Por Nick Thompson
LONDRES (CNN) — Curtis Woodhouse es un golpeador profesional, así que sería uno de los últimos hombres a quienes insultarías en la calle.
Sin embargo, la gente suele ser un poco más valiente cuando se oculta tras el anonimato de internet. Tras perder su más reciente pelea, el campeón inglés de boxeo, de 32 años, se enfrentó a una avalancha de hostigamiento de los trolls (gente que publica contenidos agresivos con el fin de ofender o provocar a alguien más).
Un troll en particular, @Jimmyob88, llevaba seis meses acosando al boxeador con tuits y mensajes directos, según Woodhouse. “Amenazó a mis hijos, dijo: ‘ten cuidado de a dónde los envías a la escuela’. Amenazó a mi esposa. Me escribió para decirme que esperaba que muriera en la siguiente pelea para que pudiera visitar a mi difunto padre… Simplemente insistía”.
Woodhouse finalmente perdió los estribos y le puso precio a la cabeza de @Jimmyob88 a través de una “recompensa en Twitter”. Ofreció 1.000 libras esterlinas por la dirección y la foto de su troll. En unos minutos, recibió la identidad real de James O’Brien. Woodhouse decidió visitarlo en su casa y en el camino tuiteó la foto de la calle del atacante.
“No iba a golpearlo ni nada parecido. Iba a tocar a su puerta para decirle: ‘Escucha, esto termina hoy: no voy a tolerar tus ataques, no tienes derecho de atacar a mi familia ni a mí’”, dijo Woodhouse a CNN.
Resulta que O’Brien no estaba en casa en ese momento, pero rápidamente se disculpó con Woodhouse, al escribir: ”@woodhousecurtis lo siento, se está saliendo un poco de control, estoy equivocado, lo reconozco”.
Woodhouse se dirigió a casa, satisfecho. “El mundo entero se dio cuenta de quién era realmente: un cobarde y un abusador”, dijo.
Los antagonistas en Twitter, como O’Brien, son una raza relativamente nueva de troll en línea, pero los ciberbullies han existido casi durante tanto tiempo como internet.
A finales de la década de 1980, los usuarios de Usenet empezaron a usar la palabra troll para describir a una persona que deliberadamente interrumpía las discusiones para suscitar controversia, según Whitney Phillips, profesora de la Universidad de Nueva York, quien actualmente escribe un libro acerca de los trolls.
El término trolling se volvió un término complejo que abarcaba muchas definiciones y Phillips cree que impide que evaluemos la amplia gama de comportamientos que la palabra describe actualmente.
“No puedes clasificar fácilmente el comportamiento de un troll”, dijo. “Gran parte del trolling consiste en travesuras y en bromas tontas e inofensivas. Pero el comportamiento realmente extremo —como atacar a los amigos y familiares de niños que han muerto— realmente parece ser un comportamiento con motivos diferentes”.
En abril de este año, Rehteah Parsons, una estudiante de preparatoria de 17 años, residente en Nueva Escocia, se ahorcó luego de que se publicara una foto en la que supuestamente la estaban violando cuatro chicos. Los ataques continuaron mucho después de su muerte.
Los trolls atacaron una página conmemorativa que se creó en su honor en Facebook luego de su suicidio. Uno de los trolls escribió: “Jajajaja, enséñenles a sus hijos a no ser tan cobardes y se harán cargo de quien quiera que los esté acosando”. Otro escribió: “no la acosaban por ser víctima de violación, la acosaban por ser una zorra, porque lo era”.
Entonces, ¿qué clase de persona provoca a los desconocidos en línea? Jerry Holkins y Mike Krahulik, creadores del cómic en línea Penny Arcade, ofrecen una explicación conocida como John Gabriel’s Greater Internet Fuckwad Theory (La gran teoría del cretino de internet de John Gabriel), que consiste en la siguiente ecuación: “persona normal + anonimato + una audiencia = cretino total”.
El anonimato del que gozan los usuarios en internet es un factor importante en el “efecto de desinhibición en línea”, que de acuerdo con el profesor de Psicología de la Universidad Rider, John Suler, permite a las personas decirse cosas en línea que no se dirían en persona.
“Si no hay una presencia cara a cara, es más probable que un posibletroll perciba a los demás como un ‘blanco’ y no como un ser humano real”, dijo a CNN.
Las cuestiones psicológicas y sentimentales son otro factor. Muchos trolls tienen problemas de depresión, baja autoestima e ira, de acuerdo con Suler.
“Quieren inyectar su propio caos emocional en otras personas y atraerlos hacia la negatividad. Para ellos es una forma de sentir cierto control o poder sobre sus propios sentimientos perturbadores, a costa de otras personas”, dijo.
Muchos trolls rechazan que exista una relación entre sus perfiles en la red y sus personalidades en el mundo real, de acuerdo con Phillips. Dicen que simplemente actúan para atormentar a sus blancos “por diversión” o para dar una lección.
“Algunos trolls creen que es raro dedicar tu tiempo a publicar un mensaje de condolencias en Facebook para alguien a quien no conoces, y eso les da motivos para provocar. Piensan que están dando una lección a la gente, enseñándoles cómo comportarse en línea”, afirma el especialista.
Es imposible establecer definitivamente qué incita a los trolls porque no hay datos demográficos sobre ellos. “No hay una forma sencilla ni verificable de preguntarle a un troll qué piensa y aunque pudieras hacerlo, él podría mentir. Te diría alguna patraña acerca de lo que piensa”, dije Phillips.
CNN tiene su propio club de fans y trolls que escriben en los comentarios, y algunos de ellos respondieron algunas preguntas para este artículo. Los usuarios solo necesitan una dirección de correo electrónico para publicar comentarios en CNN y solo respondieron víaemail, así que es imposible confirmar su identidad o la veracidad de sus observaciones.
GG se negó a dar su nombre real, pero se describió como una estadounidense de treinta y tantos años con una licenciatura en Finanzas que trolea en el área de comentarios de CNN junto con al menos otra docena de usuarios: “ingenieros, profesionistas, madres, padres y al menos un abuelo”, dijo.
Una de las publicaciones de GG —ella dice que son miles— es la narración de un sueño en el que Anne Hathaway quedaba “empalada en una estaca de madera y le prendían fuego”, en un artículo sobre la actriz.
“Mayormente recurrimos al humor”, dijo GG a CNN.”Es un medio creativo para ejercitar el ingenio, liberar tensiones, lidiar con el aburrimiento y ofrece entretenimiento”, afirmó.
GG dice que sus amigos no publican comentarios en artículos que traten sobre niños que mueren. “En el grupo hubo un acuerdo de no comentar las publicaciones relacionadas con Sandy Hook… Hay ciertos temas que simplemente no son graciosos”.
Graciosas o no, algunas investigaciones indican que los comentarios provocadores nos impiden pensar racionalmente sobre las historias que leemos.
En un estudio reciente, los investigadores de la Universidad George Mason pidieron a más de 1,000 personas que leyeran una publicación en un blog. A la mitad de los participantes se les mostraron los comentarios a la publicación que hicieron lectores civilizados y a la otra mitad, los sometieron a las descalificaciones y las críticas cargadas de obscenidades.
“Los resultados fueron sorprendentes y perturbadores”, escribieron los investigadores Dominique Brossard y Dietram Scheufele en el diario The New York Times. “Los comentarios descorteses no solo polarizaron a los lectores, sino que a menudo cambiaron la interpretación que el participante hacía del artículo”.
¿En dónde debe trazarse el límite entre la libertad de expresión, la censura y la privacidad?
Los políticos británicos están evaluando nuevas leyes que requerirían que los sitios web revelen la identidad de los trolls que hayan publicado en línea contenidos difamatorios sobre otras personas.
En Italia, los fiscales no solo están persiguiendo a los ciberacosadores, sino que también amenazan con tomar medidas contra los mismos sitios de medios sociales.
En enero, Carolina Piccio, de 14 años, se suicidó en Italia porque un grupo de muchachos publicó un video de ella en un baño. El hecho provocó que las autoridades italianas consideraran presentar cargos contra el personal de Facebook por permitir que el contenido agresivo se publicara en el sitio, según reportes de los medios.
En mayo, Facebook cedió a la presión de los activistas y los anunciantes y anunció sus planes de intensificar los esfuerzos para borrar del sitio los comentarios de odio, en particular las representaciones de violencia contra las mujeres.
La erradicación de los ataques graves en sitios como Facebook podría ser un paso en la dirección correcta; sin embargo, los críticos dicen que cualquier ley dirigida a reducir el acoso en línea corre el riesgo de tender una red tan amplia, que abarque también conductas que no son de trolls.
“Hay varios comportamientos molestos en línea, pero ¿en realidad quieres proscribir el comportamiento molesto?”, pregunta la profesora Whitney Phillips. “El movimiento por la proscripción de estas conductas tan mal definidas no llega realmente a la raíz del problema de los trolls”.
David Aaronovitch, del diario londinense The Times, dice que la mayor parte de las agresiones en línea se acabarían simplemente al retirar el manto de anonimato que envalentona a los trolls: “Si tuvieras que registrarte con tu nombre real y comentar con tu nombre real, ¿quién se portará como un patán en esas circunstancias?”.
GG, la troll de CNN, no lo haría, por ejemplo. “Claro que no. ¿Quién arriesgaría un salario de seis cifras por la probabilidad de que tu jefe no esté de acuerdo con tu opinión o con lo que haces en tu tiempo libre? Nadie”, dijo.
A final de cuentas, la mejor forma de lidiar con los trolls es simplemente ignorarlos, dice Aaronovitch.
“Tienes que decidir cuánta atención quieres darles y realmente madurar”, dijo. “La idea es decir: ‘¿Qué tan amenazado me siento realmente con esto?’ y reservar tu ira para los casos en los que realmente haya un acoso grave”.
Independientemente de lo que hagas, subir a tu auto y conducir a la casa de tu troll tal vez no sea la solución a tus problemas, como lo descubrió el boxeador Curtis Woodhouse.
“Desde que lo hice las agresiones han sido 10 veces peores”, dijo, riendo. “Ahora, la gente me dice, ‘Si digo que eres un pésimo boxeador, ¿vendrás a mi casa a tomar una taza de té?’”.
Doug Gross, de CNN, colaboró con este reportaje.