Por Marvin D. Seppala, especial para CNN
Nota del editor: El médico Marvin Seppala es el director médico de Hazelden, una organización privada sin fines de lucro para el tratamiento de la adicción a las drogas y el alcohol. Es el autor de Clinician’s Guide to the Twelve Step Principles (Guía clínica para el método de los 12 pasos).
(CNN)— Cada vez que escucho sobre una muerte que pudo estar vinculada a una adicción, recuerdo que esta es una enfermedad incomprendida y mortal. Las muertes causadas por las adiciones aumentaron astronómicamente en la última década. La sobredosis de drogas ahora es la causa número uno de muertes accidentales en Estados Unidos; más común que las muertes provocadas por accidentes automovilísticos.
Cory Monteith, actor de la serie Glee, quien fue encontrado muerto en un hotel de Vancouver, Canadá, el sábado pasado, dijo que luchó contra el abuso de sustancias desde su adolescencia. La causa de su muerte aún se desconoce.
Cada vez que alguien que tiene una adicción muere, lamento el potencial perdido y pienso en las limitaciones de nuestra capacidad para abordar esta enfermedad astuta, desconcertante y poderosa.
Parece casi imposible creer que las personas con adicciones continuarán con el consumo de drogas y alcohol hasta el punto de la muerte, pero eso es lo que hacen las personas con adicciones: niegan las consecuencias y el riesgo del consumo.
Las drogas engañan a tu cerebro
La adicción es una enfermedad del cerebro. Sabemos que reside en el sistema límbico, una parte subconsciente de nuestro cerebro que está involucrada con la memoria, emociones y recompensa.
Nos referimos a esta área del cerebro como el centro de recompensa, ya que garantiza que todas las actividades gratificantes o de refuerzo, especialmente aquellas asociadas con nuestra supervivencia, sean priorizadas. El centro de recompensa se asegura de que sobrevivamos al comer, beber líquidos, tener sexo (para la supervivencia de la especie) y mantener interacciones humanas.
En las etapas avanzadas de la adicción podemos ver cómo los impulsos relacionados con las recompensas, especialmente aquellos para la supervivencia, son priorizados de nuevo cuando las personas arriesgan a sus familias, sus trabajos, incluso sus vidas para continuar con el consumo de drogas y alcohol. El consumo continuo de las drogas se convierte en el impulso más importante, en un nivel subconsciente y no reconocido por el individuo, lo que incluso socava la vida.
Cuando la historia de una madre con adicción a las metanfetaminas que descuida a sus hijos durante cuatro días llega a los noticiarios nocturnos, no podemos comprender cómo alguien podría hacer una cosa así y tendemos a pensar que no ama a sus hijos. Pudo haber salido a comprar comida con la intención de regresar a casa y alimentarlos, pero se encontró con un traficante y comenzó a consumir metanfetaminas.
Aunque ame a sus hijos, la adicción tomó el control y fue impulsada por fuerzas subconscientes. Su amor y sus instintos naturales para el cuidado y crianza de sus hijos fueron anulados por su propio cerebro, y el sistema de recompensas fue reprogramado para buscar y consumir drogas a toda costa. Sin que lo supiera, el consumo de drogas se convirtió en lo más importante en su vida.
Renunciar al libre albedrío
Cuando atestiguamos los incomprensibles comportamientos asociados con la adicción necesitamos recordar que estas personas tienen una enfermedad, una que altera sus cerebros y sus comportamientos. Tendemos a creer que todos tenemos libre albedrío, así que es difícil entender cómo la percepción de las personas con adicciones se altera tanto como para llevarlos a la destrucción.
También asumimos que pueden tomar sus propias decisiones, especialmente cuando se trata de recibir ayuda. Al hacerlo esperamos que la persona con un cerebro enfermo acepte lo inaceptable, que el consumo continuo de drogas no proporciona alivio del problema; es el problema, y que necesitan dejar de hacer eso que se ha convertido en algo fundamental.
No pueden tomar esas decisiones porque sus cerebros han sido alterados para priorizar el consumo de drogas, incluso por encima de la propia supervivencia.
La persona con adicción descuida sus relaciones principales y pueden mentir, engañar y robar para continuar con el consumo de drogas. Y conocen esto en algún nivel, reconocen sus comportamientos descontrolados, pero no pueden cambiar, no pueden detenerse.
La desesperanza se convierte en una forma de vida. El odio a sí mismos, la vergüenza y la culpa se convierten en la norma a medida que se acumulan las consecuencias del consumo continuo de drogas.
Consumen drogas para aliviar el dolor, pero el remedio agrava el problema. La respuesta a su dilema pasa desapercibida debido a los cambios neurobiológicos que ocurren en sus cerebros.
La buena noticia es que el tratamiento es efectivo y está diseñado específicamente para ayudar a que las personas reconozcan el problema. La mayoría de las personas son obligadas a entrar en tratamiento por una razón u otra; pueden enfrentar problemas legales, pérdida de su trabajo o el divorcio.
Con un buen tratamiento su probabilidad de recuperación y abstinencia es igual de buena como la de la minoría que busca tratamiento por su propia voluntad. Desafortunadamente, menos del 10% de los adictos reconocen que tienen un problema y buscan tratamiento.
Esta es la razón principal por la que las personas no buscan ayuda. Nuestro mayor problema de salud pública pasa desapercibido para aquellos que tienen la enfermedad.
Cada una de estas muertes es trágica. Murieron por una enfermedad que les miente. Un gran talento e inteligencia no nos protege de cualquier enfermedad.
Todos nosotros somos responsables de conocer la verdad sobre la adicción, crear conciencia e intervenir por aquellos que tienen esta enfermedad. Y saber que es poco probable que puedan hacerlo por sí mismos.