Por Felipe Barral, CNN
En Twitter: @fbarral
(CNNEspañol.com) – En cada producción son muchos los roles que uno tiene que desempeñar… O que uno decide hacer, más bien dicho. Y para mí, contar historias en el formato audiovisual es algo que se hace con pasión. Una pasión en la cual puedo expresarme en distintos niveles, desde la producción a la dirección, pasando por la escritura del guión, la dirección de fotografía, el trabajo de cámara, la edición, la postproducción, la composición y grabación de la música para la banda de sonido y finalmente el diseño de audio.
Hacer todo, o casi todo, tiene que ver con una decisión personal, teniendo la fortuna de expresarme en todas esas áreas. Pero se trata de una necesidad íntima, casi orgánica y de vital importancia. Porque para mí, contar historias en tres o cuatro capas de tratamiento audiovisual me permite seducir todos los sentidos del espectador para que la experiencia de mirar un contenido, cualquiera sea la historia, sea al mismo tiempo un acto intelectual, sensorial y emotivo.
A veces hay que decir cosas con el lenguaje verbal. A veces hay que hacer sentir algo con el lenguaje corporal. Y a veces hay que transmitir emociones con el lenguaje audiovisual… y si el medio permitiera transmitir olores, habría que incluir eso también. Cuando uno se libera y se atreve a contar historias pensando en palabras, imágenes y sonidos, el contenido producido invita al espectador a pensar, a sentir, a oír.
Esa es la maravilla del formato audiovisual, de la capacidad de contar historias usando este medio. No importa si uno cuenta historias que se ven en películas, en documentales, en la televisión, en la Internet; si se experimentan en un cine, en la comodidad de la casa o en las innumerables pantallas que nos rodean… contar historias es una invitación sensorial a entender y sentir.
Ese es el principio fundamental con el que produzco todo el contenido que hago, desde los reportajes y programas de Juego de Palabras pasando por los programas especiales y documentales. Cada proyecto nuevo es un desafío a no repetirme. A reinventar el mismo proceso. A definir la visión que permita comunicar tal o cual historia de una forma única y conmovedora.
En ese contexto, cuando decidimos hacer un documental sobre “Bullying o acoso escolar”, muchas fueron las ideas en cuanto a cómo contaríamos la historia, dónde lo grabaríamos, en qué líneas dentro del problema nos enfocaríamos, etc. Pero uno de mis desafíos personales más importantes fue el cómo lo filmaríamos.
Quizás pase desapercibido, pero en tema tan delicado como este, uno como realizador tiene que ser cuidadoso con la identificación de personas que a veces quieren contar su historia de acoso pero a la vez permanecer anónimos. Y también hay que tener mucho cuidado con no vincular a personas que no tienen que ver con casos de acoso escolar cuando uno filma imágenes genéricas, por ejemplo, en un colegio con cientos de niños.
Ahí es donde la visión estética y la dirección de fotografía que ocuparía para este documental se hizo crucial. Y es ahí, en ese punto de la preproducción que se toman las decisiones que hacen que uno logre o no que un contenido tenga, a mi modo de ver, todas las características que definía antes en estos párrafos. Que doten al documental de las texturas visuales y sonoras necesarias, que como si se tratase de la paleta de colores de uno de mis cuadros, me permita desarrollar esa estética que andaba buscando.
Filmar así la realidad, como si se tratase de ficción en el sentido de que uno lo controla todo, es fascinante. Porque en realidad uno controla poco. Uno escoge los personajes, sí, pero no son actores. No se puede decir “acción” o “corte” y filmar algo treinta veces.Uno selecciona los lugares donde va a filmar, sí, pero no son localizaciones visitadas de antemano donde se ha decidido dónde se pondrán las cámaras.
Hay que ir al terreno y mirar, observar y en cuestión de segundos tomar las decisiones que traspasan esa visión estética, dramática incluso, a la realidad. Y es ahí que el acto de filmar se convierte en una performance, en actuación. La cámara es el pincel. La cámara es el instrumento que está creando, que está transformando la pantalla en un cuadro, en una ventana, en una apertura en el tiempo donde por unos minutos podremos seducir las miradas, oídos y almas de los futuros espectadores para contarles una historia.
Cuando todo se junta, como en el caso de lo que se ve en este documental, esa apertura, esa ventana, ese cuadro se convierte en algo mágico. Ahí esta el placer de hacer y de ver un contenido audiovisual, porque es ahí que nos unimos como seres humanos al comunicar algo… alimentando, de paso, la imaginación.
Por eso que es vital para mí, como realizador, como artista, no sólo producir un contenido, sino dirigirlo, hacer la dirección de fotografía, escribirlo (a veces co escribirlo), filmarlo (o trabajar con buenos camarógrafos que entiendan esto), editarlo y postproducirlo (o trabajar con editores que entiendan todo esto), componer y grabar la música y hacer el diseño de audio…Porque cuando la calidad de lo filmado potencia lo escrito y lo que se escucha lo eleva, la belleza de contar historias transciende fronteras, toca almas y deja una huella.
Espero que este documental deje una huella. El “Bullying o el acoso escolar” es un problema real en el cual todos jugamos un rol importante. Ustedes me dirán.
Desde ya los invito a que vean el trabajo hecho junto a la doctora Marisa Azaret, la cámara de Nicolás García y la edición de Diana Díaz.
Y también los invito a escuchar por adelantado dos canciones de la banda de sonido que he compuesto para Bullying.