahora 21 miembros, incluyendo a Munyai, han ido a la universidad. Aunque el programa de Kliptown no pueda pagar por la educación más elevada, ofrece algo de asistencia financiera y ayuda a sus miembros a encontrar maneras para financiar el resto. La organización también trata de ayudar a otros miembros a que encuentren becas o trabajos.

Puedes ver a Madondo corriendo por el complejo del programa seis días a la semana. Aunque siempre está ocupado, él es alguien con quien todo el mundo piensa que puede contar y admirar.

“Thulanik, para ser honesto contigo, él es mi modelo a seguir. Es mi hermano. Es mi amigo”, dijo Munyai. “De hecho es un héroe”.

El compromiso de Madondo y sus colaboradores ha inspirado a muchos exalumnos a seguir sus pasos, fortaleciendo la organización. Los estudiantes de preparatoria más grandes muchas veces ayudan a dar tutorías o a organizar actividades para los niños más pequeños, y varios miembros han regresado a trabajar para la organización después de haber completado su preparatoria y la universidad.

“Dar algo de regreso es grandioso”, dijo Munyai quien se toma el tiempo para dar tutoría al menos dos veces por semana. “Realmente podemos ayudar a la nueva generación a tener éxito. Algunos pueden llegar muy lejos”.

La filosofía de “Kliptown ayudando a Kliptown” es una parte importante de lo que trata el programa. Madondo piensa que cada estudiante que tiene éxito está pavimentando el camino para sacar a su familia y a su comunidad de la pobreza. Cuando le preguntan a los estudiantes acerca de lo que quieren estudiar, sus respuestas son muy variadas: científico, abogado, editor, contador.

“Al ayudarles me emociono”, dijo Madondo. “Queremos que se den cuenta de que hay algo con lo que pueden contribuir a este mundo. Estamos tratando de darles la sensación de que todo es posible”.

¿Quieres involucrarte? Checa el sitio web del Programa de Juventud de Kliptown en http://www.kliptownyouthprogram.org.za y ve cómo puedes ayudar.