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Por Shanon Cook, CNN

(CNN) – Mientras empujaba el coche de mi hija de tres meses de edad por una calle arbolada me sentía eufórica. Claro, no había dormido en un eón pero estar afuera le daba fuerza a mis pasos. Era un día gloriosamente soleado; el cielo era azul brillante y mi precioso bultito se dejaba caer en un feliz sopor.

Entonces, ocurrió el desastre.

No fue en los alrededores físicos, sino completa y extrañamente dentro de mi cabeza. Mis pensamientos se vieron invadidos por la imagen de un atacante arrancando a la bebé violentamente del coche. Podía verlo claramente, como si estuviera ocurriendo: los gritos de impotencia de mi hija mientras se la llevaban; yo, frenética, corriendo hacia el secuestrador, gritando mientras lo perseguía, con los puños listos para hacerle daño.

En cuestión de segundos, la perturbadora escena se redujo y desapareció, como una imagen al apagar un televisor. Me quedé de pie, perturbada, pegada al piso, apretando la manija del coche mientras trataba de estabilizar mi respiración.

¿Qué rayos fue todo eso? Mire a mi alrededor y todo estaba como tenía que estar. El sol seguía brillando. Kilye estaba felizmente dormida justo frente a mí.

¿Qué pudo haber hecho que pasara de un estado mental relajado a una furia asesina sin provocación aparente? ¿Acaso estaba perdiendo la razón?

No, según la neuropsiquiatra Louann Brizendine, autora del libro The Female Brain (El cerebro femenino). Describió lo que yo viví como una “pesadilla diurna”, un fenómeno común entre las madres durante los primeros meses después del nacimiento del bebé. Es un efecto secundario de la transformación del cerebro de no-madre a madre total.

“Todas estas hormonas, todo el estado postparto hace que tus circuitos, que tu ‘cerebro de madre’ esté en alerta máxima”, dijo. “Alerta máxima agresiva. Es una descarga intensa de ira, hormonas protectoras y fantasías”.

“De hecho, es un estado bastante normal”, me aseguró Brizendine. “Solo que nadie habla de ello”.

Y es verdad. Cuando estaba embarazada, durante mi clase de preparación para el parto compartieron conmigo toda clase de información acerca de la ruptura de la fuente, las epidurales, la lactancia y la primera deposición del bebé, pero no se mencionó nada sobre esos momentos en los que tiendes a imaginar que le ocurren cosas horribles a tu bebé.

Ninguna de las mamás —muchas de ellas eran desconocidas— que se acercaron a tocar mi vientre y compartieron sus historias de horror no solicitadas acerca de la sala de partos, mencionó los horrores que podría experimentar después de salir del hospital.

“Las mamás sienten que si le cuentan a alguien pensarán que están realmente locas”, dijo Brizendine. “Podrías pensar que las madres hablan de esto en los grupos de mamás, pero no es así, porque al volver a contarlo, casi te vuelve a provocar un trauma y lo que esperas es poder olvidarlo”.

Brizendine dijo que esas pesadillas diurnas afectan a casi la mitad de las mujeres que han sido madres recientemente y típicamente persisten entre tres y seis meses después del parto.

Además, no necesariamente estamos hablando de depresión postparto. Fuera de las pesadillas diurnas y nocturnas ocasionales, no me sentí deprimida después de tener a mi bebé. La mayor parte del tiempo estaba muy divertida riendo a causa de nuevos descubrimientos, asombrada por esta maravillosa criatura, deleitándome con la intimidad de la lactancia. Sin embargo, en profundo contraste con los momentos de euforia extrema, me llegaban estos pensamientos dispersos, confusos e increíblemente sombríos, en ocasiones dos o tres veces al día.

En un estudio de 2007 que se publicó en la revista Sleep, se demostró que después del parto, cerca del 75% de las mujeres tuvo terribles pesadillas que involucraban a sus infantes. Si revisas los testimonios de madres en los foros en línea, te encontrarás con el tormento: “A veces sentía una presencia en la habitación y alguien (algo) me perseguía o me estrangulaba” y “(Estoy teniendo) pesadillas en las que pierdo a mi hijo”.

Mi amiga Heidi mencionó que tuvo un sueño en el que su bebé se deterioraba ante sus ojos, sin que ella pudiera hacer nada. Yo tuve exactamente el mismo sueño acerca de mi hija cuando ella tenía dos semanas de nacida. Los detalles horribles eran misteriosamente similares.

Brizendine, directora de la Clínica de las Hormonas y el Estado de Ánimo de las Mujeres de la Universidad de California en San Francisco, dijo que una de sus pacientes reconoció que tenía fantasías diurnas perturbadoras en las que atacaba a su propio bebé con unas tijeras o un cuchillo.

Aunque podría parecer que esta pobre mamá cumple los requisitos para ser la siguiente Andrea Yates, una mujer que ahogó a sus cinco hijos en 2001, es importante entender que ella simplemente se está adaptando a las hormonas del estrés intrínsecas a cualquier madre y que son increíblemente potentes, dijo Brizendine. Eso explica por qué una madre siente que podría levantar un autobús para liberar a su hijo si tuviera que hacerlo.

Le guste o no, mamá tiene que sentirse así.

Cuando un caballo da a luz, su potro se levanta y empieza a caminar a los 30 minutos, más o menos. Las madres tiburón abandonan a su cría casi inmediatamente después del parto porque pueden defenderse solos. Sin embargo, como te lo podrá decir cualquier padre reciente, un bebé humano nace en un estado de inmadurez increíble y necesita que sus padres, particularmente su madre, sean asombrosamente protectores. Ese bebé no puede hacer nada sin ella, salvo llorar con una capacidad pulmonar similar a la de Pavarotti.

Eso nos lleva a la causa subyacente de estas pesadillas diurnas y pensamientos siniestros: la falta de sueño. Las nuevas madres no suelen dormir lo suficiente como para satisfacer las necesidades de su mente y cuerpo; cualquier médico o experto te dirá que la falta prolongada de sueño provoca alucinaciones, pérdida de la perspectiva, mal humor y claro, pensamientos psicóticos molestos.

“Duerme un poco”, dice la psicóloga Eileen Kennedy-Moore. “La falta de sueño es una de las principales causas de los síntomas postparto. Pide a tu pareja, a un familiar o a un amigo que cuide al bebé si es necesario para que puedas descansar”.

Brizendine dijo que a veces es necesario llevar a cabo un programa de sueño intensivo de dos semanas para ayudar a “restablecer los circuitos cerebrales”.

Debo reconocer que estaba funcionando con unas cuatro horas de sueño continuo por noche durante los seis meses que siguieron al parto, nada en comparación con las siete que necesito para sentirme descansada y bien preparada para enfrentar las exigencias de la vida, maternas o de otra clase. No fue sino hasta que mi hija empezó a dormir toda la noche que mis circuitos se reiniciaron como lo necesitaba y las pesadillas diurnas disminuyeron.

Kennedy-Moore, autora del libro: What About Me?: 12 Ways to Get Your Parents’ Attention Without Hitting Your Sister (¿Qué hay de mi? 12 formas de llamar la atención de tus padres sin golpear a tu hermana), también recomienda a las mamás que no sean duras consigo mismas cuando las invadan los pensamientos sombríos.

“Es importante que recuerden que los pensamientos no son lo mismo que los actos”, dijo. “Solo porque te imagines que tu bebé cae no aumentan las probabilidades de que vaya a caer. Aunque los pensamientos sombríos en algunos casos pueden ser síntomas graves y debilitantes de ansiedad postparto o de trastorno depresivo, usualmente son solo una parte desagradable de la adaptación normal”.

También dijo que es útil recordar que no eres una mala madre, que es probable que solo tengas una imaginación activa.

“No trates de luchar con los pensamientos. Entre más tratamos de no pensar en algo, más surge en nuestra mente. Solo reconoce el pensamiento y déjalo pasar suavemente”.

Por el bien de tu cordura, no temas hablar con alguien al respecto (en casos graves, es obligatorio): un terapeuta, una enfermera. En verdad desearía haberle contado a alguien en ese entonces.

Brizendine dijo que cree que hay esperanza detrás de esos pensamientos terribles y violentos.

“Esta intensidad de los sentimientos de agresión demuestran que estás intensamente unida a tu bebé”, dijo. “Eso es una buena noticia. Es una prueba positiva de ese lazo emocional y biológico”.

¿Has experimentado el terror inesperado que acompaña a la maternidad? Comparte tu experiencia en la sección de comentarios.