Gilroy, California (CNN) — Un viaje al supermercado solía apanicar a James McQuoid.
Cuando el veterano de la guerra de Iraq escuchó llorar a un niño se acordó de lo niños gritando en Fallujah. Las monedas que sonaban en la caja registradora le recordaron las municiones descargadas en el cuello de un soldado. De pronto estaría en un pasillo de una tienda pero no recordaría cómo fue que llegó ahí.
Los movimientos y sonidos hacen que su mente regrese a Iraq, de vuelta a la zona de guerra.
Llamándolo una “red de realidades”, McQuoid dijo que “es suficiente para hacer que tu mente se fracture”.
McQuoid, de 27 años, tiene desorden de estrés postraumático (PTSD por sus siglas en inglés), un severo desorden de ansiedad que se caracteriza principalmente por recuerdos, pesadillas y un elevado estado de alerta.
De los más de 2 millones de tropas estadounidenses desplegadas en Iraq y Afganistán desde octubre del 2011, se estima que uno de cada cinco tienden a ser afectados por PTSD o de depresión mayor, de acuerdo con la Corporación RAND.
A éstas se les llaman comúnmente heridas invisibles y para los veteranos como McQuoid, el sufrimiento es profundo.
Para cuando regresó a casa de su segundo viaje de combate hace seis años, McQuoid tenía pesadillas todos los días. Tenía problemas para comunicarse con su esposa. Paranoico, se aisló de todo.
“Me quedaba en mi casa todo el tiempo”, dijo Mc Quoid, quien estuvo con los infantes de marina del 2003 al 2007. “Decidí bloquear las ventanas. Tenía cámaras en el exterior para poder monitorear el área de alrededor. El exterior me aterraba”.
Afortunadamente las cosas empezaron a mejorar hace como un año, cuando le proporcionaron su perro de servicio, Iggie, a través de Operation Freedoms Paws. La organización no lucrativa creada por Mary Cortani, que ayuda a los veteranos a entrenar a sus propios perros de servicio al norte de California.
“Ya es suficientemente difícil salir del servicio y regresar a la vida civil”, dijo Cortani, quien sirvió en la Armada de 1975 a 1984. “Pero ahora tienen una herida que la gente no entiende. Tienen que encontrar una manera de cómo balancear lo que estén sintiendo, lo que han experimentado, con la vida diaria”.
“Los perros de servicio son solo una herramienta, pero son una herramienta muy importante en el proceso de sanación de nuestros veteranos”.
Los perros pueden ser entrenados para que le ayuden a los veteranos de muchas maneras. Por ejemplo, Iggie despierta a McQuoid de sus pesadillas, apaga las luces y ayuda a hacer espacio entre McQuoid y las otras personas en lugares públicos. El perro también le ayuda a bajar su nivel de ansiedad en situaciones estresantes.
Los veteranos “son enseñados a enfocarse en el perro, leer el lenguaje corporal del perro, a no preocuparse por el ambiente”, dijo Cortani de 55 años. “Si empiezan a tener un ataque de pánico porque se sienten abrumados o si la ansiedad es muy fuerte, tal cual, se detienen y se hincan y abrazan al perro”.
A través de su programa, Cortani puede juntar a veteranos con perros de albergues o grupos de rescate. Después ella les ayuda a entrenarlos.
“Cuando un veterano entrena a su propio perro de servicio existen beneficios inmediatos”, dijo ella. “Ellos vuelven a tener una misión y un propósito. Les da algo en qué enfocarse y qué completar. Les da un sentido de seguridad y confianza. Saben que no están solos. Siempre tendrán a su compañero al final de la correa”.
Hay muchos grupos alrededor del país que proveen a los veteranos con perros de servicio, pero los métodos con los que trabajan varían. Por lo general, las organizaciones crían y entrenan a los perros antes de emparejarlos con los veteranos, un proceso que puede tomar meses o años. Algunos, como el grupo de Cortani, usan un acercamiento de entrenar al entrenador.
Cortani empezó a entrenar perros hace más de 30 años cuando aún estaba en la armada, y tradujo eso a la vida civil, en donde dirige una escuela de obediencia canina. No fue sino hasta hace poco que se empezó a enfocar en los veteranos de guerra.
En el 2009 recibió una llamada de un marino que había estado esperando por más de un año por un perro de servicio. Estaba buscando a un entrenador que le ayudara a entrenar a su entonces cachorro Rottweiler.
Cortani realizó una investigación extensa acerca de PTSD y los perros de servicio, y en enero del 2010 empezó a trabajar con los veteranos jóvenes para que entrenaran a su perro para sus necesidades individuales.
En un mes, otros dos veteranos contactaron a Cortani y ella los emparejó con perros de albergues.
“Entre más veteranos empezaban a pedir ayuda, más me daba cuenta de que esto era lo que debía hacer”, dijo.
Desde entonces, Cortani y su grupo han trabajado con más de 70 veteranos de todas partes de Estados Unidos.
“Me conecto con estos veteranos porque también soy una veterana”, explicó. “Entiendo la cultura militar. Entiendo hasta cierto punto por lo que han pasado, aunque no me puedo meter en sus zapatos”.
Cortani ha trabajado personalmente con cada veterano y perro que ha pasado por su programa de entrenamiento, que dura al menos ocho meses y puede tardar un año.
“El perro está con ellos 24 horas al día, siete días a la semana. Es una constante”, dijo ella. “Todos los días, el entorno es una ocasión para entrenar. Tienen la oportunidad de trabajar y avanzar. Entonces mientras van progresando ven los logros”.
Para McQuoid, entrenar a Iggie le ha dado la oportunidad de construir un lazo fuerte.
“Así como tus compañeros de combate cuidan tu espalda, este perro tiene que tener el mismo tipo de confianza”, dijo él. “Y esa confianza no es algo que se construya en poco tiempo”.
Para participar en el programa de Cortani, los veteranos deben de contar con algún tipo de tratamiento profesional para sus discapacidades y deben contar con una receta que diga que se beneficiarán con un perro de servicio.
Antes de empezar a entrenar, Cortani pasa varias horas conociendo al veterano, lo que le ayuda a encontrarles el perro correcto con el temperamento adecuado.
“Trato de tener un sentido de quiénes son, con lo que están peleando, lo que les gustaba hacer antes de que fueran heridos”, dijo.
Operation Freedoms Paws, que funciona con donaciones y apoyo de la comunidad, le da a los veteranos chalecos, correas, platos, comida y los cuidados médicos y vacunas iniciales para el perro. También el entrenamiento es gratuito.
Después de que un veterano ha completado el programa, Cortani hace un seguimiento semanal en los primeros 90 días y al menos una vez al mes durante un año. Pero dijo que muchos de los veteranos siguen en contacto después de eso.
“Empiezas a ver cómo les regresa la confianza, cómo se comunican diferente”, dijo ella. “Se aventuran al exterior. Y empiezan a participar en la vida. En algunos casos hasta pueden regresar a su trabajo. Pueden comunicarse con sus familias, tener una conversación con un extraño”.
McQuoid dijo que gracias a Iggie sus pesadillas han disminuido y que puede llevar a su familia a restaurantes y al cine.
“Sin Iggie aún estaría quieto en mi casa, probablemente divorciado de mi esposa y muy apartado de mi hijo”, dijo McQuoid. “Y todo seguiría derrumbándose a mi alrededor hasta que un día decidiera que era suficiente y muriera”.
Recientemente, Cortani ha sido mentora de un programa que enseña a los veteranos cómo entrenar a nuevos participantes. A la larga ella espera dar trabajo a estos veteranos en algunas locaciones a lo largo del país.
“Mi vida se bendice todos los días que paso tiempo con estos hombres y mujeres asombrosas”, dijo ella. “Poder ayudarles a encontrar esa alegría de regreso en sus vidas no tiene precio”.
Si quieres ayudar checa su página web en www.operationfreedomspaws.com y descubre en qué puedes ayudar.