(CNN) – La excursión hasta el fondo del Gran Cañón marcó a Melissa Schaaf. Fue una muestra de lo lejos que había llegado, una señal de que estaba activa, que era aventurera, que estaba viva.
A través de ejercicio y una dieta saludable, la madre de dos niños había perdido casi 40 kilogramos. Estaba en la mejor forma física de su vida y el viaje a la belleza natural de Colorado suponía una oportunidad para celebrar.
Fue una caminata agotadora por un sendero de unos 25 kilómetros lleno de pendientes.
Pero en aquel caluroso día de 2011, Schaaf no se imaginaba que su batalla más difícil aún estaba por venir.
Un hábito saludable
Cuatro años atrás, Schaaf pesaba más de 110 kilos. “Cuando cumplí 40, miré la balanza y me di cuenta de que tenía que hacer algo”, dice la mujer oriunda del estado de Virginia.
Decidió unirse a un gimnasio y, pese a las dificultades iniciales, logró hacer del ejercicio un hábito.
“Solía tener un odio emocional contra el gimnasio”, recuerda. “Uno se cepilla los dientes porque quiere tener dientes cuando sea viejo. Yo quiero poder moverme cuando sea vieja”, agrega.
Bajó 20 kilos rápidamente. En el pasado había intentado de todo para bajar de peso, incluyendo hipnosis y bandejas preparadas de comida. Pero una dieta más saludable no resultó tan difícil cuando conquistó el gimnasio.
“Soy una personas que puede cambiar un hábito por vez”, señala Schaaf. “Descubrí que tratar de cambiar todo a la vez era demasiado para mí”.
Yendo al gimnasio entre cinco y seis veces por semana, al cabo de un año ya había perdido otros 15 kilos. Los dolores y las molestias producto del sobrepeso habían cesado. Se sentía segura y a gusto consigo misma. Comenzó a pensar en vivir una vida larga y plena.
Mantener la regularidad
En diciembre de 2011, Schaaf se sometió a una histerectomía. Durante la cirugía, su doctor descubrió un tumor en su músculo uterino. Se trataba de leiomiosarcoma, un cáncer agresivo poco frecuente y de mal pronóstico. El cáncer estaba en su primera fase.
Comenzó la primera de varias sesiones de quimioterapia en febrero de 2012. Durante el angustiante proceso, la mujer siguió yendo al gimnasio y comiendo saludablemente.
“Gran parte de todo lo que te pasa está fuera de tu control”, dice. “Yo quería controlar lo que estuviera a mi alcance”, agrega.
La salud general del paciente durante la terapia de cáncer es fundamental, indica la oncóloga de Schaaf, la doctora Amy Irwin. “Alentamos a nuestros pacientes a seguir dietas saludables, ejercitar y realizar las actividades que disfrutan”, precisa.
El ejercicio le permitió a Schaaf dormir mejor por las noches y atenuar algunos de los varios efectos secundarios de los medicamentos, como la constipación y los mareos. “Me ayudó mentalmente; me dio fuerzas, me dio equilibrio”, dice.
La pérdida de peso pudo haber hecho mucho más que prepararla mentalmente para el enorme desafío. Varias investigaciones han relacionado la obesidad con mayores índices de cáncer.
Dos veces en su vida
Schaaf ahora está en remisión y a apenas cuatro kilos de alcanzar su peso ideal. Aclara, sin embargo, que no tienen ningún apuro. “Creo que se debe ser paciente y tratar de tomar las mejores decisiones cada día”, dice. “¿Tomo las mejores decisiones cada día? No. Pero hay que saber perdonarse y levantarse al día siguiente pensando en que seremos un poquito mejores”.
Su estilo de vida le ha dado más energía y le ha abierto los ojos a nuevas oportunidades. Planea correr una media maratón próximamente y, eventualmente, volver al Gran Cañón.
“Con suerte no es una vez en la vida”, dice sobre aquella simbólica primera excursión. “No hay más limitaciones”, concluye.