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(CNN) — Si te preguntas quién más en Estados Unidos cumple con el “perfil” para volverse un asesino en masa, solo mira a tu alrededor: están en todos lados, pero lo más probable es que sean inofensivos.

No sabemos a ciencia cierta cuál es la diferencia entre quienes piensan en cometer una matanza y aquellos que la llevan a cabo. Los expertos dicen que muchas personas en Estados Unidos experimentan factores de riesgo, como el aislamiento social y el rechazo.

Adam Lanza, el presunto tirador de Connecticut, era un estudiante de 20 años. La policía señala que tras disparar contra su madre y 20 niños y seis adultos en una escuela se suicidó. Pero hay pocos detalles sobre sus motivaciones.

“La verdad es que hay muchas personas que tienen todos los síntomas y no contraen la enfermedad”, dijo Jack Levin, profesor de Sociología y Criminología en la Universidad Northeastern en Boston, Estados Unidos. “Pueden ser solitarios, extraños, estar enojados y tener acceso a armas de fuego, pero no hacen daño a nadie”.

Los especialistas en criminología señalan varios factores mentales, físicos y circunstanciales que muchos tiradores tienen en común, pero la mayoría de las personas que encajan en ese perfil en realidad nunca cometerán crímenes violentos.

Patrones en mentes violentas

En Estados Unidos, los asesinos en masa tienden a ser hombres blancos y perpetran estos actos en áreas relativamente ricas, donde la violencia es algo extraño, como en Newtown, Coonecticut explicó el psiquiatra forense de niños y adolescentes Peter Ash, de la Escuela de Medicina de la Universidad Emory, en Estados Unidos.

A menudo, el asesino experimenta tensión crónica, depresión o frustración durante un largo periodo, dijo Levin. Usualmente tienen antecedentes escolares de ser molestados, acosados e ignorados.

Los problemas que enfrentan los hombres que cometen estos crímenes no son poco comunes, dijo James Garbarino, profesor de Psicología en la Universidad Loyola Chicago, en Estados Unidos. Estos síntomas incluyen la depresión y el enojo por sentimientos de rechazo y exclusión, y muchos de ellos han tenido algún tipo de problema de salud mental, explica el también autor de Lost Boys: Why Our Sons Turn Violent and How We Can Save Them (Chicos perdidos: por qué nuestros hijos se vuelven violentos y cómo podemos salvarlos).

Dylan Bennet Klebold, uno de los dos estudiantes de último año de preparatoria que perpetraron el tiroteo de la preparatoria Columbine en 1999, aparentemente había luchado contra la depresión.

Klebold y Eric David Harris asesinaron a 13 personas antes de suicidarse.

Klebold escribió en su diario sobre el suicidio, según la policía de Colorado. “Como soy un marginado, y todos conspiran en mi contra…”, escribió.

Harris parecía ser un psicópata y carecía de empatía, dijo Levin. Él escribió en su diario: “Estoy lleno de odio y me encanta”. En su anuario de 1998, sobre las fotografías de casi todos los estudiantes, escribió palabras como “no vale nada”, “muere” y “golpear”.

En general, las personas con problemas mentales no son violentas automáticamente. Solo el 5% de todos los crímenes violentos en Suecia son cometidos por personas con enfermedades mentales graves, según un estudio publicado en de 2006 por el American Journal of Psychiatry, donde se explica que probablemente sea similar en otros países como Estados Unidos.

Russ Hanoman, amigo de la madre de Lanza, lo describió como “muy retraído emocionalmente”. Él y otros conocidos informaron que la madre del atacante dijo que el joven tenía síndrome de Asperger, un diagnóstico de autismo de alto nivel de funcionalidad, mismo que CNN no ha podido confirmar.

Pero según especialistas, no hay un vínculo entre el autismo y la violencia planeada.

Los asesinos tienden a culpar a otros, no a sí mismos, de sus problemas. “Creo que también buscaba vengarse de la sociedad en general al asesinar a nuestros miembros más queridos: nuestros niños”, dijo Levin.

Sentirse solo, y con acceso a armas

Casi todos los asesinos que Levin ha estudiado aparentemente carecían de apoyo social y de alguien a quién acudir cuando estaban en problemas. Rechazan a sus compañeros, y a cambio son rechazados; están “solos en un sentido psicológico”, dijo Levin.

A menudo, el tirador ha experimentado una pérdida catastrófica reciente, como el rechazo de una novia o el despido de un trabajo, dijo Levin. Los padres también pueden, sin darse cuenta, llevar al límite a los adolescentes y adultos jóvenes, por ejemplo, al presionarlos para que sean exitosos.

El acceso y entrenamiento en el uso de armas de fuego es otro factor importante al ejecutar una masacre como ésta, dijo Levin. Lanza y su madre frecuentaban varios campos de tiro, confirmó a CNN la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos de Estados Unidos. Los investigadores creen que Lanza llevó las armas de su madre a Sandy Hook.

Planear un crimen

La planificación descarta un diagnóstico de psicosis, una enfermedad asociada con la desconexión de la realidad, dijo Garbarino.

“La abrumadora mayoría de LOS asesinos en masa no son psicóticos, y son bastante metódicos en la forma en que cometen una ejecución de personas a quienes consideran responsables de sus problemas”, explicó Levin.

Muchos tiradores parecen planear su ataque con tiempo, dijo Ash. Inician con un pensamiento pasajero y se obsesionan con fantasías de venganza; leen sobre tiroteos previos en línea. Los sitios web a los cuales acceden pueden dar pistas sobre sus planes. A partir de eso estudian una locación y deciden qué vestirán.

El Servicio Secreto de Estados Unidos detectó que los asesinatos suelen ocurrir después de un proceso de planeación como éste, dijo Ash. Si los agentes se encuentran con alguien que ha rastreado los movimientos del presidente durante seis meses, esa es una situación de mayor riesgo en comparación con alguien que solo tiene una idea de atacar.

En los tiroteos de la preparatoria Columbine del 20 de abril de 1999, Harris y Klebold claramente habían hecho una planeación significativa. Los oficiales encontraron un pedazo de hoja de cuaderno “que mostraba un diagrama de la cafetería de la preparatoria Columbine con dos X junto a cada pilar”, y una lista de cuántas personas había antes y después del primer periodo de almuerzo, indicó la policía. Ambos chicos habían escrito un itinerario para el día del tiroteo.

El mayor tiroteo en una escuela en la historia de Estados Unidos, que ocurrió en Virginia Tech en 2007, fue perpetrado por Seung-Hui Cho, quien había sido diagnosticado con una enfermedad mental y que había sido declarado como “un peligro inminente” para él mismo por un juez especial de Virginia, Estados Unidos, reportó CNN en 2007.

La masacre, en la que Cho asesinó a 32 personas antes de suicidarse, también fue premeditada. Durante las dos horas entre los dos tiroteos que realizó en dormitorios diferentes el 16 de abril de 2007, Cho envió un paquete por correo con 27 mensajes videograbados y un comunicado de 1,800 palabras a NBC News. “Me forzaron a hacer algo desagradable y solo me dejaron una opción”, dijo en uno de los videos.

La esquizofrenia es un diagnóstico que se ha planteado en algunos casos de asesinatos en masa, por ejemplo en el caso de Jared Loughner, quien en 2011 asesinó a seis personas afuera de un supermercado en Arizona.

Psiquiatras designados por la corte señalaron como esquizofrénico a Ted Kaczynski, el Unabomber. Este es un diagnóstico especialmente probable en casos en los que el tirador está en la etapa final de su adolescencia o a principios de los veintitantos años, porque los síntomas a menudo se desarrollan hasta esa edad, dijo Levin.

Pero en otros casos, la “patología” del tirador está vinculada más claramente a sus circunstancias, según Levin. Han perdido la esperanza para el futuro, y buscan venganza; creen que son las víctimas, y que las personas contra quienes disparan son los villanos.

Tiroteos en escuelas

En específico, los tiradores en escuelas tienden a ser de familias de clase media o alta, dijo Garbarino. En áreas más pobres donde ya existe violencia, los niños con las mismas vulnerabilidades pueden salirse de la escuela o terminar en el sistema de justicia criminal mucho antes que en una comunidad rica, así que la escuela en sí podría tener un menor significado para ellos.

“Los atacantes escolares de alguna forma viven y mueren emocionalmente en la preparatoria”, dijo Garbarino.

Kipland P. Kinkel, un estudiante de primer año en la preparatoria Thurston en Springfield, Oregon, Estados Unidos, asesinó a sus padres, quienes eran profesores, y a dos estudiantes en la cafetería de su escuela en 1998.

Su familia lo había llevado a terapia, preocupada por su obsesión con las armas y los explosivos. “Utilizaron todos los recursos posibles y aún así no funcionó”, explicó Garbarino.

El investigador entrevistó a un joven que había llevado armas y bombas a la escuela el Día de San Valentín en su último año de preparatoria. El chico había estudiado el tiroteo en Columbine y contempló suicidarse o asesinar a quienes lo molestaban. Antes de que llevara a cabo el ataque, un par de chicas lo detectó y consideró que actuaba de forma extraña, por lo que avisaron a la policía.

El joven se rindió y fue a la cárcel. En retrospectiva, dijo que no quería que las chicas recibieran un tiro si comenzaba a disparar.

Los tiroteos en escuelas cometidos por estudiantes se han reducido significativamente después de Columbine, porque las instituciones tomaron medidas para alentar a todos a reportar las amenazas a las autoridades escolares, dijo Ash.

“Hemos evitado varios asesinatos en masa en las escuelas en todo el país en años recientes porque los jóvenes comienzan a informar cuando escuchan que uno de sus compañeros es amenazado en el pasillo”, dijo Levin. “Pueden informar a un policía escolar, un padre, un maestro o el psicólogo de la escuela”.

En el pasado, “no era bien visto que los adolescentes informaran sobre sus compañeros, y no lo hacían”, dijo. “Ahora, más y más jóvenes reconocen la seriedad de estas declaraciones amenazantes en la escuela, y son mucho más propensos a informarle a alguien”.

Intervenir

La buena noticia es que la mayoría de las personas que tienen estos factores de riesgo jamás tomarán el siguiente paso, dijo Garbarino. Pueden jugar videojuegos violentos, hablar sobre violencia con los amigos y buscarla en internet, pero nunca implementarían un plan.

Un problema importante es que a menudo las intervenciones ocurren hasta que una persona se vuelve peligrosa o amenazante. Un joven debería recibir ayuda cuando él o ella simplemente “tiene problemas”, dijo Levin; por ejemplo, si ha sido molestado y acosado, y siente una profunda impotencia.

Las leyes antibullying pueden ayudar, dijo. Los padres, maestros, directores y psicólogos de la escuela deberían intervenir cuando se percaten de que un joven se siente aterrorizado en la escuela, consideró Levin. La mayoría de los tiradores en escuelas han sido molestados de una manera crónica; el bullying no tiene por qué ser simplemente una parte de crecer.

“Cuando vemos esas señales de advertencia en la vida de un joven, deberíamos intervenir”, dijo Levin. “No para prevenir un asesinato, sino porque es lo correcto.

“Mejoraríamos la calidad de vida para muchas personas”, añadió, “y en el proceso probablemente impediríamos un asesinato o dos”.