Por Dean Irivne
(CNN) — Él provocó la sensación de temor en el viaje río arriba de Martin Sheen en Apocalypse Now, pero para el músico y “ecologista de paisaje sonoro”, Bernie Krause, el verdadero sonido silvestre puede ser más inquietante que cualquier partitura de cine sintetizada.
“No soy una persona muy religiosa, pero el mundo vivo nos habla de maneras muy profundas y dice que deberíamos de prestar atención”, expresó desde su casa en California, EU.
Por 44 años, Krause ha viajado alrededor del mundo para grabar los sonidos de la naturaleza y ha recopilado un archivo de más de 4,500 horas y más de 15,000 criaturas. Pero lo más destacado del catálogo es que el 50% de la orquesta de la naturaleza proviene de hábitats ahora silenciosos o extintos.
“Creo que estamos en peligro de perder rápidamente este importante legado de nuestras vidas”, dijo él.
Escondido en una jungla totalmente oscura grabando de cerca el gruñir de un jaguar o el “canto” de las hormigas están lejos de ser los primeros pasos de la carrera de Krause como músico.
Como parte del cuarteto folklórico de The Weavers en la década de los 60, se convirtió en uno de los primeros músicos en usar un Moog y experimentar con sintetizadores. Fue justo cuando grababa sonidos naturales con su socio musical Paul Beaver para el álbum de 1970, In a Wild Sanctuary, que tuvo su epifanía acústica.
”Mis padres odiaban a la naturaleza, consideraban peligroso un hueso de pescado. No teníamos animales en la casa cuando era pequeño y realmente me perdí eso. Al salir al campo (para grabar In a Wild Sanctuary) me di cuenta a mis 30 años de todo lo que me había perdido”, dijo Krause.
“Decidí en ese momento y en ese lugar que sería un evento que cambiaría mi vida. Poco a poco pasaba más tiempo grabando en el campo”.
Mientras que seguía con otros trabajos, como escribir libros o música de películas -El bebé de Rosemary, Performance, y Apocalypse Now, de Francis Ford Coppola- Krause se encontró con paisajes impecables alrededor del mundo.
Sin embargo, no fue sino hasta el viaje a Kenia en 1983 que desarrolló una teoría para empatar sus esfuerzos.
“Descubrí que las voces que provenían de los animales se parecían mucho a la música. Me di cuenta de que cuando todas estas criaturas se encuentran en un lugar específico dentro de un ancho de banda en la que todas las voces se pueden escuchar – como los instrumentos de una orquesta – es que ese hábitat es saludable”, dijo él.
Esta “biofonía”, como la llama Krause, puede ser estudiada como un indicador de vitalidad dentro del ecosistema. Aunque hay quienes en la comunidad científica son escépticos ante estas ideas, algunos cursos universitarios las han adoptado en Estados Unidos, para aplicarlas al estudio de la ecología.
Ahora, a sus 70 años, Krause está decidido a seguir con su trabajo de campo, si es necesario capturará paisajes sonoros con grabadoras digitales metidas en sus bolsillos o con pequeños micrófonos pegados a sus hombros para evitar llamar la atención.
Desde ruidos que inspiran un miedo primitivo hasta fascinación, lo que escucha nunca deja de sorprenderlo e intrigarlo.
“Lo más sorprendente son las pequeñas criaturas, como los ruidos producidos por las anémonas de mar, incluso, los virus tienen un sonido. Cada organismo vivo crea una firma acústica que lo hace único y especial”, explicó.
“Un arrecife de coral que está vivo tiene muchos sonidos diferentes, cada especie de pez tiene una característica, algunos roen el coral, otros hacen ruido con sus aletas. Un arrecife vivo está lleno de todo tipo de tumulto, al contrario de los arrecifes estresados, en proceso de morir o muertos que casi no tienen sonidos aparte del golpeteo de las olas”.
Ese silencio de la naturaleza no solo es preocupante para el mundo natural, tampoco es sano para los humanos, explica Krause.
“La (pérdida de bosques) por la gente (que vive ahí) es profunda. Hay un elemento de tensión que se ha introducido a nuestras vidas porque ya no podemos escuchar las voces naturales del lugar, parte de sus raíces espirituales y culturales. Cuando un lugar desaparece es como si perdieran parte de su hogar.
“Entre más nos alejemos (como raza humana) del mundo natural, más callado será y más patológicos seremos como cultura”.