(CNN) – El caso de una madre de alquiler que recibió una oferta de 10.000 dólares para abortar conmociona a los Estados Unidos.
Crystal Kelley, quien alquiló su vientre para gestar a un bebé rechazó la propuesta que le hicieron los padres genéticos de la niña cuando descubrieron que tenía complicaciones en el corazón, una anormalidad en el cerebro y otros problemas médicos.
Kelley se entusiasmó cuando una pareja la contactó para ser madre subrogada. Con una situación económica angustiante a cuestas, necesitaba los 22 mil dólares. El matrimonio que la contrató también estaba exultante: la madre ya no podía tener hijos y ambos buscaban con insistencia a alguien que los ayudara a tener una niña.
Las maternidades subrogadas suelen tener un final feliz. Esta, sin embargo, incluyó disputas judiciales, un viaje secreto a otro estado y la búsqueda desesperada de una familia para un bebé frágil.
La pareja había concebido a sus hijos a través de fecundación in vitro y conservaba aún dos embriones congelados. La implantación en el útero de Kelley se realizó en octubre de 2011 y a los pocos días la mujer supo que estaba embarazada. Pronto sabría que sería una niña. El matrimonio siguió con atención y cuidado el embarazo y ayudó a Kelley en todo momento. “Ella me dijo que estaría pendiente de todo porque sería una parte de sus vidas para siempre”, recuerda Kelley.
Sin embargo, las ecografías promediando el embarazo mostraron que el bebé tenía varias complicaciones de salud. El labio leporino, el paladar hendido, un quiste en el cerebro y defectos cardíacos indicaban que las posibilidades de que la niña viviera una vida normal eran menores al 25 por ciento.
En el Hospital Hartford en el estado de Connecticut, los padres, desconsolados, le pidieron a Kelly que abortara al bebé. “Les dije que no podía hacerlo. Yo era la que sentía sus patadas, sus movimientos. Era una luchadora y yo iba a luchar por ella”, dice Kelley.
Pero los padres intercedieron. Genéticamente, el bebé era de ellos y Kelley solo lo estaba gestando. La pareja decía que no quería traer al mundo a un bebé solo para que sufriera y le pidieron a la madre subrogada que tuviera piedad y que lo dejara ir. Luego, a través de la agencia de alquiler de vientres, los padres dijeron que le pagarían a Kelley 10 mil dólares para que abortara. En un momento de debilidad, asegura la madre soltera, les dijo que por 15 mil dólares consideraría interrumpir el embarazo. El matrimonio rechazó su pedido.
De todas formas, Kelly dice que rápidamente lamentó haber solicitado el dinero extra. En el fondo sabía que nunca podría llegar a abortar.
Legalmente, no podían obligar a Kelley a tomar esa medida. Entonces le dijeron que al nacer el bebé, lo abandonarían y quedaría bajo la tutela del estado. “No podía permitir que se convirtiera en uno de esos niños discapacitados que son olvidados y se pierden en el sistema”, evoca.
Kelley optó por una decisión audaz: sin avisarle a los padres, abandonó embarazada el estado. Cargó su auto con lo que pudo, se llevó a sus hijos y viajó durante dos días hasta llegar a Michigan, donde pasó los últimos meses del embarazo. Según la legislación de Michigan, Kelley sería la madre del bebé. Allí se internó en el Hospital de Niños C.S. Mott de la Universidad de Michigan, que cuenta con uno de los mejores programas pediátricos del país.
Faltaba determinar si se quedaría con la niña luego del parto. Madre soltera, sin trabajo y sin un lugar permanente para vivir, decidió que no era la persona indicada para criarla.
Con dolor, Kelley optó por una pareja que la había apoyado emocionalmente y ayudado en el viaje a Michigan. El bebé tendría un hogar.
La niña nació en junio pasado con un peso de tres kilogramos pero no respiraba y su ritmo cardíaco era muy bajo. Los pediatras actuaron con solvencia y el bebé se recuperó.
El nombre de Kelley figura hoy en la partida de nacimiento. El espacio del padre está vacío.
Además del labio leporino, el paladar hendido y una oreja deforme, la niña tiene graves problemas cerebrales y cardíacos. Necesitará varias cirugías arriesgadas para sobrevivir. Pero en varios sentidos, se ha desarrollado como cualquier otro bebé. Sonríe, balbucea y se divierte con juguetes.