Los científicos observan niveles microscópicos en el cerebro para detectar daño de pequeños golpes con la cabeza.

Por Stephanie Smith

(CNN) — En comparación con el choque precipitado entre dos cascos de futbol americano, cabecear un balón de soccer podría parecer casi inocuo. Pero esos golpes aparentemente leves en la cabeza de un jugador de futbol pueden lesionar el cerebro a un nivel profundo y molecular, según un estudio publicado este martes en la revista Radiology.

“Es completamente posible que los innumerables golpes subconmocionales que esos jugadores reciben realmente sean culpables (de lesiones cerebrales)”, dijo el médico Michael Lipton, autor principal del estudio y director del Centro Gruss de Investigación en Resonancia Magnética en el Colegio de Medicina Albert Einstein en Nueva York, Estados Unidos.

Muchos expertos creen que los golpes menos fuertes, que no causan una contusión evidente, cuando se acumulan con el tiempo, pueden ser más dañinos que sus primos más aparatosos. Estos golpes leves han sido llamados “subconmocionales”.

Eso significa que los golpes aparentemente sutiles (como rebotar un balón en la cabeza), cuando ocurren una y otra vez, podrían ser igual de dañinos que un golpe más fuerte.

“El daño a largo plazo podría tener menos que ver con el número de contusiones diagnosticadas y quizás más que ver con la cantidad de impactos subconmocionales en la cabeza”, dijo Kevin Guskiewicz, director de Ciencia del Ejercicio y Deporte en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, Estados Unidos, quien no estuvo involucrado en el estudio.

Cómo detectaron el daño

Lipton y sus colegas estudiaron a 37 futbolistas amateur jóvenes y saludables, quienes cabecearon el balón entre 32 y 5.400 veces una temporada de 10 meses.

Los jugadores llenaron un cuestionario sobre el número de veces que cabecearon el balón el año anterior, se sometieron a pruebas de atención y memoria y a pruebas de escáner cerebral.

Al analizar los resultados, los científicos detectaron una asociación entre los cabezazos y el daño en la materia blanca, el tejido cerebral que ayuda a transmitir señales entre las regiones del cerebro.

Anteriormente se pensaba que “mientras más golpees el balón, más empeora la cognición (…) Pero encontramos que ese no es el caso”, dijo Lipton.

En el estudio de Lipton, los cerebros que reflejaban daños eran solo los de aquellos jugadores que llegaban a cierto número de cabezazos.

Se necesitaban entre 900 y 1.500 cabezazos para que las anomalías fueran perceptibles en los exámenes cerebrales.

Después de alcanzar ese umbral, la función cerebral disminuía precipitadamente. La primera indicación de un problema más allá del físico del cerebro se presentó con aproximadamente 1,800 cabezazos, y estos jugadores tuvieron problemas medibles en las pruebas de memoria.

Con estos resultados, los científicos infieren que la capacidad intrínseca del cerebro para repararse funciona, pero solo hasta cierto punto. Después de ese límite, el cerebro ya no puede mantener el ritmo y se abruma.

Qué significan estos resultados

Lipton explicó que este estudio demuestra que hay cambios patológicos en el cerebro incluso antes de que se manifiesten problemas clínicos, es decir, de que se presenten síntomas.

En este momento estamos muy lejos de estimar un límite saludable para los cabezazos de los jugadores de futbol, aunque en otros deportes ya existen límites, como los de lanzamientos para proteger los codos y hombros de los beisbolistas jóvenes.

Guskiewicz señala que en este estudio no sabemos cómo pudo afectar la historia previa de golpes subconmocionales de los jugadores al resultado de sus exámenes cerebrales.

Lipton y sus colegas intentan reclutar a cientos de futbolistas para un estudio más grande y más representativo con el que se pueda observar con precisión a los cabezazos, los cambios en el cerebro e incluso el papel de la genética.

“Absolutamente, no recomendamos que las personas deban quedarse con un umbral específico (para los cabezazos). Aún no lo sabemos”, dijo Lipton.