Por Todd Leopold, CNN
(CNN) — ¿Recuerdas cuando tenías 12 años y pasabas la tarea en clase, y hacías comentarios sarcásticos sobre el sexo opuesto?
¿Recuerdas el revuelo que se disparaba en la escuela cuando se decía que iba a haber una pelea en el patio?
¿Recuerdas la montaña rusa de emociones, los murmullos de los chismes, el lloriqueo porque tu mejor amigo te traicionó, los problemas que derivaban de cosas pequeñas?
Si la vida es como la preparatoria, entonces el Internet podría pertenecer a un grupo de edad menor. Una gran parte de nuestro mundo digital significa que nunca tendrás que dejar atrás la secundaria.
Por supuesto, en la Web hay muchas personas maduras e ingeniosas que crean proyectos inteligentes en línea o soluciones para problemas globales. Pero algunos expertos también creen que perpetúa la infancia.
Janet Sternberg, una profesora de Comunicación en la Universidad Fordham en Nueva York, Estados Unidos, quien escribió mucho sobre el civismo en línea, ve una marcha atrás de un patrón creado por la televisión.
Si como dijo el crítico cultural Neil Postman, la televisión terminó con la infancia (el medio ofreció un ímpetu para que las personas jóvenes actuaran como personas mayores, lo que creó lamentos de que las generaciones crecían demasiado rápido), Internet hizo lo contrario, dice.
“Internet y los medios digitales han producido este ‘efecto Peter Pan’ donde nunca crecemos, somos niños perpetuos, nunca tendremos que ser responsables de algo, mantenemos esta mentalidad juvenil”, dice.
De hecho, la Web tiene un espacio para cada aspirante a adolescente: payasos de la clase, bullies y populares. (También hay mucho espacio para los estudiosos). Todos llegan a disfrutar sus disputas mezquinas, y algunos de ellos muestran señales de crecimiento.
¿Buscas una pelea en el patio de recreo? Revisa Facebook y Twitter, donde completos extraños se atacan entre sí con apodos. ¿Quieres ser parte de una multitud popular? Intenta con YouTube, lleno de celebridades instantáneas que han hecho muy poco excepto mezclar refresco de cola de dieta y mentas en sus bocas.
Mientras tanto, sitios de noticias y cultura popular disfrutan de gratificación instantánea, desde videos de accidentes automovilísticos hasta galerías de gatitos y cachorros.
Por supuesto, si no te gusta nada de esto, eres libre de publicar en los comentarios, donde el nivel del discurso está entre decir “esto apesta” y “tú apestas”.
Todo es instantáneo, gracias al aspecto presente de los medios digitales; disponibles en un smartphone. ¿Quién necesita pensar?
“Decimos lo que sea que esté en nuestra mente”, dice Sternberg. “La restricción es una de las señales de la edad adulta, y toda nuestra cultura celebra esta falta de restricción”.
Un chorro de dopamina, una dosis de atención
Por supuesto, ¿por qué no?
Realmente son dos cuestiones distintas si no es que nada relacionadas. Por un lado, está el concepto de satisfacción inmediata. Está en el centro de nuestros cerebros instintivos, los gritos que dicen “¡actúa ahora!” y “sólo hazlo”, las cosas que nos dan un chorro de dopamina y nos hacen regresar una y otra vez.
Publicistas y personas en los medios siempre han conocido su valor y el Internet —en la forma de titulares atractivos y galerías de fotografías— hacen esto muy bien.
Y luego están las cosas que nos atraen, ya sean imágenes gráficas, lenguaje franco o un anhelo de atención. A veces se crea una respuesta antagónica: una encuesta reciente del Centro Pew señaló que un aspecto distintivo de las conversaciones en Twitter es “negatividad en general”.
“Los usuarios de Twitter no son representativos del público”, se apresuró a añadir la encuesta. Pero las voces de los usuarios de Twitter a menudo son recabadas por los medios más grandes, lo que hace que las bromas e incivilidad comunicadas en el servicio sean más atractivas para quienes quieren atención. Y así damos vueltas y vueltas.
Además, la atención es algo bueno, ¿verdad? Todos queremos ser populares, disfrutar de ser una celebridad.
La vida digital celebra videos virales y memes de Facebook. ¿Importa lo que dices? No, lo que importa es cuántas personas escuchan lo que dices.
Todo contribuye a una mezcla potente, dice Susan Douglas, una profesora de Comunicación en la Universidad de Michigan, en Estados Unidos.
“Es este momento extraño”, dice, mientras enumera facetas como el ascenso de la cultura juvenil, la propagación de celebridades orientadas a los jóvenes, destituciones de hechos políticos y la cultura de 140 caracteres de Twitter.
Con “un ascenso de incivilidad que es completamente aceptado y permitido por las redes sociales, tienes una especie de infusión aquí”.
Sin embargo, es una infusión que llama la atención; y eso es lo que importa para muchos sitios Web, dice el profesor de Comunicación de la Universidad Fairfield en Estados Unidos, Michael Serazio.
“¿Qué recompensan las audiencias?”, pregunta, al observar que un artículo de investigación de 8.000 palabras usualmente perderá al enfrentarse con un tuit demasiado atractivo.
A medida que el ambiente de los medios avanza cada vez más rápido (ahora también tenemos videos de seis segundos en Vine), nadie quiere ser el chico que comparte artículos que son descartados por los lectores con comentarios que dicen “tl:dr” (en inglés: demasiado largo; no lo leí).
Así que terminamos de regreso en el patio de la escuela. “Recompensamos lo emocional sobre lo racional”, dice Serazio.
Descifrar las cosas
Por supuesto, probablemente has escuchado estas quejas antes, las quejas de ancianos e intelectuales sobre esos malditos niños, su ropa, cabello y su tecnología de última moda.
Los críticos deploraron tabloides periodísticos, que atendían a los inmigrantes de primera generación que aprendían el idioma y a los trabajadores que apremiaban el tiempo y se tomaban unos minutos para leer encabezados sensacionalistas en el tren.
A principios de la década de 1960, el director de la Comisión Federal de Comunicaciones de Estados Unidos, Newton Minow, llamó famosamente a la televisión “un baldío amplio”, haciendo eco de los pensamientos de muchos que habían esperado que el medio llevara una época dorada de entretenimiento e ilustración.
Aun así, como la televisión en la era de 500 canales, Internet es muchas cosas, muchas de las cuales valen la pena. Junto con proyectiles e impresiones, hay sitios inteligentes que utilizan prosa elegante y gráficas ingeniosas (y son muy capaces de satirizar a los demás). Son los chicos que en realidad intentan aprender algo; por lo menos, respeto por los demás.
Está bien, a veces pueden ser personas que hacen lo correcto y no lo que deben hacer. Y sus voces a menudo se ahogan en el estruendo rebelde de las masas digitales. ¿Eso significa que deben terminar en el lado equivocado de las bromas?
¿Clase? ¿Clase? ¿Cuándo estará en paz la clase?
Rachel Weingarten, una estratega de publicidad, ve algunas señales de que Internet se da cuenta de eso.
Algunos de sus clientes, dicen, intentan utilizar susurros reflexivos en lugar de una amplificación gigante, al promover a sus clientes en lugar de hablar con ellos.
Lo contrario no funciona, dice. Una marca de dulces muy conocida dio su primera plana a Twitter, al invitar a “cada idiota de 14 años en el mundo” a hablar sobre la marca.
Ahora, “las marcas de boutique piden ayuda para encontrar su nicho, y ayuda para mantenerse conectados”, dice. “Las personas ya no quieren una gran campaña. Las personas ahora quieren descifrar quiénes son”.
En otras palabras, crecen.
Douglas de Michigan acepta que parte del ruido en Internet es debido a la incertidumbre. Los usuarios de la Web aún averiguan en quién confiar, cómo comunicarse, qué puede hacer esta nueva tecnología (y aún es nueva).
Son como un grupo de niños que recibe su primera oleada de hormonas. No siempre estarán emocionados.
Pero, mientras tanto, costará algo de trabajo dejar el patio de la escuela. Sternberg, por ejemplo, no es optimista.
Menciona a Freud y su libro El malestar en la cultura, que afirma que la civilización se basa en la restricción de la conducta infantil. Por supuesto, Internet es solo un reflejo de nuestra inmensa civilización, y no le gusta lo que ve.
“La idea de que ser adulto es apreciada en nuestra cultura, esa idea se evapora”, dice. “Realmente no es genial”.