Los próximos dirigentes de China deben reformar la economía antes de que la gente se ponga en contra del partido.

Por Stan Grant

Beijing (CNN) — Cada noche, se puede ver a cientos de parejas chinas bailando al ritmo de la música que emana de los altavoces improvisados en las calles y plazas públicas de Beijing.

Se trata del entretenimiento de hordas de trabajadores migrantes, que se han volcado a las ciudades de China a lo largo de los últimos 20 años buscando una vida mejor.

Para muchos de ellos, el sueño se ha hecho realidad. El vertiginoso crecimiento económico de China, inspirado por la afirmación del antiguo líder, Deng Xiaoping “Ser rico es glorioso”, ha transformado a granjeros y agricultores en mano de obra, trabajadores de la construcción, vendedores y dependientes de tiendas. Algunos se han hecho ricos al iniciar sus propios negocios o al aprovechar el auge inmobiliario.

Para los líderes supremos del Partido Comunista, esta es la fuente de su legitimidad y autoridad: mantener la maquinaria del crecimiento en marcha y a la gente ocupada y próspera. Hasta ahora, ha funcionado. Sin embargo, han surgido algunas tensiones. La brecha entre pobres y ricos se ensancha, y la economía se debilita. La cifra del crecimiento del último trimestre fue de un 7.4%, la menor en tres años.

Mientras el partido se prepara para la transición de su dirigencia, en noviembre, se enfrenta al reto de reformar la economía de forma que se pueda seguir contando con mano de obra barata, altos niveles de exportaciones y fuertes inversiones. Necesita impulsar el consumo interno, tarea nada fácil de acuerdo con algunos analistas.

“Se requiere de producción para lograr reestructurar la fórmula del crecimiento. Asegurarse de que la gente tenga confianza en gastar es más fácil de decir que de hacer”, dice Victor Chu, director del First Eastern Investment Group.

Chu tiene fe en los líderes de China, dice que son los más hábiles del panorama internacional. Otros grandes pensadores del mundo de los negocios concuerdan. En contraposición con el “aterrizaje forzoso” de una economía cuyo crecimiento se desploma, muchos prevén un “suave aterrizaje” tras una desaceleración controlada que lleve a un crecimiento con más calidad.

“En los últimos 10 años se tuvo un excelente manejo económico”, dice John Quelch, decano de la Escuela de Negocios Internacionales China-Europa. “Obviamente hay retos mundiales que afectan el crecimiento de China. China debe buscar el equilibrio en el consumo interno, pero estoy seguro de que la eficiencia de la dirección en Beijing, financieramente hablando, es muy, muy buena”.

Lo que ocurre en la segunda economía del mundo, y muchos economistas predicen que en un futuro no muy lejano, China superará a Estados Unidos, tiene efectos alrededor del mundo.

Se ha vuelto un tema controvertido en la campaña presidencial de Estados Unidos. Los candidatos, Mitt Romney y Barack Obama, han enfrentado sus posturas respecto a China en los debates presidenciales. Se ha acusado a China de no jugar limpio, de mantener bajo el valor de su moneda para tener ventaja en las exportaciones y haber eliminado empleos en Estados Unidos. El gobernador Romney, candidato republicano, dice que, si resulta electo, declarará a China un “manipulador de divisas” el primer día de su mandato presidencial. El presidente Obama dice que presentó ante la Organización Mundial de Comercio varias denuncias contra China que han prosperado.

El Ministerio del Exterior de China contraatacó, al decir que los políticos estadounidenses tienen que ser justos con China y que los negocios beneficiarán a todos.

Sir Martin Sorrell, director general del gigante de la publicidad WWP, tiene muchos negocios en China. Dice que el mundo no puede culpar a Beijing por los males que lo aquejan.

“Fuimos nosotros y no los chinos los que no supimos manejar la economía”, dice Sorrell. “Si revisamos la historia, nos encontrábamos en la misma situación a principios del siglo XIX, cuando China e India componían entre el 40 y el 50% del PIB mundial. Lo harán de nuevo, la cuestión es cuándo”.

Sin embargo, los economistas señalan que los líderes de China no deben hacerse ilusiones de que tienen una tarea fácil por delante. La brecha entre ricos y pobres crece, y los chinos pobres se quejan de que las oportunidades se están agotando. También existen problemas de cohesión social, Estado de derecho y derechos humanos.

Los próximos dirigentes de China se encuentran de cierta manera en una carrera contra el tiempo. Deben reformar la economía antes de que la gente se ponga en contra del partido.

“La legitimidad del poder del partido depende de su eficiencia. Durante los últimos 30 años, cientos de millones de personas han superado el umbral de pobreza. Avanzar será todo un reto, pero la única forma en la que podrán sobrevivir es cumpliendo”, advierte Victor Chu.

Esta noche los bailarines saldrán de nuevo a las calles. ¿Qué pasará con ellos si se pierde el ritmo?