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Por Peggy Drexler

Nota del Editor: Peggy Drexler es autora de Nuestros padres, nosotros mismos: hijas, padres y la familia estadounidense cambiante y deEducar a los niños sin hombres. Es profesora asistente de psicología en la Facultad Weill de Medicina de la Universidad de Cornell y exacadémica en temas de género en la Universidad de Stanford.

(CNN) — En los días que han pasado desde que Disney coronó a su onceava princesa oficial y la gente se dio una idea de la “nueva” Merida (la versión en muñeca de Disney de la heroína pelirroja de Brave, la película de caricaturas ganadora del Oscar) ha habido mucho alboroto. La princesa Merida dirigida al mercado de la comercialización tiene más cadera, su escote es un poco más pronunciado y el corte es por debajo del hombro respecto a como lucía en la película. Sus facciones son más suaves. ¿Y es lápiz labial lo que lleva puesto?

Rápidamente muchos mostraron su desaprobación a Disney, entre ellos la guionista y codirectora Brenda Chapman, quien calificó el cambio de imagen como una “acción de mercadotecnia descaradamente sexista basada en el dinero” que deshace al personaje que era un “mejor y más fuerte modelo a seguir, algo con esencia, no solo una cara bonita que se queda en espera de una historia de amor”. Por supuesto, la conclusión es que las niñas bonitas no pueden ser modelos a seguir. O tener esencia.

Aclarémoslo: como heroína del género femenino, Merida era revolucionaria, y deberíamos tener más personajes como ella. Cada vez tenemos más. De hecho, Mulan de Disney, la guerrera de su película de caricaturas de 1998, fue una de ellas.

Y de hecho, en la película, las mejores características de Merida eran las que no tenían nada que ver con su cuerpo, su rostro o su ropa. Era abierta y no mostraba miedo, independiente y con fortaleza. Se defendió y defendió a los demás. Portaba un arco y una flecha, y sabía cómo usarlos, además de que tenía mucha más habilidad que los chicos. Era perfectamente subversiva, en su carácter de princesa, por todas las cuestiones que en lo absoluto tenían que ver con su aspecto. (Aunque, seamos honestos: su melena salvaje pelirroja no era sino cautivadora).

Al mismo tiempo, ella innegablemente era sexy; si considera a las mujeres fuertes sexy ¿O acaso no lo somos?

Las muñecas se basan en la idea de la fantasía. No son fieles a la realidad, pero aún menos reales, por la naturaleza de sus limitaciones técnicas por los dibujos animados, los cuales sacan provecho de la animación, que con frecuencia es tan precisa como para parecer real. Al igual que los juguetes, las muñecas adquieren muchas de las características que el niño que juega con ellas decide darles. Parte de criar a los niños es ayudarlos a explorar las múltiples opciones que ofrece la vida, aprovechar las amplias extensiones de su imaginación, pero también para conocer la diferencia entre lo que es ficción y fantasía, y lo que es la realidad.

Y las muñecas, tal vez más que la mayoría de los juguetes para niños, no son para ser tomadas en serio. De lo contrario, estaríamos defendiendo que legiones de niños de 8 años estuvieran corriendo alrededor del mundo con arcos y flechas. Y eso, creo yo, no era la intención de Chapman al hacer su película.

La realidad es que al tomar la decisión de hacer algunos cambios a Merida, Disney probablemente estaba pensando en hacer dinero. La forma en que funciona el Estados Unidos empresarial es tema de discusión para otra ocasión. Lo cierto es que a través de hacer dinero es como Disney, y otros, ayudan a que se hagan nuevas películas, incluso las más progresistas.

La princesa Merida de Disney no resta méritos al mensaje positivo que Brave planteó: con lápiz labial o sin él, ella sigue siendo la misma chica en su interior. Pero el argumento de Chapman sí, al centrar la atención en la apariencia de Merida en una forma que es excluyente de todo lo demás.

El hecho es que “las niñas bonitas” también pueden ser modelos que valgan la pena, y no menos que las mujeres cuyas apariencias son más bruscas. Lo que resulta sexista, divisorio y más dañino es la insinuación de que las mujeres solo pueden ser una de dos: o bonitas o poderosas. Vulnerables o fuertes. Vestidas de rosa o alguien con esencia. Esos son mensajes equívocos que sirven para confundir y reprimir. En cambio, el mensaje deberá ser acerca de cómo en la actualidad las mujeres pueden ser muchas cosas. Las chicas, y los chicos, están prestando atención a esto.

Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Peggy Drexler.