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(CNN) – El suicidio de un compañero de clase aumenta significativamente las probabilidades de que un adolescente considere o intente quitarse la vida, según un nuevo estudio publicado por la revista de la Asociación Médica Canadiense.

Más de 22 mil canadienses de entre 12 y 17 años participaron de la investigación. Se les preguntó si alguien en sus escuelas o que conocieran personalmente se había suicidado y si habían pensado seriamente en quitarse la vida durante el último año. Los investigadores hallaron que el riesgo de suicidio creció incluso en aquellos casos en que los jóvenes no conocieron personalmente a los fallecidos.

También se descubrió que los niños de entre 12 y 13 años estaban más en riesgo y que tenían cinco veces más posibilidades de tener pensamientos suicidas que aquellos que no habían sido expuestos a la muerte. Según el estudio, un 7,5% del grupo señalado intentó suicidarse luego de que un compañero se haya matado, comparado con un 1,7% de adolescentes dentro de este grupo que no tenían compañeros que hayan intentado quitarse la vida.

“La conclusión es que la teoría del contagio de suicidios podría ser real”, dijo Ian Colman, autor principal de la investigación. “La exposición a un suicidio parece estar fuertemente asociada a los pensamientos y conductas suicidas y estos efectos pueden persistir durante mucho tiempo”, agregó el académico.

Colman, experto en epidemiología de salud mental y profesor adjunto en la Universidad de Ottawa, dijo que el contagio o la imitación de suicidios no es algo novedoso, pero que hasta ahora no había suficiente evidencia para apoyar la teoría. “La conducta suicida es un problema mundial. Es la segunda mayor causa de muerte entre los jóvenes. Que un ser querido se suicide genera una situación increíblemente angustiante para los sobrevivientes”, precisó.

En ocasiones, una situación que se prolonga varios años.

“Descubrimos que estos efectos no eran efímeros”, dijo Colman. “La encuesta contactó a los niños cada dos años para dar seguimiento a los informes y ver si había efectos después de ese tiempo. En muchos casos, los pensamientos suicidas e intentos suicidas todavía eran altos entre los que habían estado expuestos a un suicidio en sus escuelas”, añadió.

Según el estudio, los amigos más cercanos de las víctimas tenían más posibilidades de tener pensamientos suicidas que otros conocidos.

“Invitamos a las escuelas a intervenir activamente tras un caso de suicidio, involucrando a todas las personas de la escuela y no solo a los amigos o compañeros directos de la persona fallecida”, indicó Colman. “Las escuelas deberían ofrecer intervenciones o programas a largo plazo, pues observamos que los efectos son duraderos”.

Para la psiquiatra Karen Johnson, el estudio no es concluyente. “Son muchos los factores de riesgo por los que los adolescentes intenten o consideren quitarse la vida. En la investigación, no se aclaró cuál era el estado previo de los estudiantes en estos casos. ¿Tenían una historia de depresión o de abuso de sustancias? ¿Alguien en su familia habían intentado suicidarse? ¿Tenían una historia de eventos traumáticos en su vida? Hubiera sido bueno tomar en cuenta todos estos criterios”, dijo.

Colman aseguró que las escuelas “deberían prestarle más atención a los estudiantes más jóvenes, los que parecen más vulnerables a los efectos de un suicidio”. El líder del estudio concluyó que “es importante crear una cultura en la que los niños o estudiantes se sientan cómodos al buscar ayuda en este tipo de situaciones”.