Por John L. Allen Jr., CNN
(CNN) – La reacción a los comentarios del Papa sobre no juzgar a los homosexuales ha visto dos polos extremos: los que los consideran un cambio radical en la cabeza de la Iglesia Católica, y los que los ven como simplemente las declaraciones de un hombre en un avión.
La verdad: ninguna de las dos cosas. Lo significativo es el cambio de tono, pero no de substancia.
El papa Francisco hizo los comentarios durante una conferencia de prensa improvisada al final de su viaje apostólico a Brasil para participar en la Jornada Mundial de la Juventud.
Entre otros muchos puntos, le preguntaron sobre el llamado “lobby gay” dentro del Vaticano.
“Cuando me encuentro con una persona gay, tengo que distinguir entre su ser gay y ser parte de un lobby. Si aceptan al Señor y tienen buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlos? Ellos no deben ser marginados. La tendencia [a la homosexualidad] no es el problema … ellos son nuestros hermanos”.
Estrictamente hablando, ninguna novedad.
Libros de la Iglesia, como el catecismo, que recopila la doctrina católica, ya recoger esta enseñanza y dicen que los homosexuales “deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza”.
La objeción de la Iglesia es al comportamiento, no a las personas.
Es verdad que un documento del Vaticano del año 2005 dice que los hombres con una atracción predominante hacia personas del mismo sexo no deberían ser admitidos en los seminarios y por tanto no deberían ser ordenados sacerdotes.
No obstante, esa política se ha aplicado de forma desigual y en todo caso se refiere a la posibilidad de ser sacerdotes, y no a su dignidad como personas humanas.
En cuanto a percepción, sin embargo, muchos homosexuales y lesbianas quizás dirían que no siempre escuchan un mensaje de respeto y compasión por parte de los líderes católicos.
Por el contrario, lo que parecen escuchar a menudo son precisamente juicios. En ese aspecto, el papa Francisco marca un nuevo tono, de aceptación y bienvenida, sin modificar ni dar marcha atrás a posiciones doctrinales.
No hay indicios, por ejemplo, de que el Papa tenga la intención de cambiar la postura de la Iglesia con respecto al matrimonio entre personas homosexuales. Francisco confirmó en una reciente encíclica que la concepción católica del matrimonio es el de una unión entre un hombre y una mujer.
Podría decirse lo mismo, de un nuevo tono pero una misma enseñanza, con respeto sus comentarios en el avión sobre las mujeres y el aborto.
Confirmó el rechazo a la ordenación de mujeres y, con respecto a la pregunta del aborto, dijo que la enseñanza de la Iglesia ya es de sobra conocida, pero que quiere dar un mensaje positivo.
Esto podría explicar por qué, en los primeros 120 días de su Papado, Francisco nunca utilizó las palabras “aborto” o “matrimonio homosexual”.
Esto no quiere decir que no tenga convicciones pro-vida; de hecho, en Brasil espontáneamente invitó a dos padres que se negaron a abortar a un niño con una grave deformidad cerebral a unirse a él en una misa como forma de felicitarles por su elección.
No obstante, el papa Francisco también sabe que las posturas de la Iglesia sobre moral sexual son posiblemente el aspecto más conocido y más debatido de sus enseñanzas, y prefiere llamar la atención sobre otros asuntos como la defensa de los pobres, la ayuda a los marginados y el desarrollo de una “cultura de encuentro”.
Ese es el “efecto Francisco”: no está cambiando la doctrina, cambia las percepciones. Para una Iglesia que a veces lucha contra un problema de imagen, eso ya es una revolución.
(John L. Allen Jr. es corresponsal del National Catholic Reporter y analista de temas vaticanos de CNN)