Por Peggy Drexler, especial para CNN
Nota del editor: Peggy Drexler es autora de los libros Our Fathers, Ourselves: Daughters, Fathers, and the Changing American Family y Raising Boys Without Men. Es profesora asistente de Psicología en el Colegio Médico Weill de la Universidad de Cornell y fue experta en género en la Universidad de Stanford.
(CNN) — Un estudio realizado por el Centro de Investigaciones Pew reveló que cada vez son más las madres casadas que ganan más que sus esposos: cerca del 23%, en comparación con el 4% que se registró en 1960. Eso representa a casi una de cada cuatro familias.
Aunque los hombres dicen estar a favor de la igualdad, tienen dificultades con esta nueva realidad.
Miren a Mina y Rich. Llevaban cinco años casados cuando nombraron a Mina decana de admisiones en una prestigiosa universidad de artes liberales al otro lado del país. La pareja decidió que Rich, un exitoso abogado que trabajaba en un despacho privado, dejaría de trabajar un tiempo para quedarse en casa con sus dos hijos, en ese entonces de uno y tres años, hasta que decidieran si la nueva ciudad y el nuevo empleo serían algo permanente.
El nuevo acuerdo funcionó bien, por lo menos al principio. Sin embargo, unos meses más tarde, Mina se preguntó si Rich era feliz y él insistía que si.
Aunque Rich estaba en casa todo el día, a menudo esperaba que ella preparara la cena. La ropa sucia empezó a acumularse. No había hecho un esfuerzo por hacer amigos o crear lazos fuera de casa. “Empecé a preocuparme por mi matrimonio”, dijo Mina. “Fue como si lo hubiera obligado a cambiar. Se volvió una persona diferente”.
Aunque la mayoría de los hombres dice estar a favor y ver con buenos ojos la idea de tener un ingreso doble y que haya igualdad en el matrimonio, las pruebas demuestran que podrían estar sufriendo en varios niveles por el hecho de que ellas ganen más.
A pesar de que la presión social que alguna vez desanimaba a las mujeres a trabajar fuera de casa se ha desvanecido, persiste la presión sobre los esposos para que sean los proveedores principales.
Samantha y Andrei construían su carrera artística cuando se conocieron. En el momento que decidieron formar una familia supieron que sería necesario que al menos uno de ellos tuviera un empleo de tiempo completo. Samantha lo conseguiría, ya que cuando estaba en la universidad, trabajó unos meses en bienes raíces. Resultó que era muy buena para vender casas.
Aunque el empleo de Samantha le daba a Andrei la oportunidad de seguir con el arte, al parecer cada semana era más infeliz. Empezó a consultar a un terapeuta, quien le recomendó que tomara antidepresivos.
“Tenía que repetirme todo el tiempo que no tener la necesidad de salir a vender casas era algo bueno”, me dijo. “De hecho suena horrible. No estaba celoso de Samantha y sin embargo, gracias a ella podíamos pagar la hipoteca o salir de vacaciones. Nuestra hija tenía una vida. Eso era difícil de aceptar, aún cuando reconocía que estaba agradecido de no tener que hacer el sacrificio”.
Los sentimientos de Andrei son muy comunes. En el libro Breadwinner Wives and the Men They Marry (Mujeres proveedoras y sus esposos), Randi Minetor escribe que muchos hombres desempleados o que ganan menos se sienten heridos por considerarlo un descenso en su estatus. Su autoestima puede verse afectada.
Esto puede provocar resentimientos hacia su esposa —a veces conscientes, pero con frecuencia inconscientes— aunque sea el hombre quien haya decidido quedarse en casa, dejar de trabajar un tiempo o emprender voluntariamente una carrera menos fructífera.
En un estudio reciente que la Escuela de Negocios Olin de la Universidad de Washington hizo entre 200,000 hombres y que se publicó en el Personality and Social Psychology Bulletin, expuso que aquellos cuyas esposas son las principales proveedoras tienen un 10 % de probabilidad de requerir medicamentos para problemas como insomnio, ansiedad y disfunción eréctil.
En las investigaciones que se llevaron a cabo en Cornell y fueron presentadas en la reunión anual de la Asociación Sociológica de Estados Unidos, determinaron que los hombres que ganan considerablemente menos dinero que sus parejas son cinco veces más propensos a ser infieles que los que tienen una relación con ingresos similares.
La solución, sin embargo, no es que las mujeres regresen a sus roles tradicionales de cocinar, limpiar y cuidar a los niños mientras que el hombre lleva el pan a casa. Conforme aumenten los casos de mujeres que ascienden a posiciones de poder en la fuerza laboral, también crecerá la incidencia de aquellas que son las principales proveedoras de su hogar.
Los esposos de estas mujeres que puedan estar en depresión o tengan baja autoestima deberían de tener la prudencia de hablar honestamente con su esposa —y consigo mismos— para descubrir lo que realmente les molesta.
Con frecuencia no es el hecho de que su esposa tenga mejores ingresos, sino que pase menos tiempo en casa o descuide otras cosas de la relación.
Para aquellos hombres que buscan un camino diferente al de su carrera, es importante tomar la decisión en conjunto. Ninguno de los dos debería sentir que es una obligación, no estás “atrapado”.
Mantener abierto el diálogo ayuda a reforzar el hecho de que, aunque el hombre no trabaje o gane menos, hay igualdad en la pareja. En el caso de los padres que se quedan en casa, es importante que contrarresten el aislamiento y el aburrimiento al asegurarse de cultivar amistades e intereses fuera de casa.
Finalmente, luego de horas y horas de conversaciones con Mina y muchas altas y bajas en casa, Rich logró aceptar no solo su rol como amo de casa y su ingreso menor, sino que aprendió a disfrutar de las oportunidades que esto representaba para él.
Pudo ser entrenador del equipo de futbol de su hijo y nunca se perdió un recital de ballet. Cuando los niños empezaron a ir a la escuela, volvió a abrir su despacho y solo tomaba los casos que realmente le interesaban. “Me preocupaba que se convirtiera en una persona diferente, y así fue”, me dijo Mina. “Resulta que cambió para mejorar”.
Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Peggy Drexler.